El valle de la infelicidad
De vez en cuando aparece un libro que asusta –aunque sea un poco– a la industria de la tecnología. Pues bien, la sensación de esta temporada es el relato de Anna Wiener, quien tuvo un asiento de primera fila en una empresa de Silicon Valley desde donde observó los que empañan el aura de los «buscadores de oro digitales»: la invasión de privacidad, el corporativismo alienante, la falta de diversidad, el ciberacoso, las campañas de conspiración o la radiación de fondo de la misoginia en sus diversas formas. El libro es muy interesante, aunque no hallarán todavía a una Joan Didion en esta autora que, a los 25 años, deja su empleo en una agencia literaria neoyorquina y sigue el canto de sirenas de las prósperas startups tecnológicas hasta recalar en San Francisco. Se verá absorbida por su existencia en el «Valle», alienada por su influencia hipnótica y los efectos corrosivos de su cultura. Rodeada de hombres jóvenes –y pocas mujeres– a quienes se les masajea el ego de forma permanente, fastuosos CEO que tratan a su personal como basura y productos tecnológiproblemas cos extravagantes comercializados de tal modo que podrían dejar a un visitante de otro tiempo preguntándose qué demonios fuman. La autora debió pensar que sería mejor contar la historia que seguir viviéndola; una vía de escape ante la infelicidad para advertirnos sobre la disfunción sistémica del mundo tecnológico, donde cada uno vive para sí mismo, la jerarquía es brutal y el tomar impulso resulta despiadado. Así, de un modo ingenioso retrata lo susceptible que podemos ser al sentido de
la propiedad y a esos CEO entregados a pronunciamientos mesiánicos: «Estamos haciendo productos que pueden lograr el pliegue de la humanidad». Silencia también los nombres de las personas y las empresas, que son reemplazados con algunas fórmulas genéricas: «La supertienda monopolística online» o «la red social que todos odian». «Ahora somos el Gobierno –le comenta un compañero a la autora–, y en Silicon Valley, los Maestros del Universo todavía sueñan...».