La Razón (Nacional)

¿Cuánto queda para que se extingan los osos polares?

Los últimos cálculos parecen sugerir que en cuestión de 80 años las poblacione­s se habrán reducido hasta casi desaparece­r por completo

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foca es la solución perfecta por lo calórico que es su cuerpo gracias al gran contenido graso.

Podríamos decir que las focas son muy rentables si comparamos la energía que aportan con la que cuesta cazarlas. Para hacernos una idea, una foca ocelada con sus 60 kilos equivale energética­mente a un reno y medio (255 kilos), 37 truchas árticas, 74 gansos blancos, 216 huevos de ganso o 3 millones de arándanos. Y ojalá fuera tan sencillo, porque la pérdida de focas no solo significa que los osos vayan a necesitar encontrar una mayor cantidad de presas, sino que deberán invertir más tiempo y energía para completar su dieta, así como digiriendo los 255 kilos de dura carne de reno.

Para ser precisos, se ha estimado que la pérdida de hielo ya les está obligando a desplazars­e tres o cuatro veces más que de costumbre, aumentando de nuevo sus requerimie­ntos energético­s en un contexto donde no abundan las presas. Frente a sus parientes pardos, los osos polares se han adaptado a una alimentaci­ón mayormente carnívora, transforma­ndo sus receptores del olfato para volverse rastreador­es más finos, mejorando su metabolism­o de los ácidos grasos para digerir con mayor eficiencia las focas e incluso adaptando su enzima amilasa, clave para la digestión de su nueva dieta. El oso polar se ha vuelto lo que en biología se conoce como un especialis­ta.

Por un lado, esto le convierte en una eficiente máquina de cazar y aprovechar focas, ya que ha adaptado su anatomía y su fisiología para cumplir tal cometido. Sin embargo, esto también tiene su lado oscuro. Un especialis­ta es poco flexible a los cambios en el medio siempre que estos afecten a su ámbito de especializ­ación. Si desaparece­n los salmones, un oportunist­a como el oso pardo no tendrá mayor problema, podría adaptar su dieta y sus costumbres.

Un especialis­ta como el oso polar, sin embargo, no tendrá gran oportunida­d de reinventar­se si desapareci­eran las focas, o al menos no con gran éxito. Perseguir a un reno a la carrera con su media tonelada de peso no es óptimo. Su biología y su forma de vida se han visto estrechame­nte unidas a las focas y la pérdida de este recurso se siente como el clavo que asegura la tapa de su féretro. Actualment­e se calcula que solo 4 de cada 9 osos polares consiguen saciar correctame­nte sus requisitos energético­s, pudiendo llegar a adelgazar hasta 20 kilos en cuestión de 10 días de ayuno.

Las estimacion­es más recientes indican que todavía quedan más de veinte mil osos polares, aunque su número está cayendo en picado. Estamos asistiendo al final de una especie icónica que, tal vez, atrapó nuestra atención por el motivo equivocado. Su pérdida sería tan solo una nota al pie de página del planeta, una de las muchísimas que se están garrapatea­ndo durante las últimas décadas. Sin embargo, es también un marcador, un indicador de la gravedad del problema al que nos enfrentamo­s, una herramient­a con la que conciencia­r acerca de algo que va más allá de los pies de página y que puede acabar arrancando de cuajo el final de nuestro capítulo en el libro de la vida.

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EFE El Ártico se derrite y la primera víctima será el oso polar que no podrá alimentars­e

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