Sarkozy, condenado a 3 años de cárcel por corrupción
El ex presidente francés eludirá la prisión con arresto domiciliario y un brazalete electrónico
El final de Nicolas Sarkozy. Pese a que el ex presidente francés ha resucitado de sus problemas judiciales en numerosas ocasiones, la sentencia de ayer que lo condena a tres años de cárcel, uno de ellos firme, por corrupción y tráfico de influencias, entierra definitivamente cualquier aspiración a un retorno a la primera línea de la política. La Justicia francesa lo halla culpable de haber intentado corromper a un juez en el llamado «caso de las escuchas» que se remonta a 2014 cuando ofreció contrapartidas a cambio de informaciones confidenciales en otra causa en la que también estaba implicado. Esta condena es altamente simbólica por el terremoto que supone en la derecha francesa, donde Sarkozy seguía teniendo una gran influencia y pocos dudan que la sentencia se traduce en el final de su carrera política, teniendo en cuenta además, que su maraña judicial aún debe continuar en los próximos meses con otras causas pendientes.
Sin embargo, la eventual y mediática imagen de Sarkozy entrando en prisión no llegará porque además de tener derecho a un recurso en un plazo de diez días, el año de prisión firme podría cumplirlo en su domicilio, con brazalete electrónico y seguimiento. El tribunal ha reprochado a Sarkozy que «hubiese utilizado su estatuto de antiguo presidente y las relaciones políticas y diplomáticas que tejió cuando estaba en ejercicio para gratificar a un magistrado que había servido a su interés personal». Los jueces consideran grave que quien cometió los hechos en cuestión fuese alguien que, cuando ocupó la jefatura del Estado, era «el garante de la independencia de la Justicia». Los investigadores de la causa descubrieron que Sarkozy, ya investigado entonces, estaba utilizando una línea telefónica secreta, abierta bajo el alias de «Paul Bismuth» para comunicarse con su abogado Thierry Herzog.
Algo que llamó mucho la atención por ser más propio de un delincuente corriente que de un ex jefe de Estado. La Fiscalía encontró unas diez conversaciones que demuestran que se firmó, en palabras de la acusación, un «pacto de corrupción» entre Sarkozy, su abogado y el ex alto magistrado Gilbert Azibert. Aunque dicho juez no obtuvo finalmente el puesto bien remunerado en Mónaco que le prometieron a cambio de informaciones gracias a la mediación de Sarkozy, el tribunal estimó que hubo un pacto de corrupción claro. Según la ley, la intención basta para que exista este delito. Herzog y Azibert, los otros dos protagonistas de este escándalo, también han sido condenados. Además de la cuestión penal está la lectura política del fallo. Pocos dudan en Francia que esta sentencia tendrá un antes y un después. Sarkozy, retirado de la primera línea desde 2016, seguía siendo hasta hoy muy influyente en la derecha francesa con mucho más carisma entre los simpatizantes que cualquiera de sus otros líderes. Ese capital político le ha permitido durante estos últimos años hacer apariciones estelares, ser un auténtico «bestseller» con sus libros y alimentar el continuo morbo de su vuelta al ruedo. Pero es que además, con la sentencia de hoy no han terminado los problemas para el ex presidente galo ya que se enfrenta a un segundo juicio el 17 de marzo, en el denominado caso «Bygmalion», relacionado con los gastos de su campaña presidencial de 2012 y facturas falsas. A lo que hay que añadir que está imputado también por el caso de la supuesta financiación con dinero de la Libia de Muamar Gadafi
de la campaña que en 2007 le llevó al Palacio del Elíseo. Sarkozy siempre se ha declarado inocente, considerando las acusaciones «una infamia». La primera reacción que llegaba tras la sentencia fue la de su propia esposa, Carla Bruni, que calificó en redes sociales de «ensañamiento de locura» todo el proceso y añadió que «la verdad verá la luz algún día». Sin embargo, la sentencia puede romper algún tabú en la derecha francesa hacia el trato con el influyente ex presidente. Si bien los cargos de Los Republicanos más cercanos a Sarkozy le han brindado su apoyo tras conocer el fallo, otras importantes voces del partido han preferido guardar un elocuente silencio.
Sarkozy, de 65 años y presidente entre 2007 y 2012, ve roto su intento de regresar a la batalla electoral o al menos, de ser decisivamente influyente en ella. El antiguo jefe de Estado coqueteaba con la idea de ser candidato a las presidenciales de 2022 siempre sin decirlo directamente, con medias sonrisas, de forma ambigua y calculando los tiempos con sus citas con la justicia. Y a la vez, es una de las figuras políticas con mejor trato en el Elíseo. Su amistad con Emmanuel Macron se ha ido consolidando con el tiempo porque al propio presidente siempre le interesó contar con la simpatía de ese electorado. No en vano, cuenta entre sus aliados más estrechos –desde el «premier», Jean Castex, hasta el ministro del Interior, Gérald Darmanin— con antiguos colaboradores. Es decir, la firma de Sarkozy en el gabinete Macron.