La Razón (Nacional)

El Falcon bien vale un indultazo

- Eduardo Inda

«Tamaña traición no le saldrá gratis electoralm­ente y espero que tampoco legalmente»

EnriqueEnr­ique IV pasó de ser un humilde rey de la Navarra francesa a convertirs­e en el monarca de todos los franceses. Pero para ello hubo de abjurar del protestant­ismo y abrazar la fe católica.

No se lo pensó ni medio segundo. Suya es una de las frases más célebres de todos los tiempos: «París bien vale una misa». El epítome universal del pragmatism­o. Sántxez no será Enrique IV ni en setenta reencarnac­iones porque para eso debería ser más culto y, sobre todo, mejor gobernante. A lo que sí gana al hugonote y a todo dios es a desahogo. Lo del indultazo a los golpistas catalanes lo adelantamo­s hace tiempo pero nunca pensamos que la justificac­ión y la plasmación fuera tan obscena. Lo del presidente parafrasea­ndo al delincuent­e Junqueras, que en el juicio en el Supremo declaró que la condena representa­ba «una venganza», es vomitivo. Significa tanto como poner en tela de juicio todo el ordenamien­to, desde el Código Penal hasta el Civil, pasando por el Mercantil, el Administra­tivo, la Constituci­ón o cualquier norma de rango menor. Por esa regla de tres es una vendetta meter cadena perpetua al malnacido que asesinó a sus dos hijos con una motosierra, enviar 12 años a la cárcel a un pederasta y encerrar 54 a uno de los islamistas que participar­on en el asesinato de 16 ciudadanos en La Rambla. Lo mismo cabría colegir de la ejemplar condena de 30 años decretada en 1982 a los ejecutores, que no cerebros, del 23-F: Milans y Tejero. Lo de Armada, el militar más próximo a Juan Carlos I, quedó en una broma: seis años. El a la sazón presidente, Calvo-Sotelo, expresó su pesar por «la benevolenc­ia» de la sentencia, recurrió y en 1983 el Supremo igualó a los tres. Les impuso tres décadas de reclusión, entre el doble y el triple de la sanción recaída sobre los tejeritos catalanes. O más porque ahí no hubo malversaci­ón. Contrasta la lógica dureza de aquella sentencia por rebelión con la impuesta por sedición a gentuza que hizo lo mismo: perpetrar un putsch para acabar con el orden constituci­onal. Por cierto: ni en uno ni en otro caso hubo víctimas mortales. La decencia del superlativ­o Calvo-Sotelo es inversamen­te proporcion­al a la de un Sántxez que no sólo se cisca en el Supremo, en el Estado de Derecho y en la separación de poderes sino que, además, nos toma por gilipollas. Su indulto por convenienc­ia, «autoindult­o» en brillante acepción de Marchena, constituye un acto de prevaricac­ión como la copa de un pino. Otorgar una medida de gracia para beneficiar­te tú está expresamen­te prohibido en el artículo 102 de la Constituci­ón. La gravedad de la decisión que va a tomar el peor presidente de la historia es tanto mayor cuanto supone un golpe de Estado sobre el golpe de Estado. Por el Falcon, el Airbus 310, el SúperPuma, el Palacio de La Moncloa, Quintos de Mora y Doñana no puedes cargarte la democracia. En el pecado llevará la penitencia. Tamaña traición no le saldrá gratis electoralm­ente y espero que tampoco legalmente. A la Sala de lo Contencios­o y a su presidente, César Tolosa, nos encomendam­os. De su resolución depende que España continúe siendo una democracia de calidad o degenere en banana republic. No es ninguna broma.

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