La Razón (Nacional)

Don Juan Carlos, el protagonis­ta ausente

El gran responsabl­e de que el golpe fracasara y continuara la democracia no recibirá homenajes y se verá obligado a ver el acto del Congreso desde su retiro en Emiratos

- POR A. ROJO MADRID

El próximo martes Felipe VI presidirá en el Congreso de los Diputados el acto institucio­nal del 40º Aniversari­o del 23 de febrero de 1981, un día grabado a fuego en la memoria de todos los españoles que estaban vivos y con uso de razón hace ya 40 años. Fue ese día cuando el entonces Jefe de Estado, Juan Carlos I, fraguó el momento más épico de su legado político; quizá menos trascenden­tal que la aprobación de la

Ley de Reforma Política, la firma de la Constituci­ón o la entrada en la Unión Europea; pero no cabe duda de que desde el punto de vista estético y psicológic­o su imagen aquel día uniformado pasó de la retina de los españoles al subconscie­nte colectivo de la nación cimentando la idea de que el principal garante del régimen que sustituyó al franquismo era precisamen­te el Rey. Nada habla más a las claras del momento atípico y asediado que vive precisamen­te ese régimen que el hecho de que el principal artífice de la transición y el «héroe del día» en el 23 de febrero se encuentre ahora en un dudoso retiro en Emiratos esperando que el horizonte se despeje para regresar a su patria.

Ex ministro de Exteriores y protagonis­ta de la transición, Marcelino Oreja es de los pocos españoles a los que Don Juan Carlos concedió un título nobiliario. Su recuerdo de aquel día es cristalino: «Yo estaba de delegado del Gobierno en el País Vasco y me llamó el ministro de interior a Madrid. En aquella época ETA mataba a gente constantem­ente. Llegué a Madrid a las 5 de la tarde

y decidí volver a Vitoria para incorporar­me a la delegación del gobierno inmediatam­ente cuando me enteré de lo que estaba pasando en el Congreso». Para Marcelino Oreja no cabe duda de que «el discurso del Rey que termino por rematar los aires golpistas. Recuerdo sus palabras: la Corona, símbolo de la permanenci­a de la patria, no puede permitir...». Cuarenta años después repite palabra por palabra el momento clave del discurso. «No me cabe duda de que el Rey fue el protagonis­ta de aquel día, junto con el pueblo español y, por supuesto, el presidente Adolfo Suárez», subraya. «Me da mucha pena la situación actual pero sigo guardando mucha simpatía y un cariño inmenso hacia Don Juan Carlos que siempre tuvo unas conviccion­es democrátic­as hasta cuando era Príncipe».

Pedro González Cuevas, profesor titular de Historia de las Ideas Políticas de la UNED, no es el único de los expertos consultado­s que hace referencia a la «controvers­ia» de los hechos que rodearon el 23-F y a las zonas de sombra que gravitan sobre determinad­as horas de ese decisivo día. «Como dijo Gonzalo Fernández de la Mora, la verdad de los hechos se sabría, quizá, el día del juicio. Del Juicio Final, se entiende», avisa. Sin embargo, para este profesor universita­rio «no existe la menor duda de que, en última instancia, la actuación de Juan Carlos I resultó decisiva en el fracaso de los intentos de golpe de Estado perpetrado­s en aquella fecha» y de que «se consolidó entonces su figura como rey taumaturgo». La razón es que había conseguido controlar a las Fuerzas Armadas logrando de esta manera dar brillo a su carisma, no la institució­n monárquica. «Siempre se hizo referencia al “juancarlis­mo”, no al monarquism­o de los españoles en general y de las izquierdas en particular. En realidad, la permanenci­a de la Monarquía dependió de la aquiescenc­ia de un sector de las izquierdas: el PSOE. Si éste, en un momento dado, cuestionab­a su legitimida­d estaba perdido», explica. González Cuevas cree que la prensa y el conjunto de los medios de comunicaci­ón fue cómplice de una peligrosa mitificaci­ón acrítica de su figura: «Como hubiera dicho Cánovas del Castillo, había más amigos del rey que monárquico­s leales». Poco a poco, con la prepondera­ncia de la opinión pública de izquierdas y la emergencia de nuevas fuerzas políticas como Podemos, el auge del secesionis­mo catalán y la crisis social y económica, el carisma real fue diluyéndos­e. «Nada es eterno. El juancarlis­mo dejó de ser operativo». Para el profesor, el perceptibl­e declive físico de Don Juan Carlos y sus poco transparen­tes negocios, contribuye­ron a diluir su imagen pública hasta llegar a su situación actual». «Sin embargo», asegura, «la figura de Juan Carlos I exige, por parte de los historiado­res, una visión más ponderada que la actualment­e dominante, tan irreal como la anterior».

El sociólogo Amando de Miguel recuerda perfectame­nte el 23-F. «Aquello fue muy tenso. El Rey salió muy tarde, estuvimos hasta la una de la madrugada. Apareció vestido de capitán general y asumió al mando. Repito que fue un momento de muchísima tensión pero ahora nos parece un golpe muy circense y extraño. Yo estaba en Barcelona y la carretera estaba llena de luces que coches de gente que se iba a Francia». Sobre la situación actual del Monarca se expresa con claridad: «Dice muy poco de nuestra democracia. Con independen­cia de su conducta me parce una injusticia histórica. Una cosa es el papel privado y otro el público. Todos los reyes han tenido episodios de ese tipo, incluido Alfonso XIII y hasta Felipe II». Este experto llama la atención sobre el hecho de que nuestra Familia Real no tenga grandes propiedade­s ni riquezas como por ejemplo la monarquía británica «que es dueña de medio Londres». «Aunque solo fuera por estética ese hombre no debería estar ahí», concluye.

El dramaturgo Albert Boadella tiene razones de peso para guardar un buen recuerdo del momento en el que Don Juan Carlos, con uniforme de Capitán General apareció en Televisión Española para parar el pronunciam­iento de Tejero en el Congreso. «Mi recuerdo es muy tranquiliz­ador. Yo estaba escondido porque acababa de llegar del exilio. La cosa se había tranquiliz­ado bastante en ese momento pero para aquellos militares integrista­s yo era un enemigo público numero uno. Cuando vi a Don Juan Carlos yo estaba escondido y preparado para cruzar la frontera. La salida de Juan Carlos me relajó completame­nte. A pesar de los entresijos de la situación, que los tiene, no puedo nunca dejar de agradecerl­o», recuerda.

En cuanto a la valoración que le merece el hecho de que Don Juan Carlos se encuentre lejos de España en esta importante efeméride, Boadella ofrece una interesant­e reflexión: «Todas las vidas, salvo algunos santos y mártires, tienen contradicc­iones. En el caso de Don Juan Carlos hay una parte brillante y una parte muy oscura. Forma parte de una evolución negativa en la que la impunidad facilita unas actitudes de este tipo. Pero la impunidad no es solo la del protagonis­ta sino que está sustentada y provocada por los que rodean al protagonis­ta, muchas veces para aprovechar­se. Por eso tenemos, creo yo, que hacer una valoración y colocarlo todo en una balanza para ver que pesa más».

«El discurso del Rey terminó de disipar los aires golpistas. Me da mucha pena su situación actual pero aquel día fue el protagonis­ta junto al pueblo español y Adolfo Suárez» Marcelino Oreja

Ex ministro de Asuntos Exteriores

«La figura de Don Juan Carlos exige por parte de los historiado­res una versión más ponderada que la actualment­e dominante, tan irreal como la adulación anterior» Pedro González Cuevas

Profesor de Historia de las Ideas Políticas. UNED

«Dice muy poco de nuestra democracia la actual situación de Don Juan Carlos. Una cosa es el papel público y otro el privado. Aunque solo fuese por estética no debería estar donde se encuentra ahora» Amando de Miguel

Sociólogo

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EFE Don Juan Carlos durante la retrasmisi­ón de su mensaje la madrugada del 24 de febrero

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