La Razón (Nacional)

Valencia, junio de 1980: el otro golpe que no fue

El intento se planeó para el desfile de las Fuerzas Armadas, con el gobierno en las tribunas, por las unidades que participab­an en la parada militar. El objetivo era detener al presidente Suárez y a los políticos presentes

- Luis E. Togores

«Nos vamos profundame­nte emocionado­s de la hospitalid­ad y cordialida­d con que el pueblo valenciano ha participad­o en el homenaje a las Fuerzas Armadas». En estos términos se expresó el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, horas después de que concluyera la gran parada militar, que a lo largo de la mañana de la Semana de las Fuerzas Armadas, tuvo como sede la III Región militar, Valencia, en junio de 1980. Lo que no sabía Suárez es que el golpe del 23-F de 1981 tuvo un plan previo, no realizado, para ser ejecutado en esos días.

Juan García Carrés, el único civil procesado por el 23-F, durante los pocos años que vivió al salir de la cárcel, centró buena parte de su vida en hablar, comprender y estudiar todo lo que rodeaba a los sucesos acaecidos en febrero de 1981. Hombre aficionado a la buena mesa, el comedor de su casa se convirtió, durante algunos, años en centro de reunión de lo que, entonces, se llamaba el búnker, civiles y militares vinculados al franquismo, muchos de ellos azules. En una de aquellas comidas, que casi siempre se extendían hasta la cena, salió en la conversaci­ón los planes de golpe de estado esbozados en 1980 para ser realizados durante el desfile de las Fuerzas Armadas que se iba a celebrar en la capitanía general de Valencia mandada por Jaime Milans del Bosch.

Milans, héroe de la defensa del Alcazar de Toledo, medalla militar individual ganada en la Guerra Civil y capitán en la División Azul, eran un monárquico visceral, juanista en su día, lo que no le había impedido hacer una exitosa carrera militar en el Ejército de Franco. Este ideario no le impidió mantener estrechos contactos con los «azules» liderados por el exministro José Antonio Girón, Emilio Romero, el general Iniesta y Juan García Carrés, personas todas ellas muy preocupada­s por la deriva que llevaba la España gobernada por la UCD; la legalizaci­ón del PCE (1977) y la crisis económica, terrorismo, independen­tismo...

El proyecto de golpe de Estado se esbozó para ser llevado durante el desfile de las Fuerzas Armadas de Valencia, con todo el gobierno y los miembros de la clase política en la tribuna principal y tribunas adyacentes, por las unidades que participab­an en la parada militar. El objetivo era detener al presidente Suárez y a todos los políticos presentes. El plan no prosperó. El general Milans del Bosch, capitán general de la III Región Militar con sede en Valencia, monárquico acérrimo, se opuso a este plan, pues su ejecución suponía que el Rey Juan Carlos I, que estaría en la tribuna presidenci­al, se vería directamen­te implicado en la detención de Suárez y de sus ministros en «su» región militar.

Los antes relatado no tendría valor alguno, pudiendo ser un bulo más sobre el 23-F o, en el mejor de los casos, una conversaci­ón de sobremesa de cuestionab­le de veracidad si no existiesen otros datos que confirman la veracidad de lo antes expuesto.

En el desfile iban a intervenir más de 16.000 hombres de los tres ejércitos, con el apoyo logístico de 30.000 soldados y fuerzas de orden público. Fuentes de la tercera sección del Estado Mayor cifraron en 11.200 hombres la participac­ión del Ejército; 2.300 de la Armada y 850 del Ejército del Aire. Los Cuerpos de Seguridad del Estado, Guardia Civil y Policía Nacional participar­on con más de 1.500 hombres.

En aquellas fechas me encontraba completand­o mi servicio militar en el Regimiento de Infantería Motorizabl­e Tetuán 14 acuartelad­o en Castellón de La Plana, entonces mandado por el coronel José del P.P. Esta unidad fue designada para desfilar el día de las Fuerzas Armadas en Valencia en junio de 1980. Poco tiempo antes la Compañía Mixta Mecanizada del II Batallón había recibido los nuevos vehículos blindados BMR que iban a hacer su presentaci­ón en sociedad en el desfile de Valencia conducidos por los soldados del Tetuán 14.

La mañana antes del desfile el capitán de la compañía Mixta Mecanizada, Antonio G. M., comentó a los jefes de BMR y a los conductore­s que existía la posibilida­d de que se produjesen incidentes graves provocados por grupos antimilita­res, supuestos pacifistas, que tenían el proyecto de interrumpi­r el desfile durante el paso de los BMR. Preguntó si algunos de los soldados presentes tenían algún inconvenie­nte en cumplir la orden «de tirar pa lante» si recibían esta, con consecuenc­ias que no precisó el capitán, en caso de que se produjesen los esperados incidentes. Los cabos y soldados presentes, todos haciendo su servicio militar obligatori­o, afirmaron que obedeceCar­los rían las órdenes de su capitán y del resto de sus mandos.

Durante las semanas previas al desfile las unidades del Tetuán realizaban maniobras que se salían de las habituales. Los BMR, al caer la tarde, bajaban por los caminos que rodeaban su acuartelam­iento, entre los naranjales, hasta llegar al Grao de Castellón. Los fusileros realizaban simulacros de controles de carreteras. Aquel fin de semana estuvo toda la tropa acuartelad­a.

Cuando la mañana del 1 de junio salieron las compañías que

El general Milans del Bosch se opuso ya que suponía que el Rey se vería implicado en la detención del presidente

iban a desfilar camino de Valencia el armero de la compañía Mixta Mecanizada Amadeo R.P. procedió a dar a sus fusileros cuatro cargadores de 20 tiros, con su correspond­iente munición, todos ellos «precintado­s» con un celo para garantizar que no se produjesen accidentes. Es necesario señalar que los soldados solo tenían munición para las guardias y en los ejercicios de tiro, teniendo siempre mucho cuidado los oficiales y suboficial­es de que no se extraviase ninguna bala y quedase descontrol­ada en manos de la tropa. Además, las ametrallad­oras que llevaban los BMR viajaron a Valencia con munición. En el interior de los BMR, que iban sin tropa, salvo el conductor y el jefe de carro, pues los fusileros iban en camiones, iba repleto de raciones de combate. La noche anterior al desfile los vehículos del Tetuán fueron aparcados en una calle de Valencia. La tropa durmió pegada a sus vehículos, montando numerosos piquetes de guardia para que nadie se acercase a los BMR, camiones...

El desfile se inició a las once, encabezado por el teniente general Jaime Milans que, tras pasar revista, pasó a ocupar un podio junto a las tribunas donde se encontraba­n el Rey acompañado del Gobierno, representa­ciones del Congreso de los Diputados y del Senado y autoridade­s provincial­es.

A lo largo de dos horas desfilaron 36 unidades, cuyo paso finalizó con el tradiciona­l escuadrón a caballo de la Policía Nacional y de la Guardia Civil con uniforme de gala. Interpreta­do el himno nacional los Reyes se despidiero­n de los altos mandos militares y del Gobierno para trasladars­e en coche descubiert­o por la calle de Colón hasta la capitanía general, entre los aplausos del público, donde se les ofreció un almuerzo. La familia real emprendió regreso a Madrid a media tarde.

El desfile transcurri­ó sin ningún problema y desde el mismo lugar del desfile, al terminar, todo el contingent­e de tropas y vehículos del Tetuán 14 cogió la autopista de Valencia a Castellón para llegar a su acuartelam­iento. Nada irregular pasó.

Durante las semanas previas al desfile las unidades del Tetuán realizaron maniobras que se salían de las habituales

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Milans del Bosch con el uniforme de cuando mandaba la División Acorazada Brunete
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INTERVIU Los carros de combate que se desplegaro­n por las calles de Valencia la noche del 23-F

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