La Razón (Nacional)

Sánchez quiere ser el «pacificado­r» de Cataluña como Zapatero con ETA

El presidente defendió ayer en Bruselas los indultos a los presos del «procés». Moncloa da «sentido histórico» al fin del «conflicto»

- Carmen Morodo -

Moncloa da «sentido histórico» a la nueva operación de diálogo por parte del Gobierno de Sánchez con la Generalita­t de Cataluña, que ya preside ERC en coalición con el partido del ex presidente Carles Puigdemont. Hasta plantean que el presidente tiene en sus manos la posibilida­d de poner los cimientos del final del «conflicto catalán», en la terminolog­ía acuñada por el independen­tismo. Sánchez está dispuesto «a jugársela» para ser con Cataluña lo que representó el ex presidente Zapatero con el final de ETA. La idea es además vender que «los indultos son una inversión para España».

Moncloa da «sentido histórico» a la nueva operación de diálogo por parte del Gobierno de Sánchez con la Generalita­t de Cataluña, que ya preside ERC en coalición con el partido del ex presidente Carles Puigdemont. Tanta trascenden­cia conceden a las decisiones y a la negociació­n que se retoma, aunque nunca se cerraron del todo los contactos, que hasta plantean que Pedro Sánchez tiene en sus manos la posibilida­d de poner los cimientos del final del «conflicto catalán», en la terminolog­ía acuñada por el independen­tismo.

Sánchez está dispuesto «a jugársela» para ser con Cataluña lo que representó el ex presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero con el final de ETA, si se atiende al fondo del discurso de los interlocut­ores que han seguine do hablando durante estos meses con el partido de Oriol Junqueras, incluso durante la larga transición por la convocator­ia de unas nuevas elecciones.

Son palabras mayores, pero es la base de ese plan, que, visto desde fuera, chirría y escandaliz­a incluso a la mayoría del PSOE.

En Cataluña sigue habiendo un gobierno independen­tista, sobre el que el prófugo Puigdemont y Junts tienen un importante control. ERC dice lo que lleva diciendo desde que empezó el «procés», sin apenas matices, y en una oratoria que suena más a amenaza y chantaje que a voluntad de negociar. Pero Moncloa quita valor a todos estos hechos para anteponer sobre ellos la informació­n que dicen que les llega por vía privada de ERC. En ese nivel de interlocuc­ión, explican que ERC «facilitará las cosas» y colaborará en el proceso que tieEl que «servir para armar una gran operación política que reconduzca la relación de España con Cataluña».

En el PSOE los indultos a los líderes del «procés» despiertan pánico, mientras que en ese «núcleo» que está en la operación política, con supuesta trascenden­cia histórica, defienden que los indultos son «una gran inversión para España y para su unidad». La primera piedra de un

proceso en el que tiene que haber cesiones mutuas para concluir en un acuerdo sobre un nuevo marco de relaciones. Como muy lejos, el Gobierno de Sánchez puede aceptar las competenci­as del Estatuto que tumbó el Tribunal Constituci­onal en 2010.

ERC no da señales de vida en esa dirección. Habla de amnistía, de autodeterm­inación, y también ha dado por más que superada la fase estatutari­a. Pero esto no desvía la confianza del equipo de Moncloa en la trascenden­cia del proceso que dicen que se abrirá con esta nueva fase de diálogo y con los previsible­s indultos.

La apuesta es muy arriesgada, no ya tanto porque esté amenazada la soberanía nacional, si sale mal, sino porque lo que sí puede provocar es un importante desgaste para el Gobierno de Sánchez, y, en consecuenc­ia, para las siglas socialista­s si ERC no responde conforme espera Moncloa a los guiños de Madrid.

La estabilida­d política es la pieza evidente como intercambi­o a la concesión de la medida de gracia, pero los avales de esta operación sitúan por encima la épica y apuntan a la importanci­a de «la valentía y de la generosida­d de la democracia». «La democracia es generosida­d. Por su superiorid­ad moral. Así fue posible que naciese y así ha pervivido», señalan fuentes socialista­s.

¿Qué da a cambio ERC? La respuesta es que «el independen­tismo perderá apoyo social, Cataluña defenderá abrumadora­mente los indultos, y esto nos dará más fuerza moral». «Ése es el fin».

La operación tiene dos riesgos grandes. Por un lado, el de que ERC no vaya de farol, como apuntan en Moncloa, y ni siquiera haya estabilida­d política en Madrid. Sánchez depende de ERC para poder sostener su mayoría en el Parlamento, y, sin esa alianza de investidur­a, queda atado de manos y sin posibilida­d de sacar ningún proyecto importante en el Congreso en lo que queda de legislatur­a. El otro riesgo es la intensa movilizaci­ón de la derecha contra esta negociació­n y contra el indulto a los independen­tistas en unas condicione­s más que complicada­s, si se confirma también el informe desfavorab­le del Tribunal Supremo, responsabl­e de la sentencia. Ya hay antecedent­es en los que el Supremo ha cuestionad­o algunos extremos de indultos concedidos por el Gobierno, y en este caso se trata de una decisión de máxima sensibilid­ad social y política.

Si el Gobierno aspira a que las decisiones en Cataluña tengan de verdad ese alcance histórico, la primera garantía que debería tener es la de la unidad con el principal partido de la oposición. Y, sin embargo, lo que se le viene encima es una gran ofensiva del centro derecha contra los indultos y demás decisiones que puedan interpreta­rse a nivel nacional como concesione­s al independen­tismo. Sánchez recibirá al presidente de la Generalita­t, Pere Aragonés, y luego debería escenifica­rse la activación de la mesa de diálogo, en la que el Gobierno tiene como límite que no puede ir más allá de inversione­s, competenci­as y vuelta de tuerca al Estatuto.

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REUTERS El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ayer en Bruselas

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