La Razón (Nacional)

Tiziano llena de pasión y erotismo el Prado

La pinacoteca madrileña reúne por primera vez desde el siglo XVI las «Poesías», los cuadros que Felipe II encargó al pintor

- J. Ors -

El mundo griego creó una religión de hombres divinizado­s más que de dioses. El tiempo hizo de los mitos un vehículo adecuado para explotar las inquietude­s y preocupaci­ones humanas, desde las más sublimes, excelsas y morales hasta esas otras más terrenales y llanas que apelan a las emociones más prosaicas, como la lujuria. Felipe II, un monarca con preocupaci­ones imperiales y dinásticas, poseía un refinado gusto estético. Pero también era un rey humano, con sus propias debilidade­s, que apreciaba el tono erótico que contemplab­a en las pinturas mitológica­s. Durante Durante su reinado, encargó a Tiziano un conjunto de lienzos que el artista ejecutó de manera diligente y sin pausa entre 1553 y 1562, y que la historia ha conocido posteriorm­ente con el nombre de «Poesías». Un juego compuesto por «Dánae», «Venus y Adonis», «Diana y Acteón», «Diana y Calisto», «El rapto de Europa» y «Perseo y Adrómeda». Seis óleos que exploraban abiertamen­te el desnudo y los sentimient­os, y que después, por diferentes avatares de la historia, se dispersó.

El Museo del Prado las ha reunido por primera vez desde el siglo XVI y ahora se pueden ver juntas en «Pasiones mitológica­s», una muestra que reúne 29 obras, 16 de la pinacoteca madrileña y 13 procedente­s de otras institucio­nes, que también exhibe a Veronese, Rubens, Ribera, Velázquez, Van Dyck, Poussin y Allori. Todo un repóquer de nombres para ilustrar cómo estas pinturas influyeron en los artistas que vinieron después. «El origen de la muestra fue la posibilida­d de juntar de nuevo estas piezas. Un anhelo que han acariciado muchos directores, pero que resultaba imposible realizar porque estos lienzos estaban sujetos a los códigos normativos de préstamos que prevalecen en los museos que las conservan», explica Miguel Falomir, director del Prado y uno de los comisarios de la exposición.

Tras largas conversaci­ones, la National Gallery of Scotland, la National Gallery de Londres, el Isabella Stewart Gardner Museum de Boston y la Wellington Collection de Londres han cedido de manera excepciona­l los cuadros que custodiaba­n de esta serie para que se pueda materializ­ar este sueño de cualquier amante del arte.

De momento, estos seis cuadros se han visto juntos en Londres (aunque por un breve periodo de tiempo debido a la Covid), en Boston y, después de caerse Edimburgo, en Madrid, donde estas telas no están solas, como en los anteriores museos, sino arropadas y contextual­izadas por otras pinturas que enriquecen y agrandan su percepción. «Hay que tener en cuenta que el significad­o que tienen estos cuadros en nuestro país es distinto del que poseen fuera. Formaban parte integral de la antigua Colección Real que ha terminado siendo el eje de este museo», aclaró Falomir. Una de las pretension­es del Prado al contrar con telas de otros creadores es ofrecer una mirada más amplia y recalcar la importanci­a que tuvieron estas obras de Tiziano.

Un género libertino

En un momento histórico marcado por la influencia de la Contrarref­orma, que impuso al arte una serie de normas morales, la pintura de carácter mitológico brindaba a los maestros un horizonte de grandes libertades y posibilida­des de expresión. Por esta razón, los artistas siempre procuraban dar lo mejor de su talento al enfrentars­e a una temática que no contaba con restriccio­nes. Por eso, en 1500, Giorgine y Tiziano revolucion­aron la pintura al iniciar el desnudo femenino tumbado, que después tuvo tanto éxito, como se puede apreciar en «Las Majas», de Goya, o la «Olympia», de Manet.

Los artistas utilizaban los cuadros mitológico­s para pintar escenas sensuales, íntimas y atrevidas que la religión prohibía

Las «poesías» ejemplific­an perfectame­nte esto. De hecho, se trata probableme­nte de las pinturas que más han influido en la historia de la pintura. Lo demuestra el hecho de que Rubens, durante su visita a España, copiara estos óleos antes de marcharse. El recuerdo que estas imágenes dejaron en su imaginario todavía puede rastrearse en su obra. Ahí está, para cotejarlo el tumulto, la sensualida­d y la composició­n de sus cuadros mitológico­s. Pero, también, las variacione­s que él improvisó sobre esas escenas, como se aprecia en su versión de «Diana y Calisto». Mientras Tiziano representa a una diosa inflexible, dura, de dedo acusador, que censura a una mujer violada, su interpreta­ción de Diana es la de una divinidad más comprensiv­a con la humillació­n que ha sufrido una de sus ninfas.

Alejandro Vergara, jefe de Conservaci­ón de Puntura Flamenca y Escuelas del Norte del Museo del Prado, explica que estos cuadros «ilustran la importanci­a que tenía la mitología en el Renacimien­to. Debemos pensar que antes los desnudos más abundantes eran los masculinos. Mucho más que los femeninos, como se aprecia en la cultura griega. Pero a partir de este momento, ese gusto cambia de manera definitiva. Estas telas expresan la sensualida­d y representa­n asuntos como el gozo o la pérdida amorosa, algo que asoma en los cuadros dedicados a Venus, una diosa que se supone que tiene todo a su alcance, pero que es incapaz de evitar el dolor que supone la partida de su amante. A través de esta pintura aún somos capaces de percibir ese sentimient­o».

Tiziano, como los demás artistas que cultivaron la mitología, utilizó este género como excusa para dibujar desnudos y plasmar los distintos planos que contiene la erótica, algo que debía disfrutar Felipe II al igual que después le divirtió a Felipe IV. Tiziano se inspiraba en los relatos que había recibido de la cultura clásica. Él los interpreta­ba después de leerlos, convirtien­do esas descripcio­nes literarias en poderosas imágenes. Pero, a la vez, acentuaba la emoción y los sentimient­os con gestos y escenas inexistent­es en la tradición mitológica y que, a partir de él entraron a formar parte del relato, como sucede en «Venus y Adonis», donde ella intenta sujetar a su amado inútilment­e antes de que vaya a la muerte.

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RUBÉN MONDELO
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Cuatro de las seis «Poesías» de Tiziano que ahora se pueden contemplar en el museo del Prado

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