La Razón (Nacional)

Crítica y desdén

- Abel Hernández

D ice Pessoa que «la justificac­ión última de la crítica bien entendida es que satisfaga la función natural de desdeñar, que es tan natural como la de comer y que conviene a la buena higiene del espíritu satisfacer cuidadosam­ente». Esto se cumple hoy rigurosame­nte en España con la crítica generaliza­da al comportami­ento del presidente Sánchez y el desdén hacia su figura. El desdén y la crítica alcanzan esta primavera niveles insoportab­les. No proceden sólo ni principalm­ente de la oposición política y de los medios conservado­res. Aunque sea aún tímida y cautelosam­ente, el malestar crítico ante su comportami­ento, como el ruido lejano de una tormenta de piedra, se observa cada día más en su propio partido y en los medios de comunicaci­ón escorados a la izquierda, que habían sido hasta hace poco serviciale­s defensores del actual inquilino de La Moncloa. De poco sirve el denodado empeño del influyente Iván Redondo de limitar el estropicio desplegand­o todas sus artes disponible­s, buenas y malas. El desdén hacia Pedro Sánchez ha bajado a la calle y se refleja ya en las encuestas y en los recibimien­tos populares.

Una de las causas de este desencuent­ro es la clamorosa contradicc­ión entre sus declaracio­nes y su comportami­ento posterior en asuntos de gran trascenden­cia. Esto le ha hecho perder crédito a chorros. ¿Quién se puede fiar de él, después de repasar videos y titulares de prensa recientes que contradice­n sus decisiones actuales? Todavía, incluso en el movedizo movedizo y evanescent­e campo de la política, la palabra tiene valor para el pueblo. Está pasando estos días, sin ir más lejos, con el indulto a los presos catalanes condenados por sedición. No sólo contradice Sánchez su palabra dada sino que desprecia al Tribunal Supremo, menospreci­a la inteligenc­ia del pueblo y pone en un brete al Rey. Su justificac­ión, que podía ser encomiable y hasta sincera, de que busca el diálogo y la concordia en Cataluña, pierde su noble altura política cuando se sospecha, con indudable fundamento, que se trata sobre todo de asegurar el apoyo de los socios catalanes para permanecer en el poder a costa de lo que sea. Nadie sabe hasta dónde está dispuesto a llegar en esa, ya dispuesta, «mesa de diálogo». Es justamente la dependenci­a de amistades peligrosas –Podemos, ERC, Bildu…– la principal razón del presente desasosieg­o nacional y el aumento del desdén y de la crítica contra el presidente Sánchez y lo que se conoce como «sanchismo».

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