Un plan europeo contra el cáncer que no se atreve a frenar el tabaquismo
Europea no ha tenido en cuenta la experiencia de algunos de los países más avanzados en materia antitabáquica del mundo, como Reino Unido, Estados Unidos, Suecia, Francia, Islandia o Nueva Zelanda, que ya aplican con muy buenos resultados estrategias de reducción del daño en sus políticas de Salud Pública o han decidido empezar a apostar por ellas como vía complementaria en la lucha contra el tabaquismo.
Como ejemplo de evidencia científica sobre la efectividad de estas herramientas, entre los miles de trabajos publicados existen estudios clínicos realizados con productos de reducción del daño que han demostrado beneficios significativos a largo plazo para la salud en fumadores asmáticos si los comparamos con los que continuaron con el cigarrillo de «siempre». Aún más importante, debido a la ausencia de combustión, los usuarios de estas herramientas tienen niveles de exposición a carcinógenos notablemente inferiores a los que se tienen consumiendo un cigarrillo habitual.
En este sentido, el pasado mes de julio, la FDA dio un gran paso al autorizar la comercialización de uno de los productos de tabaco sin combustión como producto perteneciente a la categoría MRTP (Producto de Tabaco de Riesgo Modificado). Esta autorización se debe sobre todo a la reducción de dicho producto sin combustión de la exposición a sustancias tóxicas (en comparación con el cigarrillo convencional). Además, ensayos controlados aleatorios han demostrado que, tras un año de uso, estas herramientas son más efectivas que las terapias de reemplazo de nicotina aprobadas para dejar de fumar.
Si las evidencias demuestran que estas herramientas permiten reducir de forma casi inmediata el riesgo de cáncer ligado al consumo de nicotina, ¿por qué no implementarlas de forma complementaria a las políticas de cesación y prevención? Es una pregunta sin respuesta que, lamentablemente, los profesionales sanitarios volvemos a hacernos al observar que las autoridades no apuestan de forma decidida por afrontar un problema de tanta magnitud como es el cáncer. Una vez más, un plan que nace muerto antes de morir por cobardía.
«Nadie puede poner en duda que cualquier medida dirigida a reducir al máximo el riesgo de desarrollo de esta enfermedad debe de ser implementada»