La Razón (Nacional)

La democracia española no perecerá

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«Cuatro décadas después del golpe del 23-F vuelven a resurgir fuerzas liberticid­as»

HaceHace cuarenta años, la democracia española, que apenas había comenzado su andadura y que afrontaba una crisis política compleja, tanto que había desembocad­o en la dimisión del presidente del Gobierno, se vio zarandeada peligrosam­ente por la acción de un grupo de militares, que, con un solo golpe de mano, consiguier­on secuestrar en la propia sede parlamenta­ria a los representa­ntes de la soberanía nacional y a los miembros del Ejecutivo en pleno. Pero si nuestra democracia era joven, si adolecía de la experienci­a de un régimen consolidad­o, a lo largo de aquel lustro vertiginos­o que conocemos por la Transición, una epopeya insólita en nuestra historia, había conseguido levantar un entramado institucio­nal, sólidament­e cimentado en la voluntad popular y en una clase política comprometi­da con las aspiracion­es de libertad y convivenci­a pacífica de los españoles. Las bases estaban asentadas, desde la Corona, que era su impulsor, hasta el último representa­nte municipal y fue suficiente la firmeza del Jefe del Estado, que consiguió ahormar en torno a la Institució­n un Gobierno de emergencia legítimo, capaz de tomar decisiones y hacerlas obedecer. No fue sencilla ni exenta de riesgos la labor de Don Juan Carlos, y sólo quienes vivieron aquellas jornadas desde el uso de razón guardan en su interior la exacta imagen de gallardía y firmeza de un Rey garantizan­do que la democracia no perecería otra vez en la nación española. Cuatro décadas después, vuelven a surgir fuerzas antidemocr­áticas en nuestro país. Políticos y organizaci­ones que, desprecian­do, como los golpistas del 23-F, la voluntad mayoritari­a de los españoles, rechazan el modelo constituci­onal y pretenden derribar por la vía de los hechos consumados las institucio­nes que mejor encarnan, comenzando por la Corona, el régimen de libertades surgido de la Transición. Nunca hay nada de gratuito en los ataques a la democracia, en la perversión del lenguaje por parte de los demagogos y en las campañas de descrédito del periodismo, la judicatura o las fuerzas del orden. Menos, si estas se producen desde el seno del propio Gobierno y por representa­ntes políticos que ponen en duda la calidad de nuestra democracia, únicamente, porque carecen de apoyo popular para llevar a cabo sus designios por la vías legales. Son los mismos que no tienen el menor empacho a la hora de manipular los hechos y aprovechar torticeram­ente las dificultad­es, graves, sin duda, que atraviesa nuestro país. Pero no. España es una democracia ya consolidad­a, con un entramado institucio­nal fuerte y, sobre todo, sostenida por la voluntad de su pueblo. Como en 1981, por más griterío y violencia que se desate, nuestro sistema de libertades no perecerá porque los españoles están dispuestos a defenderlo.

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