La prometida de Jamal Khashoggi implora justicia a Estados Unidos
Exige que se castigue al príncipe heredero Bin Salman por el asesinato
En un comunicado durísimo, la mujer que estaba prometida al periodista Jamal Khashoggi, Hatice Cengiz, pide justicia. El columnista del «Washington Post», residente en EE UU, exiliado político, padre de cuatro hijos, fue asesinado, según los servicios secretos estadounidenses, por orden del príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman (MBS). Y ahora Cengiz opina que «es esencial que el príncipe heredero sea castigado sin demora». «Si no es castigado», añade, «quiere decir que los culpables principales pueden salirse con la suya, lo que nos pondrá en peligro a todos y ensucia nuestra humanidad. Lo cierto es que a la
Casa Blanca se le acaba el tiempo en el asunto del asesinato del periodista y al presidente, Joe Biden, le acucian ya las dudas y reproches de quienes entienden que no está tomándose en serio la promesa de defender los derechos humanos en todo el mundo. De poco sirve como coartada o consuelo que la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, acuda a las televisiones para explicar por qué su gobierno ha decidido no sancionar al hombre al que los servicios secretos responsabilizan del crimen. Sostiene Psaki, que hay formas más eficaces, fórmulas más efectivas para que paguen los asesinos del columnista del «Washington Post». Lo que sea excepto ir directamente contra el príncipe heredero MBS. Su problema es que la CIA ya dijo hace que el príncipe «aprobó una operación en Estambul para capturar o matar a Khashoggi», que las evidencias son abrumadoras y que «desde 2017», reza el informe, «el príncipe príncipe heredero ha tenido el control absoluto de las organizaciones de seguridad e inteligencia del Reino, por lo que es muy poco probable que los funcionarios saudíes hubieran llevado a cabo una operación de esta naturaleza sin su autorización». Hace unos días el propio Biden habló por teléfono con el rey saudí, Salmán bin Abdulazi, mientras que el secretario de Estado, Antony Blinken, hacía lo propio con el ministro de Exteriores, Faisal Bin Farhan Al Saud. A la vista de la inanición demostrada por Washington cuesta creer que esas llamadas no sirvieran para colocarse la venda antes de cualquier potencial herida y para dejar claro que más allá del crimen y de la búsqueda de justicia siguen primando los intereses geoestratégicos compartidos. La crítica más demoledora ha llegado por boca del ex presidente, Donald Trump, que comentó en Fox News los inevitables paralelismos entre la solución adoptada por Biden y las que implementó su propio Gobierno. «Es lamentable que todo el incidente haya tenido lugar», dijo, al tiempo que insinuaba que no hay más remedio que atenerse a los principios no siempre limpios de la realpolitik. El idealismo nunca guió la política internacional, menos aún en una región tan volátil como Oriente Medio.