LOS BOINAS VERDES DICEN ADIÓS A «CAMP BASTIÓN»
LaLa construyeron los británicos, la ampliaron los norteamericanos y llegó a ser una de las mayores bases operacionales del mundo, con más de 30.000 soldados y medio millar de vuelos semanales de abastecimiento. «Camp Bastión» se alzó en la provincia afgana de Helmand, el corazón de la insurgencia talibán y de los campos de amapola, allí donde, en los veinte años de guerra, habrían de perder la vida 962 militares aliados –el último, el sargento Emond, el 11 de noviembre de 2018-– y más de tres mil resultar gravemente heridos. Camp Bastión se hizo conocida tras un asalto guerrillero que, en 2012, acabó con un escuadrón de caza-bombardeos Harrier, daños en los hangares y un teniente coronel de los Marines muerto. A partir de 2015, poco a poco, las instalaciones fueron pasando al control del Ejército afgano, que se comió otro asalto en 2019, dirigido por un coronel, antiguo jefe de la base, al que habían retirado del cargo por corrupción. A los soldados afganos, que sufrieron varias docenas de muertos, les salvó un ataque aéreo. En «camp Bastión» ya sólo quedaban dos centenares de boinas verdes, de un batallón de operaciones especiales, que ocupaban un pequeño recinto amurallado, denominado «camp Antonik». El domingo, ahí tienen la imagen de la arriada de bandera, se lo traspasaron a las fuerzas afganas. El lunes, los talibanes, en Helmand, destruyeron o capturaron 11 puestos de la Policía.