Cuando Venus sufre, nosotros también
De una manera tan prístina como violenta, cuenta Ovidio en un pasaje de esa hermosa narración de la historia del mundo que es «Metamorfosis» el trágico destino que aguarda al cazador Adonis cuando decide perseguir a un jabalí después de yacer con Venus, la todopoderosa diosa del amor, la belleza y la fertilidad: «Le enterró en las ingles los colmillos hasta la raíz, dejándolo tendido moribundo en la amarilla arena», describe acerca del ataque del animal. En esta obra de Ribera perteneciente a la muestra «Pasiones mitológicas» del Prado –tercera pintura de la exposición que trata sobre el antiguo mito de Venus y Adonis–, el artista pinta al cazador muerto tendido en el suelo y la reacción de la diosa, quien, pese a haber partido hacia Chipre el día después de su encuentro con Adonis transportada por unos cisnes alados, reconoce desde lejos «el gemido del moribundo», hace a los gansos regresar y, al alcanzar el lugar donde Adonis yacemuerto, salta del carro. Resulta curioso observar que Venus no aparece desnuda en el cuadro (como sí la representaron Tiziano y Veronese), precisamente porque la intención del pintor en este caso no es despertar deseo en el espectador, sino dolor. El gesto de la diosa no expresa en este caso la embriaguez del amor dionisíaco que se muestra en otras obras presentes en la muestra, sino una pena insoportable. Venus mira al difunto joven mientras uno de sus sabuesos olfatea su cuerpo, como si tratara de entender lo que ha sucedido.
Los gestos extrovertidos de la diosa hacen que esta pintura parezca un gran espectáculo barroco; de hecho, Ribera se interesa por las luces y sombras de la vida en su versión más extrema, busca que las sintamos próximas, que nuestro corazón sufra al empatizar con la pérdida de Venus y que las emociones de nuestro espíritu se pongan en movimiento. Y lo consigue.