Aplazar la Semana Santa 21 días para evitar 4.200 muertes
Con esta medida aumentarían en más de 1,5 millones las personas vulnerables vacunadas
Se acerca la Semana Santa y, debido a los retrasos iniciales con la vacunación, los grupos más vulnerables no están aún protegidos frente al SARS-CoV-2. Con el fin de analizar qué medidas permitirían mejorar la estrategia de vacunación, un equipo de expertos de la Universidad Politécnica de Madrid ha concluido que retrasar tres semanas esta festividad sería un gran aliado frente a la covid. Así, según la segunda parte del estudio «Efectividad de las medidas efectuadas para la contención de la pandemia y optimización de la efectividad de la estrategia de vacunación», elaborado por Rafael Cascón, Paula Villanueva, Miguel Berzal y Francisco Santos, «el aplazamiento de la festividad nacional de Viernes Santo, fijada para el 2 de abril, al 23 de abril, en coordinación con el aplazamiento por parte de las autonomías de los festivos asociados a dichos días (Jueves Santo al 22 de abril o Lunes de Pascua al 26)», así como con «otros calendarios como los de los centros educativos», supondría «un mayor ratio de vacunación de personas vulnerables».
«Una estimación rápida teniendo en cuenta el flujo de llegada de vacunas actual, de medio millón semanal, permitiría estimar que se conseguiría que aproximadamente 1,5 millones de personas vulnerables más recibieran una dosis de vacuna, bien sea con la primera o con la segunda», precisa Rafael Cascón, investigador titude lar de la UPM. «Y eso en uno de los peores escenarios posibles, puesto que la previsión es que el flujo de vacunas aumente. Retrasar la Semana Santa tres semanas supondría una reducción muy considerable en cuanto a hospitalizaciones y decesos, ya que aproximadamente el 70% de los fallecidos tiene más de 80 años. Así, en un rebrote como en enero con 500 muertos diarios durante algunas semanas, posponer 21 días la Semana Santa podría permitir evitar del orden de 300 decesos al día si se lograra la vacunación casi completa de ese grupo de edad. Dado que hoy no estamos en ese pico, la horquilla depende cómo evolucione la pandemia. De modo que en caso de repunte pronunciado (aunque no como el de enero) posponer esta festividad podría llegar a evitar entre 50 y 200 muertes al día, según la cepa y la situación epidemiológica. Pero es un dato aproximativo», añade. Es decir, evitar hasta 4.200 muertes.
Además, los autores ven «razonable prever que se puede conseguir una elevadísima ratio de vacunación en esa franja de edad, que podría llegar a abarcar a la inmensa mayoría de esos mayores de 80 años» e «incluso el inicio del proceso de vacunación en las dos franjas de edad inferiores».
Así, «para el grupo de mayores de 80 años, por fin ya priorizado, de mantenerse la misma estructura de mortalidad, vacunando al 6% de la población se podría lograr una reducción de mortalidad cercana al 70%. Asimismo, esta franja de edad supone la mayor proporción de carga hospitalaria. Así, los ingresos hospitalarios desde el 10 de mayo de esos mayores de 80 años suponen el 31,2% del total de hospitalizaciones. En una futura etapa, vacunando también a los mayores de 70 la mortalidad se podría reducir hasta en un 90%, y, considerando la carga hospitalaria de este grupo de edad (22,1%), podría reducirse la posible ocupación hospitalaria en más de la mitad,
En caso de repunte de contagios, como sucedió en Navidades, posponer esta festividad haría que fuera menos dañino
puesto que el 53,3% de las hospitalizaciones por Covid-19 desde el 10 de mayo fueron mayores de 70».
Y no sólo eso. Esta medida permitiría, a su vez, dar un balón de oxígeno para la economía, ya que su aplazamiento «permitiría que en el caso de que, si las circunstancias lo permitiesen, se hubiese iniciado la tan necesaria flexibilización de las medidas, dicho período vacacional, podría coincidir con fases de menor rigidez».
Balón de oxígeno
«Todo ello –según el estudio– redundaría en inevitables beneficios para la sociedad, que podría disfrutar del merecido descanso, también necesario, con una posible menor limitación de libertades. Esta mejora se considera fundamental para poder compensar el impacto que quizás puede tener en la población, ya cansada, una demora en el disfrute de un descanso laboral. Se valora también el impacto, sin duda muy positivo, que podría tener en sectores especialmente castigados y de elevado peso en la estructura económica de nuestro país, como son la hostelería y el turismo, que también se beneficiarían de que el período vacacional, con tradicional incremento de su actividad, se produjera en fases más avanzadas, con relajación de medidas». «Sin duda, por el mejor tiempo, los ciudadanos aprovecharían para estar más en exteriores (terrazas), de modo que priorizando la salud, esta medida, además, puede conllevar un efecto positivo en la economía», destaca Cascón. Además, de producirse un repunte de contagios por el período vacacional, como sucedió en Navidades, este «sería, mucho menos dañino cuanto más avanzado esté el proceso de vacunación».
Otra gran ventaja sería que «permitiría observar lo ocurrido en otros países con una vacunación más avanzada (Reino Unido, Israel) y así poder establecer la estrategia de posible flexibilización de medidas en período vacacional. Precisamente, la información actual recibida de estos países permite avanzar que la vacunación está resultando especialmente efectiva en la reducción de la gravedad, hospitalizaciones y decesos, de forma singular en la población de más edad, los más vacunados.
Además, un mayor avance en la vacunación permitiría que, «ante un eventual repunte de contagios, fuera más fácil evitar la sobrecarga hospitalaria si está inmunizada la casi totalidad de la población que más hospitalizaciones requiere (los mayores de 80 años suponen más del 31% del total de las hospitalizaciones)».
Los autores recuerdan que, «sin descuidar que vivimos en un estado laico, las creencias religiosas y tradiciones de una gran parte de la población tampoco quedarían afectadas. Evidentemente una entidad de peso tan universal como la Iglesia podría mantener sus celebraciones religiosas en los templos en las fechas previstas, con las medidas de precaución que ya se adoptan, toda vez que las actividades masivas seguirían limitadas en esas fechas».