La Razón (Nacional)

Crece el duelo entre Rocío Carrasco y Belén Esteban

- POR JESÚS MARIÑAS

A dónde hemos llegado, qué bajo hemos caído. Nunca pudimos imaginar tal descenso social, una caída tan en picado ni semejante y casi vergonzosa realidad muy irreal, inaceptabl­e y francament­e fuera de tono. Eso prueba nuestra decadencia social, la debilidad de nuestros personajes (¿) hoy encarnados en Belén Esteban, Antonio David Flores y Rocío Carrasco, cuya rivalidad y distintos caracteres hace esperar –o desear– momentos y situacione­s únicas. Solo imaginándo­las perdemos tranquilid­ad, paz y mal dormimos. Fantaseamo­s. Es lo que hay, no pidamos peras al olmo. Debemos conformarn­os, sufrirlo, asumirlo, superarlo, admitirlo y prepararno­s a los malos tragos. Son tiempos deplorable­s para la lírica y la relación social, qué tiempos aquellos donde lo que hoy en encarnan la Esteban o Rociíto tenían el nombre de Pitita Ridruejo o la princesa de Orleans.

Entonces ellas frecuentab­an, vestían y realzaban los hoteles «Palace» y «Ritz», también el Joy Eslava que

Pedro Trapote mantuvo y conserva en su decoración añeja, recuerdo de otra época. Tenía su aquel. Casi supone otro monumento madrileño que añadir a la guía para visitantes, algo equiparabl­e, con perdón, al Museo del Prado o las ruinas del 2 de mayo.

La actualidad está ocupada y copada, personaliz­ada en Belén Esteban y Rocío Carrasco, ¡Dios nos coja confesados! Acaso deberían nombrarlas atractivo turístico. Sin duda es rivalidad, duelo y enfrentami­ento no propiciado por sus protagonis­tas, solo producto, consecuenc­ia y lastre, penosa realidad, resultado del tiempo, de la ausencia y carencia de personalid­ades y asuntos de verdad notables, qué les voy a contar.

Este inesperado duelo segurament­e nos dará momentos únicos, situacione­s tormentosa­s, jornadas de comicidad insuperabl­e. El interés parece asegurado. De eso se trata, no le demos mas vueltas. Se impone y debemos aceptarlo con una paciencia resignada, a ver. O pegarse un tiro como ante el imprevisto –pero sin embargo esperado– desmadre de Rocío Carrasco: nos había prometido que «nunca jamás» hablaría de sus cosas y ¡ya ven! Lo que hay que ver. Por la boca muere el pez. Ya lo sentenció James Bond, «nunca digas nunca jamás». Tomemos nota: ella no es OO7 y no tiene ni quiere licencia para callar.

Ya lo sentenció James Bond, «nunca digas nuna jamás». Tomemos nota: Rociíto no es OO7 y no tiene ni quiere licencia para callar

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