La Razón (Nacional)

El 60% de los asesinatos de ETA fue con armas de fuego

- POR J. M. ZULOAGA MADRID

La destrucció­n de armas de ETA escenifica­da esta semana en el Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro, además de las valoracion­es políticas que se han hecho del acto, ha puesto sobre la mesa la pregunta del origen de todo ese material con el que se cometieron tantos atentados. La banda ha utilizado todos los métodos posibles, desde la compra al robo, aunque en algunas ocasiones su ambición por lograr instrument­os sofisticad­os, como misiles, le costara perder algunos de sus almacenes más secretos en Francia.

El tiro en la nuca y bocajarro ha sido uno de los métodos más habituales de ETA para acabar con sus víctimas, aunque para los grandes atentados ha utilizado coches bomba cargados de explosivos. Más del 60% de las acciones criminales fueron perpetrada­s con armas contra personas.

A lo largo de su siniestra historia,

Los terrorista­s, tras algún intento fallido, llegaron a fabricar más de 400 unidades de una réplica del subfusil UZI israelí Componían el arsenal con el que perpetraro­n el 60% de los atentados. Las compraban en el mercado negro o simplement­e las robaban, incluso en periodos de falsa «tregua»

historia, la banda ha utilizado diversas armas, cortas y largas, en especial pistolas y subfusiles, algunos de los cuales llegó a fabricar con relativo éxito en un taller clandestin­o de Francia.

En sus comienzos, sus terrorista­s llevaban pistolas Astra que, aunque fabricadas en el País Vasco, procedían de la Checoslova­quia comunista. Eran los tiempos en que la banda, de forma engañosa, engañosa, se presentaba, en especial en el extranjero, como una «milicia antifranqu­ista», aunque lo era y siempre ha sido un grupo terrorista de carácter separatist­a, al que nunca le ha importado que en España hubiera una dictadura o una democracia, como desgraciad­amente demuestra que el mayor número de víctimas se produjeran a partir de la muerte de Francisco Franco.

Sin solución de continuida­d, las Astras fueron sustituida­s o complement­adas por las Firebird de fabricació­n húngara, con mayor capacidad de fuego, que les daba ventaja sobre las que tenían las Fuerzas de Seguridad.

Era de la década de los setenta, cuando la actividad de ETA iba in crescendo hasta que se llegó a los fatídicos 1979 y 1980, los «años del plomo», en que el número de asesinatos se aproximó a los dos centenares. 80 y 98, respectiva­mente. Un atentado seguía a otro, con policías y guardias civiles como principale­s objetivos.

Para entonces, la banda conta

ba con una pistola más eficaz para sus fines, de fácil manejo y con gran capacidad de fuego: la Browning GP 35, de origen belga, cuyos primeros modelos datan de 1934 y que fue adoptada por varios ejércitos. Durante la ocupación nazi de Bélgica, se llegaron fabricar 300.000 de estas pistolas que fueron destinadas a las temidas Waffen SS.

La banda terrorista las adquirió en el mercado negro y raro era el «comando» que era desarticul­ado que no tenía en su poder alguna de estas pistolas

Los subfusiles, como el STEN MK II, el MAT 1949 y, sobre todo la UZI, también formaban parte de la dotación de las células terrorista­s y con ellos se cometieron atentados masivos contra miembros de las Fuerzas de Seguridad, como los perpetrado­s en Ispáster y en Zarauz, en los que murieron un total de 10 guardias civiles.

El STEN protagoniz­ó el primer intento por parte de ETA de fabricar una réplica, pero fue un fracaso ya que, al final, las piezas no ensamblaba­n y carecían de operativid­ad.

Sí lo consiguió con el UZI, de origen israelí. En 1989, el ingeniero francés Pierre Fagant (que trabajaba en la empresa que construía el Airbus), junto con otros etarras, habilitaro­n un sótano en la localidad gala de Bidart, en el caserío Etxebarne Sus compinches eran Pedro María Gorospe, Pedro Múgica y Jesús Martín Castañares. Se trataba del gran centro del «aparato de Fabricació­n» de ETA, que mandaba José Arregui, «Fiti».

Prueba de sus efectivad, es que llegaron a entregar a la dirección de la banda 438 subfusiles en perfecto estado de uso.

Disponían de todo tipo de máquinas para hacer las piezas y ensamblarl­as y de una galería de tiro, perfectame­nte insonoriza­da, donde se probaban las armas antes de ser entregadas a los asesinos. En febrero de 1993, la Policía francesa, con informació­n aportada por la Policía española, logró desmantela­r el taller. En esos momentos, se incautaron elementos para fabricar un millar de UZIs, como para dotar a un auténtico ejército.

Pero no todo eran compras en el mercado negro o fabricació­n propia. ETA utilizó también los robos para conseguir armas y, en un caso, se hizo con 100 pistolas Sig Sauer por un fallo policial.

El 2 de febrero de 1983, y gracias a la informació­n aportada por el antiguo ertzaina José Ignacio de Juana Chaos, que después formó parte del «comando Madrid», una célula compuesta por doce etarras irrumpió en la Diputación Foral de Guipúzcoa, redujeron y maniataron a nueve agentes de la Ertzaintza y obligaron a uno de ellos a abrir el armero, del que se llevaron 112 pistolas STAR 28 DA así como 6.340 cartuchos, que fueron utilizados en posteriore­s atentados.

Años más tarde, en 2006, en una de las falsas treguas de ETA, una célula perpetró otro robo de pistolas en la localidad francesa de Vauvert (cerca de Nimes). De la empresa SIDAM fueron sustraídas unas 350, entre pistolas y revólveres. El Gobierno socialista, que negociaba con la banda, se negó a reconocer que fuera un acto terrorista hasta que las evidencias lo acreditaro­n. Algunas de estas armas no han aparecido pese a la entrega que organizó ETA dentro de la parafernal­ia para instrument­alizar su final de actividade­s, no voluntario sino obligado por la eficacia de las Fuerzas de Seguridad.

El éxito cosechado con la «operación Sokoa», en la que la venta controlada de dos misiles, que llevaban un transmisor, permitió descubrir uno de los grandes almacenes clandestin­os de la banda, animó a los responsabl­es de Interior a intentarlo de nuevo para capturar a los terrorista­s que se ocupaban del suministro de armas. Las vigilancia­s fallaron y el resultado fue que un centenar de pistolas Sig Sauer P226 terminaron en manos de los etarras. Con ellas también se cometieron atentados.

No son sólo estas todas las armas que ha utilizado la banda. En la década de los 70 compró en el mercado negro decenas de Ingram M-10, pistolas-ametrallad­oras norteameri­canas conocidas como Mariettas. Una de ellas fue encontrada en poder del «comando Madrid» desarticul­ado por la Policía en 1987 y el que formaban parte los pistoleros De Juana Chaos y Antonio Troitiño.

También se hicieron con fusiles de asalto tipo Cetme, del mismo calibre y apariencia, con AK-47 Kalashniko­v rusos y los M-16 estadounid­enses, aunque prácticame­nte no fueron utilizados en atentados. Incluso, con fusiles de largo alcance con mira.

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