Draghi emerge como un nuevo referente en la UE No le faltan cualidades para ser un gran líder europeo en cohabitación con Francia y Alemania. Italia será escuchada
El salvador del euro llega al poder con la confianza de los mercados para impulsar las reformas aparcadas por décadas. Con Merkel de salida y Macron neutralizado por la campaña, el banquero gana peso
El italiano, por lo general, tiene una capacidad innata para comenzar siempre con buen pie. Una broma por aquí, una sonrisa por allá, el truco retórico de turno y va todo rodado. Después, la mala fama le persigue porque esa carta de presentación no siempre viene acompañada de una gran seriedad. Hablamos, por supuesto, de tópicos. Pero es que Mario Draghi los desmonta uno por uno. No se prodiga en preludios y tampoco parece especialmente interesado en ornamentos. Su fuerte es ser claro y conciso. Quienes lo han conocido en Fráncfort reconocen que todo eso no impide que salga ganando cuando se juntan un alemán, un francés, un italiano y un español. Así, el ex presidente del BCE, el gran banquero de la última década, se convirtió en algo más. En el salvador del euro, un mago, Súper Mario. La misma euforia con la que ha sido recibido en su país, que confía en él como ese mesías al que Italia siempre se aferra en tiempos de tormenta. Hasta los mercados le dan la razón.
Pero él es consciente de que un hombre solo no es nadie si no cuenta con una estructura que lo sostenga. Su mensaje se centra en la UE, la misma institución que lo catapultó. En su discurso de investidura en el Senado, el europeísmo fue uno de los pilares. «Apoyar este Gobierno significa compartir la irreversibilidad de la elección del euro, significa compartir la perspectiva de una Unión Europea cada vez más integrada, que contará con un presupuesto público común capaz de sostener a los países en periodos de recesión», pronunció. Por un lado, estaba reivindicando su acción al frente del BCE. Y, por otro, mandaba un recado al Movimiento 5 Estrellas y, sobre todo, a la Liga de Matteo Salvini, que hasta hace poco hacía campaña en contra de la moneda común. Como mejor símbolo de esa conversión, al lado de Draghi estaba Giancarlo Giorgetti, representante del ala más europeísta de la Liga y hoy ministro de Desarrollo Económico.
Europa ha entrado en un año especialmente delicado. En otoño Angela Merkel dejará de ser canciller alemana tras 16 años en el cargo y en ese momento Emanuel Macron estará ya preparando la campaña para su reelección en 2022. Ante las discrepancias internas, el creciente poder del Grupo de Visegrado –que cuestiona la parte esencial del engranaje– y la influencia de China a nivel externo, la UE se queda sin referentes. Y ahí emerge la figura de Draghi. Antonio Villafranca, director de gobernanza europea del Instituto para los Estudios de Política Internacional, considera que «si atendemos al currículum, es evidente que a Draghi no le faltan cualidades para ser un gran líder europeo, como ya lo fue al frente del BCE». Sin embargo, el profesor reconoce que «Italia será mucho más escuchada, pero todo el mundo sabe que Europa no puede dar un paso sin Francia y Alemania. La intención será más bien reforzar posturas con esos dos países». Por mucha autoridad que tenga Draghi, Italia no es Alemania.
En paralelo, la elección de Joe Biden modifica también el tablero. Se espera que éste abandone la línea de Trump y mantenga una postura más colaborativa con la UE. Draghi también se refirió a ello de forma clara en su discurso. «Sobre los apoyos internacionales, este Gobierno será convencidamente europeísta y atlantista, en línea con los aliados históricos de Italia: la UE, la Alianza Atlántica y Naciones Unidas. Profunda será nuestra vocación a favor de un multilateralismo eficaz», afirmó. Italia ostenta la Presidencia anual del G-20 y en octubre celebrará la próxima cumbre en Roma, una oportunidad para enfatizar esta posición. Massimiliano Panarari, politólogo de la Universidad Mercatorum, opina que «el anterior Gobierno de Conte ya se basaba en estos dos ejes internacionales, pero en algún momento parecía más bien un elemento discursivo, de cara a la galería. Draghi asume un Ejecutivo muy personalista, en el que nadie tiene dudas de que tiene delante al aliado atlantista de siempre».
Durante el período con la Liga y el M5E, Conte mantuvo una buena sintonía con Pekín. Italia se convirtió en el primer país del G-7 en adherirse al plan de expansión comercial chino, conocido como Nueva Ruta de Seda. Además, algunos ministros de la Liga, empezando por Salvini, no escondieron sus simpatías por la Rusia de Putin, lo que escoció en Washington. Desde la Guerra Fría, Italia siempre ha jugado este papel bisagra entre dos polos, aunque a nivel gubernamental la balanza nunca se inclinó del lado ruso. «A pesar de la marcha de Trump, una política que parece que va a mantener EE UU es el muro contra China. Y Draghi será un socio inequívoco en ese aspecto», añade Panarari. El primer ministro italiano también criticó explícitamente a China y Rusia.
Hasta ahora Conte y Pedro Sánchez compartían pupitre. Ambos cultivaron una gran relación, que fructificó con los dos países como principales beneficiarios de los fondos de recuperación europeos. Villafranca no cree que un mayor peso de Italia perjudique a España: «Madrid es muy importante en algunos temas, como la gestión de la inmigración, y desde hace años vemos cómo en la UE es muy importante la geometría variable para aprobar ciertas medidas».
El nuevo primer ministro mantendrá la geometría variable para pactar con Madrid asuntos clave como la crisis migratoria