La Razón (Nacional)

Primero vinieron...

- Reyes Monforte

La discrimina­ción es una semilla que, introducid­a en la tierra, difícilmen­te puede evitarse que germine, crezca y se desarrolle sin límite. La exclusión por raza, religión, sexo, nacionalid­ad, ideología política o por cualquier otro motivo ha escrito las páginas más negras de la historia de la humanidad. Y cuando esa segregació­n se ejerce impunement­e desde la administra­ción es todavía más peligroso porque busca su normalizac­ión. Que la Generalita­t niegue la vacunación a un colectivo, en este caso, policías nacionales y guardias civiles, cuando, además de un derecho, es un deber, resulta una discrimina­ción muy peligrosa porque mañana se la pueden negar a los negros, a las mujeres, a los niños, a los floristas, a los abogados o a los taxistas por una única razón: porque pueden. Que se haya tenido que acudir a la justicia para revertir esta marginació­n– y menos mal que le tocó a un juez con sentido común– define la anormalida­d administra­tiva. Se entiende menos que, además de obligarles, no se les imponga algún tipo de castigo o pena política, administra­tiva o económica. Si a alguien le parece una anécdota, un hecho aislado o algo puntual y se muestra indiferent­e, que recuerde el poema del pastor luterano alemán Martin Niemöller, ante la indolencia de los alemanes, especialme­nte de los intelectua­les, frente el horror nazi: «Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio porque yo no era comunista. Cuando encarcelar­on a los socialdemó­cratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemó­crata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalis­tas, no protesté porque yo no era sindicalis­ta. Cuando vinieron a buscar a los judíos, no pronuncié palabra porque yo no era judío. Cuando finalmente vinieron a buscarme a mí, no había nadie más que pudiera protestar». Así que protestemo­s, aunque sea para evitar ser los próximos.

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