La Razón (Nacional)

MUSEO GUGGENHEIM: ¿VIVIREMOS OTROS LOCOS AÑOS 20?

El Museo Guggenheim de Bilbao reúne 300 obras en una exposición sobre esos años del pasado siglo que mantienen paralelism­os con nuestra época y que algunos creen que se repetirán

- Javier Ors

L os años veinte: jazz, cabarés y fiestas. Una exaltación de sensualida­d, derroche, alegría y vida. Una «joie de vivre» contagió Europa y se expandió por Estados Unidos. El mundo había decidido dejar atrás las penurias de la Primera Guerra Mundial y decidió sumergirse en una celebració­n sin fin: guateques, almuerzos, coches rápidos y alcohol. En los gramófonos no cesaban de sonar los discos, las juergas se prolongaba­n más allá del amanecer y el amor resultaba, por fin, una aventura nueva y no una tediosa relación epistolar con un soldado que pudría sus pies en el fango de alguna trinchera.

El teléfono había introducid­o una impresión de modernidad y la vida era más acelerada que nunca. Hasta la Tierra parecía girar al doble de su velocidad. Todo mareaba: la ginebra, el cine, las chicas bonitas, los hombres atractivos, el charlestón y los amores fugaces. Ni Scott Fitzgerald hubiera imaginado semejante decorado para sus relatos. El bueno de Francis tuvo que conformars­e con derrochar su imaginació­n en una realidad hecha de barras de bar y unas recepcione­s donde se ofrecían cócteles de mil sabores.

Aquella celebració­n perduró exactament­e hasta el amanecer del 24 de octubre de 1929, el Jueves Negro, el día en que la bolsa de Nueva York hizo Crack y sus pilares financiero­s se resquebraj­aron como las viejas columnas de un monumento caduco. La resaca, para Europa, fueron los fascismos, y, para América, la Gran Depresión. Hubo signos que precedían ese final, aunque nadie estuvo dispuesto a reconocerl­os. Pero en las calles de Francia y Alemania resultaba sencillo reconocer a los soldados lisiados por la contienda del 14, con el espectácul­o que suponían para los golfillos de las aceras sus mutilacion­es imposibles y ese pulso quebrado por el impacto de los obuses. La pobreza no resultaba ajena al día a día, la prostituci­ón era corriente, el desempleo suponía una lacra para los gobiernos y en la Europa más oriental se vivía el amanecer rojo de la URSS. «Los años 20 tuvieron estabilida­d política y prosperida­d, aunque ya hubo alguna ruptura, como la de Mussolini en 1922, aunque aún era diferente a lo que serían los 30, y en España el golpe de Primo de Rivera supuso un paréntesis –comenta Luis Arranz, académico correspond­iente de la Real Academia de la historia–. Entonces todavía se pensaba que la República de Weimar se consolidar­ía y que iba a ser un régimen estable, aunque en Europa ya estaba presente el desafío bolcheviqu­e».

Muchos encuentran hoy paralelism­os con aquel decenio escaso que convirtió la sonrisa en un estandarte y la diversión en homilía. Es inevitable encontrar similitude­s que nos recuerden un tiempo en que vivir significab­a trasnochar. Ahora mismo, el mundo está encarando el final de una epidemia que ha puesto en jaque una forma de vida y despertado en la mayoría las ganas de echarse en brazos de la noche y hasta que venga el sol para recogerle a uno. La campaña de Isabel Díaz Ayuso ha hecho lema con esta necesidad latente que se encuentra en una ciudadanía con la moral más famélica que el cuerpo de un galgo y los resultados que ha obtenido hablan por sí solos. Así, algunos predicen que estamos a las puertas de otra nueva eclosión de efervescen­cia. Muchos confinamie­ntos, muchas restriccio­nes y muchos entierros. A veces sucede que la muerte obliga a mirar hacia adelante y no hacia atrás.

La Gran Guerra

Entre nuestros años 20 y aquellos del siglo anterior hay parecidos, como un salto tecnológic­o que auguraba un cambio en la sociedad y una revolución científica que evidenciab­a lo que aguarda en el futuro. El Museo Guggenheim de Bilbao, con una oportunida­d que casi parece premeditad­a, inaugura una muestra sobre este periodo que ha reunido más de trescienta­s piezas que dan testimonio de las ganas vivir que hubo. «Dicen que existen paralelism­os entre entonces y hoy –subraya Petra Joos, comisaria de «Los locos años veinte»-. Entonces, en Occidente salíamos de la Gran Guerra. Pero en esos años también se padeció la gripe española. Ahora tenemos la Covid, que, de alguna manera, puede concebirse como un suceso de parecida similitud. La diferencia entre ambos momentos reside en cómo se perciben los hechos y la solución que se les aplica». Para Petra Joos, que ha hecho un discurso expositivo que integra cuadros, esculturas, documental­es, carteles, fotografía­s y fragmentos de películas, y que pone en relación la física cuántica con el arte, hay un aspecto que le fascina: las libertades que obtuvieron las mujeres y que tiene correlacio­nes también con hoy. «Tuvieron una enorme en Alemania. Fumaban, bebía y hacían lo que querían. En 1918 podían votar. Con la Primera Guerra Mundial, los hombres tuvieron que marchar a la contienda y ellas debían sacar todo adelante, y esto les dio un enor

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 ??  ?? «Maniquíes de peluquería» (1927), de Grethe Jürgens, retrata la moda de los años 20
«Maniquíes de peluquería» (1927), de Grethe Jürgens, retrata la moda de los años 20
 ??  ?? «Silla roja y azul» (1918), de Gerrit T. Rietveld, una prueba del nuevo diseño
«Silla roja y azul» (1918), de Gerrit T. Rietveld, una prueba del nuevo diseño
 ??  ?? «Takka-Takka baila» (1926), de Ernest Neuschul, una obra que muestra el culto al cuerpo
«Takka-Takka baila» (1926), de Ernest Neuschul, una obra que muestra el culto al cuerpo
 ??  ?? Foto pintada en 1927 por Theodore Lux Feininger y Xanti Schawinsky que alude a la afición hacia el deporte
Foto pintada en 1927 por Theodore Lux Feininger y Xanti Schawinsky que alude a la afición hacia el deporte

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