La Razón (Nacional)

«Yo no podría soportar un San Isidro de treinta tardes»

El galeno lleva 510 cornadas atendidas, entre ellas, tres en esta semana

- RODRIGO CARRASCO –

ConCon su exquisita educación de siempre se le nota algo alterado, aunque reconoce que en parte es por la atención a la prensa, le incomoda un poco que entremos en el quirófano, sagrado. Fuma mientras hablamos. Salvar vidas desgasta y dos ha salvado ya este San Isidro, especialme­nte, la de Juan José Domínguez: «Apenas pude dormir una hora. No podía dejar de pensar en lo que le podría haber pasado, los órganos vitales que podría haber afectado, podría haber muerto si la trayectori­a del pitón hubiese variado en escasos centímetro­s. Revivía la secuencia en mi cabeza una y otra vez, como una pesadilla. Curiosamen­te no soy un médico que analice que podría haber salido mejor en el quirófano, pero sí me lo pregunto sobre lo que podría haber ocurrido en el ruedo»

El compromiso de Enrique con la tauromaqui­a supera la profesiona­lidad: «Mi vinculo con los toreros me hace sufrir mucho». Tanto que el cirujano lleva la cuenta de las cornadas que lleva intervenid­as a lo largo de su trayectori­a, 510. Pero después del medio millar «todavía sigo sin poder evitar sentir pena cuando veo una cornada y me traen en volandas a un torero, odio esa escena».

Después de décadas salvando a matadores, este es su primer San Isidro, un territorio dominado en exclusiva hasta ahora por el Doctor Máximo García Padrós, Cirujano de Las Ventas. Crespo reconoce que es la primera vez que trabaja en un ciclo tan largo, y eso que este año es la versión breve de San Isidro: «Ahora admiro más que nunca a Padrós. Yo no sería capaz de soportar un San Isidro de treinta tardes». Lleva tres cornadas en los últimos cuatro días. Todavía le quedan tres tardes más para terminar esta decena de días sin descanso, «y por las mañanas estoy en la Clícisamen­te,

«Mi padre fue quien diseñó esta enfermería. Siento estar culminando su obra con mi trabajo en este San Isidro»

nica Ruber», apunta el cirujano mientras se ríe.

Como a todo galeno, también le ha pasado factura la covid, «Aunque los cirujanos no hayamos sido los especialis­tas más demandados, hemos tenido más trabajo que nunca. Con la Seguridad Social saturada la gente venía en masa a operarse a la privada». El doctor además, también pasó el covid, «pero afortunada­mente solo perdí el olfato».

El cirujano y su mujer casi no se acuerdan de lo que son las vacaciones: «El año pasado no tuvimos y luego en verano yo no paro con los toros» Huesca y Zamora son las dos principale­s enfermería­s que dirige, a las que hay que sumar una docena de pueblos, especialme­nte en la Comunidad de Madrid. Porque el cirujano visita todo tipo de plazas, enfermería­s e incluso en donde no las hay traslada una UVI móvil. Preen

Preen estos festejos y plazas menores debe gran parte de su experienci­a. La cornada del novillero Manuel Perera, que ha impactado al país entero con la imagen del espada sujetándos­e su propio abdomen, él ya la ha tenido que intervenir en los encierros de Ciudad Rodrigo. «Hemos visto de todo, hasta siete cornadas en una misma anatomía».

El Doctor Crespo reconoce «que por una parte, la personal y humana, desea que este San Isidro termine, pero mi parte de aficionado prefiere que continúe». Aunque reconoce estar muy ligado a esta enfermería: «La diseñó mi padre, también cirujano taurino de profesión, pero él nunca la pudo estrenar, por lo que podemos decir que estos días estoy culminando su obra, me siento tremendame­nte orgulloso». Ayer, a la salida del festejo, se le veía en el patio de caballos especialme­nte radiante, ya sin nervios, sin preocupaci­ones, aparenteme­nte relajado.

En estos días de carrusel de percances han saltado las teorías sobre las causas que han podido potenciar el volumen de cogidas en estos días. Hay quienes apuntan a la falta de rodaje del escalafón por la reducción del número de festejos, mientras otros ponen el ojo en el campo bravo. El propio Victorino Martín aseguraba hace unas semanas a LA RAZÓN, que este invierno ha tenido más bajas en su camada por cornadas que nunca. «Hasta un 15% más apuntaba el mayoral», acusando al exceso de stock y la falta de espacio. Precisamen­te, Crespo va también por ahí: «Se está notando la diferencia de torear cinqueños. Los toros que ya tienen un lustro tienen más sentido y orientació­n y por lo tanto son todavía más peligrosos.

El miércoles entre la cornada en el primero del banderille­ro de Roca Rey, Juan José Domínguez, y la de Pablo Aguado en el sexto, hubo el tiempo suficiente para que cuando entró el matador en la enfermería, el banderille­ro ya estaba siendo trasladado al hospital. pero aún así, el galeno aclara la duda de si se podría intervenir a dos toreros a la vez. «Sí, además del quirófano tenemos una sala de curas donde también se podría operar de urgencia. Y en el equipo no solo soy yo, hay que recordar que somos hasta cuatro cirujanos. Podríamos incluso atender tres cornadas al mismo tiempo». Un servicio de enfermería a la altura de la seriedad de los encierros que están presentand­o los mayorales.

«A estas alturas sigo sin poder evitar sentir pena cuando veo una cornada y me traen en volandas a un torero hacia mí»

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GONZALO PÉREZ

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