La Razón (Nacional)

«Cuando remo solo pienso en eso, es como si volara»

La remera, doctoranda de Neurocienc­ia en Cambridge, ha hecho historia en una de las competicio­nes más antiguas del mundo

- Macarena Gutiérrez - Madrid

SoloSolo ha habido tres momentos de la historia en que la mítica regata entre Oxford y Cambridge ha tenido que suspenders­e por causas de fuerza mayor. Ocurrió durante la dos Guerras Mundiales y volvió a suceder el año pasado, cuando el planeta entero batallaba contra el coronaviru­s. Inaugurada en 1829, aunque de carácter anual a partir de 1856, la competició­n ha tenido este año otra rareza de colección. Por primera vez una española, Adriana Pérez Rotondo, se ha fajado en el puesto de proa del equipo titular (en 2019 lo hizo como reserva) para llevar el trofeo a Cambridge. Sucedió el pasado 4 de abril y ha sido la cuarta victoria consecutiv­a de esta universida­d, la 45 de las 75 disputadas por mujeres desde 1927.

Desde el campus donde estudia un doctorado en Neurocienc­ia Computacio­nal desde 2018, esta madrileña de 25 años cuenta a LA RAZÓN lo que ha supuesto para ella entrar en el olimpo de los remeros, un club que cuenta con miembros como Lord Snowdon, esposo de la princesa Margarita de Inglaterra, o el actor Hugh Laurie, el célebre «doctor House». Adriana se explica en un esforzado castellano, con un leve acento atribuible a la cantidad de años que lleva formándose en el extranjero: «La carrera fue una experienci­a increíble, todo un privilegio estar ahí». Ella fue una de las ocho atletas que remontó en apenas 17 minutos a bordo del «Blue Boat» los casi cinco kilómetros del Great River Ouse, a 120 kilómetros de Londres. También fue la primera vez que la competició­n no se celebraba en

Arriba a las cinco de la mañana, hora y media de entrenamie­nto antes de ir al laboratori­o, más preparació­n por la tarde...

el río Támesis de la capital a causa del confinamie­nto.

La victoria fue ajustadísi­ma, por menos de una eslora, y tras una regata muy igualada en la que «hubo choque de remos desde el principio, algo que no suele suceder. Fue muy emocionant­e». Las chicas de Cambridge lo dieron todo: «Hubo muy poca diferencia, estuvimos todo el tiempo al lado del otro barco, podíamos oír lo que les decía su timonel. Al principio ellas iban delante, pero conseguimo­s remontar. Hacemos muchas visualizac­iones antes de la carrera, también nos situamos mentalment­e en el momento del dolor, cuando tu cuerpo te dice que pares. Ahí tienes que decidir qué vas a hacer, si vas a ir más allá. Ese día funcionó».

Antes de llegar al éxtasis del triunfo, Adriana tuvo meses de intensa preparació­n. Madrugones a las cinco de la mañana para lograr sacar una hora y media de entreno en el agua antes de su actividad en el laboratori­o. Por la tarde, casi dos horas de ejercicio con pesas o en la máquina de remo. Un sacrificio que ella da por bueno. Aunque el ambiente en el equipo es de máxima rivalidad hasta saber quién competirá de titular, también es «fantástico, creas conexiones con tus compañeras muy intensas, las ves cada día y compartes situabasta­ron ciones de mucho estrés».

Hay casos, como el de esta madrileña, en los que el talento parece llamar al talento. Después de estudiar Matemática­s y Física en la Universida­d de Columbia (Nueva York), fichó por Cambridge para un máster y acabó quedándose para convertirs­e en doctora gracias a una beca por su expediente brillante. Siempre le había gustado el deporte, la hípica y un poco de triatlón a nivel aficionado, pero «nunca había remado, no sabía ni que existiera la disciplina en España». Le unos meses para que el equipo la quisiera en sus filas. Logró hacerse una reputación entre compañeras que llevaban remando desde niñas, algunas de ellas incluso campeonas olímpicas. Ella atribuye su destreza a su complexión, «físicament­e soy alta», y a que, «aunque requiere coordinaci­ón, la técnica se puede aprender tarde, no como la natación o la gimnasia». Adriana evoca las sensacione­s de estar en medio del río: «Es como entrar en un estado de meditación, estar ahí fuera, remando al aire libre. De pronto se produce un click en tu cabeza y sólo piensas en eso, en lo que hace tu cuerpo, durante una hora y media. Es como si estuvieras volando, planeando sobre el agua». El siguiente paso de este portento será hacerse un hueco en el mundo laboral, quizá en una empresa de Inteligenc­ia Artificial. Seguro que encuentra rivales a su altura porque esta mujer está hecha para las hazañas.

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Adriana, en un entrenamie­nto con el equipo de Cambridge, que siempre viste de azul claro

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