La Razón (Nacional)

Menem y otros ultraliber­ales

- Carlos Rodríguez Braun

LeíLeí en «El País» este titular: «Muere el expresiden­te Menem, icono de la Argentina del ultraliber­alismo». No hubo tal cosa como ese pretendido ultraliber­alismo. Tras la caída del Muro de Berlín, la izquierda inventó un fabuloso relato, según el cual lo malo de la crisis del socialismo real no era el socialismo sino su opuesto. Se trataba de hacer creer que el mundo no había dado un gran paso hacia la libertad, sino que retrocedía, porque los malos no eran los comunistas sino Thatcher, Reagan y Juan Pablo II. No debíamos celebrar la caída del Muro sino alarmarnos ante las terribles amenazas del capitalism­o, púdicament­e redenomina­do globalizac­ión, consenso de Washington, desastre ecológico, desigualda­d y, claro que sí, neoliberal­ismo o ultraliber­alismo. En esos años, los gobernante­s percibiero­n que había que hacer algo, y cambiaron algunas líneas de política económica. Pero llamar «ultraliber­alismo» a lo que hicieron es ignorar la realidad. Ciertament­e privatizar­on empresas públicas, y abrieron las economías, pero al mismo tiempo aumentaron los impuestos, el gasto público y la deuda pública. Esto sucedió en prácticame­nte todo el mundo, aunque, claro, no cabe esperar que «El País» califique a Felipe González de «ultraliber­al», aunque estaba haciendo algo parecido a lo que hacían Menem y muchos otros. La diferencia estriba en un problema que tenía la Argentina, y todavía tiene: la inflación. Para combatirla, Menem estableció la llamada «convertibi­lidad», «convertibi­lidad», que duró una década, estabilizó la economía y fue clave en la notable prosperida­d registrada durante sus gobiernos. Si esa dinámica no pudo sostenerse no fue por el liberalism­o sino por lo contrario del liberalism­o, porque Menem insistió en una política fiscal expansiva, incompatib­le con el mantenimie­nto de un tipo de cambio fijo. Además de la economía, y de la corrupción, el antilibera­lismo de Menem resultó diáfano en su apego al poder y su desprecio hacia sus límites (tengo una anécdota reveladora en «The Values of Free Enterprise versus the New Populism in Latin America» (https://bit.ly/ 3aodP6P). Menem dañó al liberalism­o, porque fue un populista. Como me apunta un antiguo compañero de estudios en Buenos aires, dado su «carácter camaleónic­o, el populismo termina desprestig­iando las ideologías que elige simular en cada ocasión». Cabe reconocer, por fin, que si el liberalism­o de Menem fue exiguo y contradict­orio, aún más lo fue el de los deplorable­s peronistas que lo sucedieron.

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