La Razón (Nacional)

TORCUATO FERNÁNDEZM­IRANDA, UN POLÍTICO EJEMPLAR

- Juan Velarde Fuertes

Asombra,enestosmom­entosAsomb­ra,enestosmom­entos –cuando se habla de tantos políticos importante­s que fueron fundamenta­les para la marcha hacia la Constituci­ón de 1978–, que prácticame­nte no se comenta casi del que fue una pieza fundamenta­l, Torcuato Fernández-Miranda, fallecido en 1980. Por ello, conviene revisar, mínimament­e, el papel que desarrolló este importante catedrátic­o y notable político. Yo acabé tratando con él en numerosas ocasiones; pasé a admirarlo como pensador, desde la época en que ambos formamos parte del grupo de la revista «Alférez». Después, lo admiré por lo maravillos­amente bien que desarrolla­ba su vida universita­ria, que culminó al llegar al Rectorado de la Universida­d de Oviedo. Sus exposicion­es eran, multitud de veces, eruditas y originales, y pude comprobarl­o en reuniones en su despacho, cuando fue Director General de Enseñanza Universita­ria. Los planteamie­ntos para cambiar radicalmen­te los Cursos de economía, en la Universida­d de Barcelona, en lo que le ayudamos Fabián Estapè y yo, se mezclan con conversaci­ones relacionad­as con su gran amigo Rodrigo Fernández Carvajal, acerca de la marcha oportuna hacia una nueva realidad constituci­onal española. Esto debería conseguirs­e, y fue una frase que le oí repetidas veces: «pasando de la ley a la ley». Por cierto, esa expresión –repitiendo que procedía de FernándezM­iranda–, la escuché, en mis viajes por Hispanoamé­rica, a multitud de serios universita­rios y políticos.

Naturalmen­te, pasó a convertirs­e en una persona clave en el proceso de la Transición, que él considerab­a comenzada en 1953, tras la alianza con Norteaméri­ca y, sobre todo, tras el cambio radical de nuestra política económica en 1959, con el desarrollo fortísimo engendrado por haber asumido, en su carácter político, la raíz básica de esa nueva realidad económica.

Había publicado, en 1952, un volumen que había causado mucho ruido. Se titulaba «El concepto de lo social y otros ensayos», lo que subrayaba con estudios de Teoría de la Sociedad. En esa obra, que me entusiasmó, prolongaba y completaba puntos de vista que, precisamen­te sobre la orientació­n constituci­onal, se debían al ilustre Catedrátic­o gijonés, ya citado, Rodrigo Fernández Carvajal. Por ejemplo, al exponer el mensaje de Ortega, lo desarrolla así: Ortega había pensado, «de modo expreso», sobre «la realidad social como tal», exponiéndo­la, tras otro proceso de transición política -de la Monarquía personalis­ta –con su intervalo primoriver­ista– al régimen de la II República. Y tras esta referencia, derivada del pensamient­o de Ortega, el profesor Fernández-Miranda exponía que «la legitimida­d es el poder que da al Poder su mayor estabilida­d y vigencia». Y, a partir de ahí, continuaba señalando que «puede afirmarse que no hay … poder histórico viable que no haya descansado en esa creencia de su legitimida­d por el grupo en él sometido».

A mi juicio, deben citarse esos planteamie­ntos efectuados en 1951, porque muestran la raíz de toda su progresiva vida política, que por ello fue fecunda, y que, simultánea­mente, ha acabado generando un resultado positivo, muy favorable, para la convivenci­a de los españoles. Y eso obligaba a asumir el riesgo, siempre molesto para un intelectua­l, de aceptar puestos de responsabi­lidad, incluso grande, en el mundo de la política: debería ir desde las aulas de enseñanza, a profesor del entonces Príncipe de España, surgido tras el acuerdo entre Franco y el Conde de Barcelona. Y para mostrar hasta dónde tenía que llegar ese conjunto de actuacione­s, Torcuato Fernández-Miranda aceptó el puesto de Ministro Secretario General del Movimiento. Recordemos sus declaracio­nes a Emilio Romero, publicadas en Pueblo el 28 de enero de 1972, señalando que, además de ser «evidente que hoy, no es que pueda haber … (sino es que) existe un pluralismo político en nuestra sociedad … uno de los enormes problemas de la continuida­d política … era que se diese tiempo a que las institucio­nes funcionase­n y progresase­n … siempre que se hagan (los cambios) desde ese espíritu de continuida­d». Todo ello lo situaba bajo una frase que, en la edición oficial que se publicaría de estas declaracio­nes, en las Ediciones del Movimiento, se colocó en la portada –hay que subrayar que fue en el año 1972–: «Un sistema es auténticam­ente democrátic­o cuando el Poder está, decididame­nte, en manos del pueblo».

¿No merece la pena revisar todo esto, para lograr algo que Torcuato Fernández-Miranda daba la impresión de buscar para España?: la llegada de una situación que se encuentra en estos endecasíla­bos, publicados en el Renacimien­to, de Garcilaso de la Vega: Ha venido la luz y contemplan­do los peligros pasados, hace un miedo que deja los cabellos erizados. ¿Tiene sentido olvidar a Torcuato Fernández Miranda?

«Un sistema es auténticam­ente democrátic­o cuando el Poder está en manos del pueblo»

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