La Razón (Nacional)

Manuel Hedilla, el falangista olvidado que se enfrentó a Franco

Acusado de alta traición por conspirar contra el dictador, en realidad nunca formó parte de aquello. César Alcalá, autor de un ensayo sobre su vida, nos explica las claves de este episodio histórico

- César Alcalá -

Manuel Hedilla Larrey nació en Ambrosero (Cantabria) el 18 de julio de 1902 y falleció en Madrid el 4 de febrero de 1970. Mecánico de profesión, se afilió a Falange Española en 1934. Si en su momento a José Antonio Primo de Rivera lo llamaron «El Ausente», a Manuel Hedilla lo podemos denominar «El Olvidado». Después del asesinato de José Antonio no únicamente se quedó solo, sino que intentaron mantenerlo en un latente anonimato. Tuvo que pagar un alto precio, pues la cúpula de FE se olvidó que era el II Jefe Nacional. Hedilla estuvo 235 días al frente de Falange. Un periodo que va desde el 20 de noviembre de 1936 al 20 de abril de 1937.

Lo acusaron de alta traición. Se ideó todo un proceso sumarísimo para demostrar que tenía la intención de derrocar el poder establecid­o por el nuevo jefe del Estado. Para algunos era un golpista. Se le acusó de crímenes ajenos a él. El conocido como «caso Hedilla» fue una presunta conspiraci­ón para derrocar a Franco en la que el supuesto instigador nunca formó parte en ella. Todo lo contrario. Se organizó a sus espaldas y no solo le costó el cargo, sino que fue encarcelad­o y lo condenaron a muerte. En el último momento Franco la conmutó por cadena perpetua y fue puesto en libertad en 1941. Una libertad limitada, pues lo confinaron en Mallorca. Hasta 1947 no recobró la plena libertad.

Una conspiraci­ón contra él

Es posible que tuviera limitacion­es debidas a su origen y a su formación intelectua­l. Ahora bien, desde el primer momento, por parte de Falange Española, existió una conspiraci­ón para derrocarlo. Si la conspiraci­ón contra Franco fue el modo menos traumático de separar a Hedilla del mando de Falange Española, la que sufrió Hedilla en propia carne fue auspiciada no solo por Falange sino por otros miembros del bando nacional con el propósito de encumbrar a Franco.

A Hedilla no se le dejó actuar. Nunca se le consideró. Fue, desde el primer momento, un apaño mientras José Antonio permanecía en la cárcel. Nunca se pensó que pudiera ser asesinado. Esto no estaba en las quinielas de nadie. Hedilla, como transición, era un buen elemento. Al conocerse la noticia del asesinato de José Antonio –escondida para el gran público, pero conocida en ciertos sectores– empezaron a mover ficha los contrarios a Hedilla y aquellos que aspiraban no únicamente a ostentar el mando supremo de Falange Española, sino el mando absoluto del nuevo régimen político que surgiera finalizada la Guerra Civil. Con José Antonio vivo Hedilla era el gran valedor de Falange. Con José Antonio muerto, Hedilla sobraba.

De no haber fallecido José Antonio, Franco no se hubiera planteado ni aprobado el decreto de Unificació­n. Lo hizo cuando estuvo seguro de su muerte y cuando pudo conjurarse contra todo y contra todos. Lo hizo a espaldas de Falange y del Carlismo. Sabiendo que ni Manuel Fal Conde ni Javier de Borbón-Parma harían nada para impedírsel­o, pues estaban en el exilio. Lo hizo sabiendo que Manuel Hedilla podría ser destituido con facilidad. Lo hizo después de encarcelar a Rafael Galcerán, Agustín Aznar y Sancho Dávila. Lo hizo, como hemos dicho, en contra de todo, contra todos y a pesar de todos. El Cuartel General de Franco, teniendo en cuenta que del 16 al 19 de abril de 1937 se celebraba en Salamanca el Consejo Nacional de Falange, decidió aprovechar la debilidad interna de estos para proceder a una maniobra política que les permitiera controlar el partido y cortar de raíz cualquier incidente que pudiera producirse.

El decreto de Unificació­n sería un freno a cualquier decisión que se tomara en el Consejo Nacional de Falange. Instantes después de finalizar, el 19 de abril de 1937, Manuel Hedilla recibió la visita de un ayudante de Franco. Eran las ocho de la tarde. Este le entregó un sobre.

En su interior, una carta y el manifiesto que aquella noche Franco pensaba leer por Radio Nacional de España. La falta de jefatura dentro de Falange –a pesar de que Hedilla acababa de ser nombrado II Jefe Nacional– hizo que no mereciera saberlo de viva voz por Franco, sino a través de una fría carta. El manifiesto era el Decreto de Unificació­n por el cual, Falange Española y de las JONS y la Comunión Tradiciona­lista desaparecí­an como tales, constituyé­ndose un nuevo partido político que pasaría a denominars­e Falange Española Tradiciona­lista y de las JONS.

Por así decirlo, Hedilla no fue demasiado inteligent­e. Subestimó el poder de Franco. Se creyó con más derecho que él, pues había sido elegido por votación.

Su gran error fue creerse con más derecho que Franco y no acercarse a él. No aceptó nada y tampoco quiso exiliarse

Como han apuntado varias personalid­ades de Falange y algunos historiado­res, el grave error de Hedilla fue no acercarse a Franco. De haberlo hecho, quizá las cosas hubieran sido diferentes. Ahora bien, siempre fue fiel al pensamient­o de José Antonio y al cargo por el cual lo habían elegido. Acercarse a Franco para obtener poder no estaba en su pensamient­o. Por eso fue coherente y no aceptó nada de él. Tampoco, como se le comentó, quiso exiliarse. Se quedó en su puesto. Otros, en circunstan­cias similares, prefiriero­n el exilio. Esa coherencia lo llevó ante los tribunales. Por todo esto, lo condenaron primero a muerte, luego a cuatro años de cárcel y después a una posterior exclusión y olvido.

Hay una leyenda negra sobre Hedilla. Varias de las cosas que se dijeron sobre él eran ciertas, pero la inmensa mayoría faltaban a la realidad. Lo que nadie ha podido negar es que, a pesar de sus carencias –siempre comparándo­lo con José Antonio– su coherencia política es innegable. Fiel seguidor del pensamient­o de José Antonio, si bien no se convirtió en mito, estuvo a las puertas de serlo. Franco nunca le tuvo miedo, a diferencia del que le tenía a José Antonio. Tal vez porque jamás se dio cuenta de su altura política. Ahora bien, en unas circunstan­cias como las vividas, fue de los pocos en plantarle cara a Franco. Si bien apoyó al principio de la guerra todo el movimiento surgido en el bando nacional, con posteriori­dad fue crítico con él. Esta valentía lo llevó a la cárcel y al ostracismo. Sin embargo, fue valiente y se quedó al pie del cañón. Esta dignidad personal y política hoy en día es muy difícil de encontrar.

En propia carne

Si utilizamos un vocabulari­o guerra civilista, podemos decir que Hedilla estuvo en el bando vencedor. Esto le sirvió de muy poco, pues vivió en propia carne la persecució­n del régimen franquista. Dicen que la historia la escriben los vencedores. En este caso, «El Olvidado» de Falange Española también la escribió, aunque fuera en blanco y negro. En su momento la envolviero­n de mentiras y contradicc­iones. La realidad es que la personalid­ad publica y política de Hedilla merece un reconocimi­ento histórico que no ha tenido. Hoy en día es un personaje desconocid­o e ignorado. Cincuenta años después de su muerte merece ser rescatado del olvido y resarcir la injusticia que contra él se cometió por ambos bandos.

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Hedilla, junto a Pilar Primo de Rivera, hermana de José Antonio, fundador de Falange
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 ??  ?? «MANUEL HEDILLA, 235 DÍAS AL FRENTE DE LA FALANGE»
CÉSAR ALCALÁ
SND EDITORES 258 páginas, 18 euros
«MANUEL HEDILLA, 235 DÍAS AL FRENTE DE LA FALANGE» CÉSAR ALCALÁ SND EDITORES 258 páginas, 18 euros

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