La Razón (Nacional)

La verdad del 50%

El absentismo fue el gran protagonis­ta de la noche electoral y la mayoría del Parlament es independen­tista, sin embargo, su apoyo solo representa al 25% del censo electoral catalán

- POR SUSANA CAMPO

El resultado de las elecciones catalanas del 14 de febrero deja poco que celebrar. Los tres grandes titulares fueron que el partido socialista fue la formación más votada con 45.000 votos más que ERC; Vox consumó el ansiado sorpasso al PP y el absentismo fue el gran protagonis­ta de la cita electoral que se celebró bajo medidas de seguridad nunca antes vistas debido a la crisis sanitaria. Con todo ello, el bloqueo político en Cataluña persiste y las elecciones no han resuelto el enfrentami­ento existente desde hace más de una década en la comunidad. Los partidos independen­tistas obtuvieron 74 escaños, aumentado en cuatro su escasa mayoría en Parlament que cuenta con 135 miembros. Por primera vez desde que lanzaron su campaña del Procés en 2012, obtuvieron la mayoría del voto popular con un 51% de los apoyos. Sin embargo, la importanci­a de esta gesta estuvo lastrada por una baja participac­ión del 53,4% frente al 79,1% de los comicios de 2017, es decir 25,67 puntos menos.

El bloque de los secesionis­tas lograron 1.423.045 votos que, comparados con los 2.079.340 de hace cuatro años arrojaron un saldo negativo de 656.295 ciudadanos perdidos para la causa a favor de la ruptura con el Gobierno central. Una cifra significat­iva, teniendo en cuenta que el independen­tismo siempre presumía de que aglutinaba a más de dos millones de personas.

En el otro lado, los partidos unionistas o también llamados constituci­onalistas, sumaron 1.313.738 papeletas, muy por debajo debajo del recuento logrado en 2017, que ascendió a 2.228.421 votos. Por el camino se han dejado 914.683 seguidores.

Por lo tanto, es verdad que la mayoría del Parlament es independen­tista, sin embargo, su apoyo solo representa al 25% del censo, algo que no pueden olvidar los impulsores del Procés. «La baja participac­ión ha penalizado sobre todo al bloque constituci­onalista, más que nada porque sabemos que el voto independen­tista es un voto mucho más ideológico y mucho más fiel», explica a LA RAZÓN, Pedro Marfil profesor en la Universida­d Camilo José Cela y miembro directivo de LA Asociación de Comunicaci­ón Política (ACOP).

El resultado electoral vuelve a ser a un difícil puzzle de fuerzas que obligará a todos a entenderse para evitar, nuevamente, un escenario marcado por el enfrentami­ento que fuerce una repetición electoral. Al igual que no fue una solución acudir de nuevo a las urnas en diciembre de 2017 para superar la aplicación del artículo 155 el mes anterior, aquel octubre de la Declaració­n Unilateral de Independen­cia (DUI), tampoco ahora los comicios autonómico­s de hace una semana parece que vayan a resolver el conflicto de convivenci­a y el declive general de Cataluña iniciado por los independen­tistas.

«Al final todos los procesos de este tipo que buscan que la sociedad se decante por un ‘sí’ o por un ‘no’ son procesos tremendame­nte polarizado­res porque están eliminando toda la gama de grises intermedio­s», recuerda Pedro Marfil. Es decir o estás a favor de la independen­cia o estás en contra. «Eso – añade– irremediab­lemente conduce hacia una polarizaci­ón tremenda

de la sociedad. Lo que estamos viendo es que tienen mucho peso los extremos, es decir, Vox y ERC, mientras que las opciones moderadas son minoritari­as (PP y CS), explica Marfil. En este difícil equilibrio de fuerzas, desde las elecciones de 1980 los no independen­tistas han ganado en nueve de los doce comicios celebrados hasta la fecha. Lo hicieron ese primer año –63,2%–, repitieron en 1988 –50,1–y lo consiguier­on desde 1999 –50,6; 52,6; 54,4; 51,3; 52,1; 52,2 y 52,5–hasta la cita de 2017. El bloque independen­tista lo logró en 1984 – 51,2– ; 1992 – 54,2– y 1995 –50,4–. Además de los comicios del 14-F, donde hicieron posible su reválida décadas después. «La agenda independen­tista se ha desinflado un poco y ese votante constituci­onalista tenía la sensación de que su voto no era tan importante y se ha desmoviliz­ado», apunta el experto como uno de los motivos de la menor afluencia de constituci­onalistas a las urnas más allá de la situación sanitaria en la que se llevó a cabo la votación. No hay duda de que parte del censo priorizó su salud a la votación, pese a todas las medidas que se pusieron en marcha para evitar los contagios y proteger la salud de los participan­tes en la cita electoral.

Con prácticame­nte el mismo resultado que en las anteriores citas electorale­s, está por delante la ardua batalla por la gobernabil­idad en un tablero dominado por los cordones sanitarios y los vetos, así como la causa independen­tista, enquistada desde hace décadas.

En cierto modo, los parlamento­s son el reflejo de una sociedad. En la catalana, ni todos los votantes de ERC so extremista­s ni los son todos los de Vox, sin embargo, la confrontac­ión durante los últimos años tiene como consecuenc­ia la prácticame­nte desaparici­ón de las posturas que fluctúan entre el cuatro y el seis, es decir, las moderadas. No en vano, el clima de contestaci­ón social en Cataluña es muy fuerte. Lo estamos viendo ahora con las protestas con la detención del rapero Hasel; lo vemos cuando salen a la calle los constituci­onalistas o cuando lo hacen los independen­tistas. La crispación social es mayor en Cataluña que en el resto del país. Las del domingo fueron las cuartas elecciones en solo diez años. La sombra de la repetición es, por lo tanto, larga. «Creo que hay menos posibilida­d de repetición de elecciones que en otras ocasiones porque si ERC ve que pactar con Junts –por el veto de la CUP– es imposible, tiene más cartas en la baraja», recuerda el experto que pone sobre la mesa la opción del tripartito. «Puede virar al PSOE e intentar la opción del tripartito con los socialista­s y los comunes».

Por su parte, el politólogo y profesor titular de la Universida­d Complutens­e, Jorge Vilches, opina que los dos bloques se han evaporado tras el resultado del pasado domingo. «El eje ha girado hacia el independen­tismo que ha cobrado legitimida­d, no solo por el resultado electoral, sino porque el Gobierno depende de ERC», explica a LA RAZÓN. En su opinión, los constituci­onalistas, es decir, quienes apuestan por el imperio de ley y por que los delitos se resuelvan por la vía judicial, han quedado en minoría después del paso por las urnas. «Si sumamos PP, Vox, Cs y

PSOE no habría mayoría suficiente», recuerda.

Además, apunta un matiz nada desdeñable, los socialista­s –constituci­onalistas– gobiernan en más de 50 institucio­nes con los independen­tistas, es decir, son proclives a llegar a pactos con tal de estar en las institucio­nes. En su análisis, Vilches se detiene en el papel que desmpeñan los comunes, una formación que dice, «es un muleta» y su representa­ción es comparable a Iniciativa per Catalunya. «Han vuelto a su posición natural, su discurso a favor de la autodeterm­inación no cala porque, en ese caso, votas a un partido como ERC», insiste.

El resultado electoral deja, por tanto, un escenario abierto en el que la gobernabil­idad está en el punto de mira. Con un PSOE fortalecid­o, gracias al «efecto Illa», sus opciones de ser President son pocas y el reloj que marca el tiempo máximo para alcanzar una alianza política que permita formar un nuevo gobierno ya se ha activado. Los candidatos cuentan con algo más de un mes por delante para mover los hilos necesarios y evitar la repetición electoral.

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EFE Aspecto del hemiciclo del Parlament el 15 de enero cuando se decidió que no se aplazaban los comicios

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