La Razón (Nacional)

LA VIDA DE UN CURA, A VISTA DE PÁJARO

El cielo y la tierra, el aire y el suelo. La vida del sacerdote Antonio Castilla (Málaga, 1983) es un continuo ir y venir entre estas dos grandes pasiones sobre las que discurre su misión de llevar a los hombres a Dios y a Dios a los hombres

- Antonio Moreno TEXTO Delegación Diocesana de Medios de Comunicaci­ón Social Obispado de Málaga

MuyMuy pegado al suelo, como capellán del Hospital Clínico Universita­rio Virgen de la Victoria, de Málaga, al sacerdote Antonio Castilla le toca acompañar las realidades más duras, las horas más difíciles de muchos enfermos. Como vicario parroquial en la parroquia malagueña de Santa Rosa de Lima, conoce de cerca otras muchas realidades. La infancia y la juventud, por ejemplo, que atiende desde los grupos de iniciación cristiana. O la de los mayores, que encuentran en la parroquia el consuelo y el alivio de la soledad en estos tiempos de pandemia. O la de la pobreza, que trata de paliar desde el despacho de la Cáritas parroquial. Muy pegado al cielo, Antonio encuentra en la eucaristía «lo más grande que tenemos, un momento privilegia­do para el encuentro personal con el Señor». En el aire también está el lugar donde disfrutar de sus otras grandes pasiones: la música y la aviación. Con su título de piloto bajo el brazo, de vez en cuando puede «contemplar el mundo desde la perspectiv­a de Dios»; sus estudios de violonchel­o y órgano le llevan a llenar la atmósfera de sonidos que invitan a «conectar con el misterio de lo trascenden­te».

Su día a día comienza nunca más tarde de las 8 de la mañana. A la luz del rezo de laudes, sitúa el día, repasa su agenda, desayuna, mira los digitales para estar al tanto de cuanto ocurre y sale a la calle a atender sus distintas obligacion­es. Comparte la capellanía del hospital con otros sacerdotes, pero la cercanía de su domicilio al Clínico hace que esté siempre atento a las urgencias. Además, es el único autorizado para atender a los enfermos de COVID-19, al que asegura no tener miedo: «Le tengo respeto, sí, pero me ayuda mucho el testimonio del personal sanitario, su generosida­d, su entrega. Personas que están horas y horas en contacto con el virus pero que no dejan de hacer su tarea. Verlos a ellos es un revulsivo que me hace meterme en las habitacion­es de estos enfermos sin ningún problema. Estamos en manos de Dios». La visita a todo tipo de enfermos le hace descubrir a Dios, que está al lado de los que sufren. «Con mi presencia, la familia percibe que, efectivame­nte, hay algo más allá de lo material». Es lo que cuenta Jesús Pugés, hijo de Julia, una enferma a la que Antonio acompañó en sus últimas horas: «Llegué a sentir envidia de él porque, cuando llegaba, mi madre sentía una tranquilid­ad y satisfacci­ón que yo no era capaz de darle. Recuerdo momentos en los que ella estaba más apagada. Cuando aparecía Antonio, yo salía de la habitación por respeto y, al volver a entrar, mi madre tenía otra luz en la mirada, otro carácter, otra fuerza. Jamás podré estar suficiente­mente agradecido a Antonio por la entereza que le dio a mi madre y que la llevó a morir sonriendo». Tras el hospital, Antonio encuentra hueco algunos días para estudiar órgano. «Desde pequeño me tiraba el arte. Así que me matriculé en el conservato­rio, y ahora estoy ya acabando el grado elemental de violonchel­o. Hace unos años, el entonces vicario general me transmitió que querían que estudiara órgano. Lo asumí con alegría, aunque aceptando que mi tiempo es el que es. Me preparé concienzud­amente y superé la prueba de ingreso al grado superior con ayuda de Dios, porque todo esto es obra de Él. Así que ahora estoy cursando también primero de órgano en el Conservato­rio Profesiona­l de Música».

Su amigo Rubén Camacho, organista, valora mucho el esfuerzo de Antonio en el campo musical: «El órgano necesita mucho estudio. Es como una gran orquesta manejada por una sola persona. Espero que, más pronto que tarde, sea esa persona que tiene en sus manos y en sus pies el manejo de esa orquesta».

Algunos días, acude a practicar a la catedral de Málaga, que cuenta con dos joyas de la organís

tica barroca, dos impresiona­ntes órganos gemelos, con más de 4.000 tubos cada uno. Para él, la música en la liturgia es importantí­sima. «Imagínate una película sin música. Star Wars, por ejemplo, perdería absolutame­nte su fuerza, su dramatismo. En la celebració­n, la música sacra potencia todo. Con mis limitacion­es, procuro que esa expresión musical sirva para la alabanza a Dios, para el encuentro personal con Él».

Pero entre sus gustos musicales no están solo Bach o Händel, sino también el folclore de otros lugares del mundo o la música pop actual. «Oigo de todo. Esta misma mañana, por ejemplo, me he conmovido con una canción de Pau Donés que no había escuchado, "Eso que tú me das". ¿Cómo me había yo podido perder esto? Es una maravilla de canción de acción de gracias por la amistad».

Tras comer en casa en familia (vive circunstan­cialmente junto a sus padres, mayores, y a un hermano enfermo), la tarde está dedicada a la parroquia de Santa Rosa de Lima adonde fue enviado hace solo unos meses. Ordenado en 2009, comenzó su ministerio en cuatro pueblos de la serranía de Ronda: Igualeja, Cartajima, Pujerra y Parauta. Posteriorm­ente, fue destinado a Vélez-Málaga, a la parroquia de San José y como capellán del hospital comarcal. Su actual destino es relativame­nte reciente, tras varios años como adscrito a la parroquia de San Fernando, también en la capital malagueña.

En esta parroquia fue donde Jesús Juárez, actual feligrés suyo, lo conoció: «En realidad, lo había conocido antes –recuerda–, en una charla que vino a darnos como seminarist­a cuando yo estaba en el colegio. De eso, él ni se acuerda. Pero en San Fernando descubrí algo que me impresionó. Yo trabajaba como educador de Cáritas en Los Asperones, la barriada más pobre de Málaga, y me gustó mucho la forma en la que trataba a la gente de allí. No hacía distinción entre si eras de Asperones o de Teatinos (otro barrio también pertenecie­nte a la parroquia, pero de un nivel socioeconó­mico muy diferente). Esa forma de entenderno­s a todos como hijos de Dios con la misma dignidad, tratar igual al hijo del alcalde que al hijo de un chatarrero, es una maravilla que le agradezco enormement­e». Jesús es catequista de jóvenes de la parroquia de Santa Rosa. «Cuando nos vamos a jugar al pádel con los chicos, él se implica, se viene con nosotros. Quieren que los demás descubran a Dios, pero respetando los distintos procesos. Su forma de evangeliza­r es dejándolos a tiro de piedra de Dios». Se nota que en su nueva parroquia los jóvenes son su debilidad, y así lo reconoce: «Hay un montón de grupos. ¡Es una gozada!». Lo cierto es que está atento a todas las realidades cultivadas desde hace décadas por su actual párroco, Miguel Vega: «La riqueza de esta parroquia es enorme y las personas mayores, que son las que fundaron esta comunidad tan viva, son un testimonio de cómo sostener la fe a pesar de la pandemia. Son fieles a la misa diaria, a la oración... Nos miramos en ellos y nos estimulan».

A pesar de ser aún un recién llegado, ha sido muy bien acogido. María Fernández, del equipo de liturgia, lo considera un sacerdote «muy cercano, involucrad­o en todos los grupos» Y afirma sentirse muy enriquecid­a con su actitud y buen hacer: «Sus palabras y explicacio­nes hacen que aumente más mi cercanía a Dios».

Eucaristía, confesione­s, atención personal a todo el que se acerca... Así transcurre­n las últimas horas de la tarde en la vida de Antonio. Al acabar la jornada, aún hay tiempo para echar un vistazo a alguna serie, aunque reconoce que «requieren una fidelidad que yo no tengo y muchas veces me falta tiempo para seguirlas». Tras repasar de nuevo la prensa y llevar a la oración la situación del mundo y de las personas con las que se ha cruzado a lo largo del día, llega el momento de dormir.

Seguro que, durante sus sueños, como cuando se pone a los mandos de su avioneta, Antonio se siente pequeño mirando su vida frente a la inmensa bondad de Dios. Allí reúne fuerzas para seguir siendo, un día más, el cielo en la tierra y la tierra en el cielo.

 ??  ?? Actividade­s en la parroquia en la que Antonio es vicario parroquial
Actividade­s en la parroquia en la que Antonio es vicario parroquial
 ??  ?? Antonio Castilla ha estudiado violonchel­o y órgano
Antonio Castilla ha estudiado violonchel­o y órgano
 ??  ?? Un momento con el equipo de capellanes y voluntario­s del Hospital Clínico Universita­rio Virgen de la Victoria
Un momento con el equipo de capellanes y voluntario­s del Hospital Clínico Universita­rio Virgen de la Victoria
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