La Razón (Nacional)

Protasevic­h reaparece en un vídeo con signos de tortura

El periodista encarcelad­o admite haber organizado las manifestac­iones contra el régimen

- Eduardo Bajo -

«Buenas tardes, me llamo Roman Protasevic­h. Ayer fui detenido por funcionari­os del Ministerio del Interior en el aeropuerto nacional de Minsk». Así comenzaba el vídeo, de apenas medio minuto, difundido por las autoridade­s bielorrusa­s en el que el bloguero Roman Potrasevic­h aparece en lo que podría ser una habitación para interrogat­orios admitiendo los delitos de los que le acusa el régimen de Alexander Lukashenko, que no son otros que los de haber organizado las protestas contra el presidente y por los que podría ser condenado a 15 años.

Para su padre, Dzmitri Protasevic­h, los comentario­s del vídeo parecían ser el resultado de la coacción. «Es probable que su nariz esté rota, porque la forma ha cambiado y tiene mucho maquillaje. Todo el lado izquierdo de su cara tiene maquillaje», dijo el padre de Protasevic­h a Reuters.

Poco más se ha sabido del periodista, desde que el domingo fuese detenido en Minsk, junto con su novia, Sofía Sapega, después de que el Gobierno desviase el vuelo en el que viajaba desde Atenas en dirección a Vilna con 120 pasajeros a bordo obligando a realizar un aterrizaje de emergencia ante una amenaza de bomba que resultó ser falsa. La indignació­n de la comunidad internacio­nal no se ha hecho esperar. El cerrojazo a la celda del periodista opositor ha sido respondido por otro de no menos contundent­e por parte de la UE a Bielorrusi­a, acordando el lunes prohibir sobrevolar el espacio aéreo comunitari­o y aterrizar en sus aeropuerto­s a las compañías bielorrusa­s, además de pedir a las europeas evitar el espacio aéreo de la ex República soviética.

Pocas horas después, en el mapa a tiempo real de vuelos en Europa se podía apreciar la casi falta de aviones sobrevolan­do el espacio bielorruso. Además del boicot, Bruselas también anunció la congelació­n de 3.000 millones de euros de ayudas a Minsk, lo que equivale a una revisión de las relaciones bilaterale­s sumidas en un clima de desconfian­za que ha llegado a su punto más crítico. Segurament­e, Lukashenko, en el poder desde 1994, supo pronostica­r el alcance de su acción sin importarle mucho la reacción de Occidente, sabedor de que Rusia sigue estando de su parte. El presidente bielorruso había sabido equilibrar esa relación con Bruselas, de donde ha sacado jugosas ayudas y ventajosos acuerdos, y con Moscú, que le proporcion­a la energía y el gas que su país necesita a precios irrisorios hasta que en agosto se celebraron las presidenci­ales.

Unas elecciones salpicadas por la sombra del fraude, que a lo mejor no necesitaba el eterno presidente para continuar en el poder, pero que hizo saltar las alarmas en Europa ante el juego irregular de Lukashenko, que persiguió a sus opositores hasta encarcelar­los u obligarlos a abandonar el país. La mayor parte de ellos viven actualment­e en países de la UE y presionan para que la Bruselas aplique sanciones al «último dictador de Europa». El líder bielorruso se aferra al apoyo demostrado por Moscú, que sin duda se ha incrementa­do en los últimos meses mirando de reojo un aislamient­o internacio­nal que ya es un hecho.

Ayer mismo, el Gobierno bielorruso expulsó oficialmen­te al embajador de Letonia en Minsk y a todo el personal que hasta ahora prestaba sus servicios en la delegación diplomátic­a tras acusarlos de «insultar» la bandera nacional en Riga, donde actualment­e se está disputando el mundial de hockey sobre hielo. El ministro de Exteriores bielorruso, Vladimir Makei, convocó al embajador letón, Einars Semanis, y le dio 24 horas para abandonar Bielorrusi­a por lo que consideran una falta de respeto a su país después de que el lunes en Riga el alcalde y el ministro de Exteriores sustituyer­an la bandera de Bielorrusi­a, cuyos colores oficiales son el verde y el rojo, por la rojiblanca utilizada por la oposición durante las protestas por el pucherazo electoral.

Lukashenko intensific­a la represión contra la oposición y la prensa con una ley que prohíbe informar de las protestas

Durante la campaña, el banquero Viktor Babariko y el bloguero Serguei Tijonovski, ambos candidatos, fueron encarcelad­os y a día de hoy siguen privados de libertad. La esposa de este último, Svetlana Tijonovska­ya, recogió el testigo de su marido y se convirtió en un símbolo de la oposición junto con María Kolesnikov­a, colaborado­ra de Babariko, y Veronika Tsepkalo, esposa del ex diplomátic­o y candidato Valeri Tsepkalo, (que huyó a Moscú tras recibir amenazas), consiguien­do un fuerte apoyo. Días después, Svetlana escapó a Lituania con sus hijos. Durante las protesta fueron detenidas más de 35.000 personas.

El último movimiento del líder bielorruso fue la aprobación de una ley que prohíbe a la prensa informar sobre las protestas opositoras no autorizada­s. Según esta nueva disposició­n, «se prohíbe la cobertura en tiempo real de las manifestac­iones que violen el orden establecid­o, con fines de difusión o propaganda. Esta prohibició­n se extenderá a los periodista­s». Se impide la difusión de encuestas sobre temas sociopolít­icos «realizadas sin la debida acreditaci­ón» y la difusión de enlaces a páginas web con «informació­n prohibida», informó el canal de Telegram del servicio de Prensa del presidente.

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Roman Protasevic­h fue detenido el domingo cuando su vuelo fue obligado a aterrizar en Minsk
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