La farsa de Mia
El documental «Allen vs. Farrow» que encabeza la actriz disfraza de ecuanimidad un punto de vista subjetivo
«A propósito de nada» es el testimonio en primera persona de Allen, la narración de unos hechos desde el particular prisma de uno de los involucrados. Y uno sabe desde el principio, precisamente por encontrarse ante unas memorias, que lo que está leyendo es eso y no otra cosa: un relato autobiográfico. El documental «Allen vs. Farrow», sin embargo, adolece de falta de honestidad al utilizar ese formato como parte de la trampa. Los Farrow aprovechan el acuerdo tácito suscrito con el espectador al utilizar el lenguaje documental, al que presuponemos unos valores comprometidos con la búsqueda desprejuiciada de la verdad, y utilizan esa confianza para lanzar un alegato propagandístico alejado de ese fin. De su visionado uno entiende las golosas ventajas de contratar un jefe de Prensa para que haga una crónica a medida. Especialistas en publirreportajes, los autores ponen al servicio de Farrow un alegato que se pretende definitivo. Sin más necesidad que alimentar la arbitraria monomanía del fanático. «Allen vs. Farrow» disfraza de ecuanimidad y teórica objetividad la exposición de un punto de vista particular. No le den más vueltas: la principal diferencia entre ambos es la honestidad de uno frente a la impudicia del otro.