El color y gloriade Pedro Almodóvar llega al Museo de Santa Cruz de Toledo
El cineasta manchego se atreve con la pintura de la mano de Jorge Galindo, artista afincado en Borox, en una muestra que se expone en el Museo de Santa Cruz de Toledo
Pedro es un genio hasta cuando reposa. La exposición que ayer inauguró junto a su amigo y admirado Jorge Galindo, pintor afincado en Borox (Toledo) desde hace quince años, lo demuestra. El Museo de Santa Cruz, el mismo que acogió las magnas exposiciones de El Greco durante el año de su IV Centenario, alberga desde ayer y hasta el próximo 5 de septiembre, la muestra «Pinturas», un singular recorrido por el universo de estos dos creadores que tiene en el color, la primavera y el bodegón sus principales motivos.
«Yo a la pintura le tengo mucho respeto y realmente fue Jorge quien creía desde el principio en la química que entre los dos podía surgir», dice Almodóvar. Y así nació este particular recorrido por el universo del cineasta manchego y el pintor afincado en Toledo.
La relación entre ambos surge cuando Pedro comienza a comprar cuadros de Jorge Galindo hace algunos años y empieza a utilizarlos en sus películas. El comisario de la exposición, Rafael Doctor Roncero, natural de Calzada de Calatrava igual que Almodóvar, explica que la exposición cuenta con casi una treintena de obras hechas entre los dos, a cuatro manos. «Lo realmente asombroso, magistral es la danza que ambos establecen entre sus dos realidades, la del cine de Pedro y la pintura de Jorge».
De hecho, un apartado muy especial de la muestra es una gran reproducción cinematográfica de la propia elaboración de los cuadros. Jorge Galindo es un artista plástico de origen madrileño que lleva viviendo en Borox quince años. Y junto a Pedro, según puede verse en el documental que muestra la exposición, establece una peculiar sinergia en forma de danza o baile, donde cada uno de los artistas desliza en el lienzo lo mejor de sí mismos. El resultado es este conjunto de obras seleccionadas, entre las cincuenta que llegaron a realizar. Una explosión de color de dos universos diferentes, pero que tienden a unirse y expandirse por los pliegues de la pintura. Alcanzan incluso cierta trascendencia al mostrarse en el crucero superior del museo, antiguo Hospital de Santa Cruz, donde descansa el talento de los dos creadores. Almodóvar llegó a la una del mediodía, acompañado por Galindo, y fueron recibidos por el presidente de la Junta, Emiliano García-Page, y la alcaldesa de Toledo, Milagros Tolón.
«Elegimos Toledo porque tenéis un lugar impresionante, sobre todo, para exponer pinturas de grandes tamaños. Para mí es un sueño estar aquí... Es uno de mis lugares favoritos, en el momento que se vio la posibilidad de estar aquí fue una gran alegría», comentó Almodóvar tras sus gafas de sol blancas.
«Yo tengo familiaridad con el color y por eso me atreví a la realización de los cuadros, porque el pintor no soy yo, es él –prosigue–. La experiencia ha sido apasionante, porque recibes la respuesta inmediata a lo que estás haciendo... En cine, desde que escribes el guión hasta que recibes la respuesta del público tras el estreno de la película, pasa por lo menos año y medio... Pero es la primera vez que realmente cojo una brocha y es verdaderamente excitante».
«La obra es especialmente colorista, la pintamos con todo el cuerpo, estamos siempre encima del cuadro... Cualquier cosa que vayas a ver fuera de tu casa, merece la pena, porque las casas ahora se han convertido en lugares de reclusión... Después de ver esto, creo que se sale con buen ánimo... Es una pintura que respira vitalidad», asegura.
Jorge Galindo es el que más creyó en la conjunción con Pedro. «Hay que volver a los museos, aquí en Toledo los tenéis sensacionales y ahora que se va a celebrar su día internacional, hay que recordar que es necesario volver a los museos. Los dos, Pedro y yo, estamos en sintonía y entre los dos ha surgido una magia especial... Yo conocí a Pedro como coleccionista mío y vi alguno de mis cuadros en sus películas... Eran cuadros con estas flores... Sabía que funcionaría viendo las fotografías de Pedro en sus propios bodegones».
La Mancha sube a Toledo y se encuadra en la ciudad de El Greco. El color transita los siglos hasta deslizarse por esta treintena de obras abstractas, con figuración de fondo. El arte, cuando vuela de la mano de dos genios, termina en género inclasificable. Como vaca sin cencerro.