MAYORES RESIDENCIAS LLENAS DE VIDA
Tras la vacunación, este 2021 es el momento de la esperanza. Así lo viven desde las Residencias Diocesanas de Coria-Cáceres, cuidando con pasión a cada residente
La riqueza de una sociedad está en su patrimonio. No es un patrimonio económico, ni cultural, ni siquiera de edificios y propiedades, sino un patrimonio inmaterial.
LaLa riqueza de una sociedad está en su patrimonio. No es un patrimonio económico, cultural, ni siquiera edificios y propiedades. Se trata de un patrimonio inmaterial: el de las raíces y la historia; ese patrimonio que nos trasmiten nuestros mayores de generación en generación. La historia de quiénes somos y cuál es el sentido de nuestra vida. Y es de este “patrimonio” del que la diócesis de Coria-Cáceres tiene mucho que contar con la gestión de siete residencias de mayores y un piso tutelado que atienden las necesidades de los más vulnerables.
Son la Fundación Hospital San Nicolás de Bari y La Inmaculada, en Coria; Santa Isabel, en Torrejoncillo; la Fundación Condesa de la Encina-Residencia Nuestro Hogar, en Brozas; Nuestra Señora del Rosario, en Cáceres; San Rafael, en Membrío; y la Fundación Familia Masides, en Aldeanueva del Camino. Entre todas acogen a 348 residentes y cuentan con 163 trabajadores.
Se trata de un gran servicio caritativo y social. Los mayores aportan económicamente lo que pueden. A cambio, reciben el amor propio de una familia. La Iglesia diocesana alienta su esperanza a través de trabajadores y voluntarios que quieren ser expresión del amor del corazón de Cristo. También, están muy presentes los capellanes. Algunos son residentes y otros trabajan desde sus parroquias.
La abuela de un amigo, con la serenidad y la lucidez que dan los años, en la etapa final de su vida le explicaba que siempre han existido problemas y dificultades; por ejemplo, con los hijos. Pero que ahora nos enfrentamos a dos enemigos invisibles: la prisa y el individualismo. Ella, ya centenaria, sufrió la guerra y la posguerra, el hambre y la necesidad, pero se apoyó en la comunidad, en los vecinos, en los amigos, en la familia y, por supuesto, en su fe. En las residencias diocesanas se ofrece a las personas mayores un servicio profesional sin perder la calidez y la cercanía. «Los mejores recuerdos de los mayores y sus familias son los cumpleaños, que suponen un día muy feliz para todos», cuenta Francisco Javier Acedo, director de la residencia de Familia Masides, en Aldeanueva, y de San Rafael, en Membrío. «A pesar de todo lo vivido estos meses, compartir la vida y celebrarla también ha sido importante».
VERDADEROS HOGARES
Las residencias siguen coordinadas y buscan dar el máximo de sí para que cada centro sea un verdadero hogar. Y así, ofrecen todo tipo de actividades. Francisco Manuel Delgado, técnico asesor, es testigo del «desgaste emocional, físico y psíquico» de todo el personal, especialmente en este tiempo de pandemia, pero también de su «testimonio samaritano diario» y de su profundo compromiso.
La residencia de La Inmaculada, en Coria, celebró a finales de 2019 unas olimpiadas para mayores con el objetivo de fomentar el deporte y los hábitos saludables, y mejorar la autoestima, la sociabilidad y la participación. Juan Carlos Carabias, su director, cuenta que «la convivencia entre todos fue admirable». «Fue un día muy especial. Una jornada muy divertida y agradable que ojalá podamos repetir en un futuro, cuando la situación sanitaria lo permita».
También a finales de 2019, en todas las residencias de la diócesis se desarrollaron talleres de memoria, atención y relación con familias. «Todos salimos muy satisfechos y especialmente nuestros abuelos», cuenta Paqui Claros, trabajadora de la Residencia San Rafael. Allí contaron con la doctora en Psicología Jona Guerra Bustamante, que impartió unos talleres sobre el envejecimiento saludable. «En una de las sesiones, comenzó intentando que los residentes aprendieran a relajarse. Continuó dándoles instrumentos para ver cómo reaccionaban. Y ahí fue cuando empezó la magia. Al recordar las canciones, los abuelos se pusieron a cantar», explica emocionada. «Joan le dio un tambor a Isabel, una mujer muy metida en sí misma. Isabel tomó el tambor y se puso a tocar y cantar como si no hubiera fin. Todos nos quedamos sorprendidos. Fue un momento de gran felicidad». Desde entonces, la residencia es otra. Porque Joan, de lo feliz que vio a Isabel, le regaló el tambor. Y ella, siempre que puede, se pone a tamborilear, y todos responden cantando con mucha alegría.
También son importantes el ocio y la implicación en la localidad en la que se encuentran. Los mayores participan activamente en la sociedad. Leonardo Galán, presidente de Lares Extremadura y director de la residencia de Santa Isabel de Torrejocillo, cuenta que las residencias «forman parte del pueblo y se valora mucho la labor de la diócesis con los mayores, que, por su salud o circunstancias, tienen que salir de su casa, pero no así de su pueblo». De esta manera, cuando ha sido posible, han acudido a celebraciones religiosas, han recibido la visita de estudiantes y hasta han asistido a partidos de fútbol. Como cuando el Coria CF de la tercera división extremeña les invitó a un partido de final de temporada. «Hicieron que nos sintiéramos como en nuestra propia casa y trataron a nuestros mayores con muchísimo respeto y cariño», cuenta Carabias.
También alumnos de formación profesional de los ciclos medio y superior del colegio diocesano José Luis Cotallo han compartido con ellos vivencias y compartido experiencias. Incluso han realizado programas radiofónicos en Canal Extremadura, el canal autonómico extremeño.
Ya antes de que se declarase el estado de alarma que paralizó y conmocionó al país, la diócesis había creado un gabinete de crisis para afrontar la situación, elaborando diferentes protocolos de actuación para las residencias y, con prudencia y celeridad, protegiendo a los mayores tomando medidas como cancelar las visitas. Desde una central de servicios y compras se coordinaron todas las necesidades para dotar al personal del material necesario para