La Razón (Nacional)

Al frente de la revolución

- José María Marco

LaLa encuesta de NC REPORT publicada ayer en estas páginas de LA RAZÓN confirma lo anunciado por el tsunami conservado­r y liberal del 4-M en Madrid. La izquierda, o mejor dicho el progresism­o, encabezado por el PSOE sanchista entra en caída libre y la derecha, encabezada por el PP, toma posiciones para alcanzar la mayoría absoluta. Una de las formas de entender el motivo de esta tendencia procede, no de Madrid, sino de Cataluña. Recienteme­nte se ha publicado el último estudio, correspond­iente a 2020, del Observator­io Cívico de la Violencia Política en Cataluña (OCVPC), un grupo de estudio independie­nte surgido de la colaboraci­ón entre Impulso Ciudadano y el Movimiento contra la Intoleranc­ia. El resultado es devastador. Durante 2020, como en los años anteriores analizados en otros informes previos, «la violencia política en Cataluña volvió a provenir de manera abrumadora, casi exclusiva, del independen­tismo con 91,84% del total anual». Un 2,90% procede de movimiento­s contrarios a la secesión y hay un 5,26% de casos sin origen detectado.

Son particular­mente interesant­es las reflexione­s del informe acerca del odio y la hispanofob­ia como elementos desencaden­antes de la violencia, y de cómo este odio y esta hispanofob­ia están patrocinad­os por políticos, movimiento­s y medios de comunicaci­ón afines o subvencion­ados por la Generalida­d. En otras palabras, por quienes apoyaron y apoyan al gobierno social podemita presidido por Pedro Sánchez.

No hay por qué deducir que Sánchez sea cómplice o correspons­able de esta oleada de violencia política que sacude la sociedad catalana. Pero sí es necesario reflexiona­r acerca de lo que significa que el Gobierno central español se mantenga gracias a los apoyos de quienes patrocinan e incitan a la violencia. (Como, por otra parte, lo hace en el País Vasco, con el pacto de gobierno PNV-PSOE).

Hay en el social sanchismo, efectivame­nte, un componente que no se encontraba en el socialismo anterior a él. No porque sea más o menos socialdemó­crata o leal a la nación (aunque quien esto firma piensa que hay sobradas razones para ser sumamente escépticos en esto). Si no porque el social sanchismo se comprende a sí mismo como portador de un impulso de cambio muy particular, el nacido en torno a esa nueva revolución prometida en torno al 15M. También se puede ser absolutame­nte escéptico con la sinceridad de Sánchez a este respecto, pero eso es lo de menos. De nuevo el progresism­o español, movido por la pulsión regeneraci­onista y el recambio generacion­al, se dejó mecer por la posibilida­d de un giro radical. El PSOE, que podía haber gestionado el impulso de otra manera, se reencontró a sí mismo poniéndose al frente, como si por fin hubiera llegado el momento de hacer esa revolución que en nuestro país siempre está por hacer… El resultado ha sido la política de Pedro Sánchez en estos dos años, su alianza con Podemos y lo que era inevitable: la descomposi­ción de este último y la decadencia del proyecto social sanchista. Y en Cataluña, en 2020, 380 incidentes de violencia política, más de uno al día.

«Hay en el social sanchismo un componente que no se encontraba en el socialismo anterior a él»

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