La Razón (Nacional)

La extraña desaparici­ón de Álex: «Ya hace un año y solo tenemos unas botas»

La familia del cántabro de 31 años sufre las incógnitas que siguen rodeando un caso que se ha convertido en «tema tabú»

- POR LAURA L. ÁLVAREZ

Al día siguiente encontraro­n sus botas, una de ellas rota, en un lugar cercano a la cabaña donde desapareci­ó

23 de mayo de 2020. Tras varias semanas de estricto confinamie­nto domiciliar­io a causa la pandemia del coronaviru­s, todos aprovecháb­amos esos primeros fines de semana para hacer una excursión cercana. Es el plan que decidió hacer un grupo de jóvenes de Campoo de Suso, un pueblo cántabro de unos 1.600 habitantes pegado a Reinosa. Entre ellos, Alejandro Mencía, un mozo de taller en Sidenor –dedicada a la producción de acero–, que aquel día no hizo ni la cama y se fue desde por la mañana «con lo puesto» a la cabaña del «Teju» (puerto Palombera), a pasar el día con la cuadrilla del pueblo. «Se montó en el coche de un amigo que le vino a buscar y dejó todas sus pertenenci­as en su habitación: la cartera con dinero y documentac­ión, el cargador del móvil, ropa... todo. Hasta su dinero en el banco sigue intacto», explica su prima Belén, dando a entender que no parece el plan inicial de alguien que quiere desaparece­r de forma voluntaria. Es lo que los investigad­ores han trasladado a la familia de forma preliminar, ya que el caso sigue abierto y continúa su instrucció­n en el Juzgado de Primera Instancia número 1 de Reinosa.

El grupo de once personas de entre 25 y 32 años pasó el día en la cabaña de pastores y después de comer Alejandro y otro chaval simularon una pelea de «kick boxing», una modalidad de combate, que los otros colegas llegaron a grabar en vídeo. Son las últimas imágenes que hay del joven. Una chica del pueblo, que ha visto el vídeo, asegura que es «una chorrada» y no parece el detonante de ninguna pelea entre los dos amigos. «Era un chico que gastaba bromas, muy gracioso y muy sociable», asegura esta chica que le trató. Pero tras revolcarse por el suelo con el «combate», ambos estaban manchados de sudor y tierra y decidieron bajar al río, apenas a un kilómetro de la cabaña, para limpiarse. «Según declaró el otro chico, del río bajaba poca agua y él (el testigo) fue subiendo río arriba para buscar más pero Alejandro, según él, no le siguió», explica la prima. Luego este joven, que ya ha prestado declaració­n ante la Guardia Civil –como el resto de la cuadrilla– le diría algo así como: «Me voy, ¿vienes?» y Alejandro decidió quedarse. Nadie le ha vuelto a ver. En esos momentos iba sin camiseta, con un pantalón de chándal negro y unas botas de montaña que al día siguiente fueron encontrada­s cerca del lugar con la parte trasera de una de ellas «reventada», según Belén.

«A eso de las 20:00 horas uno de los amigos sí le estaba buscando porque un vecino le vio y a las 22:30 otros tres bajaron a buscarle a casa, por si se había ido pero allí no estaba. Se lo dijeron a su tío, con quien vivía Alejandro, y fue cuando empezaron a moverse». Ya era de noche pero varios familiares subieron a la cabaña para ver qué había pasado y comenzaron a buscarle entre todos. «Cuando subimos la gente de arriba no estaba preocupada ni buscándole» sostiene su prima que asegura que llamaron al 112 hasta la 1:30 de la madrugada ya del día 24. Fue sobre las 5:00 cuando les devolviero­n el móvil del joven y se dieron cuenta de que alguien había entrado en su

WhatsApp a las 4:30 horas. La familia se muestra muy agradecida por el dispositiv­o que le buscó desde ese momento y hasta casi mes y medio después: el Greim de Picos de Europa, helicópter­o, Servicio Cinológico (perros) y Protección Civil de todos los pueblos de alrededor peinaron cada día la zona sin éxito. Solo el primer día se encontraro­n las botas. Belén que descarta que él se fuera por su propio pie ya que esa noche hizo -4 grados e iba sin camiseta. Además, también le estuvieron buscando con drones térmicos, que detectan calor, y no señalaron ningún cuerpo (por si hubiera tenido un accidente o se hubiera quitado la vida). Así, la desaparici­ón de Alejandro sigue siendo un misterio un año después, como si se hubiera esfumado sin dejar rastro alguno.

La investigac­ión apunta a desaparici­ón voluntaria pero la cuadrilla ha quedado señalada y no quieren hablar del asunto

«En realidad no sabemos nada de lo que pasó: ni si llegó a bajar al río, si dijo algo antes de irse, si habría más gente o se quitó las botas», explica su prima, que reconoce el dolor de la incertidum­bre, en particular, de Merche, la madre del chico. Alejandro vivió con ella en Bilbao hasta la mayoría de edad, cuando decidió hacer un módulo de mecánica y regresar a su pueblo (Soto, cerca de Campoo) para vivir con sus abuelos. Tras el fallecimie­nto de éstos, quedó viviendo con su tío.

Belén señala que desde agosto ninguno de aquellos amigos le siguió buscando y aprecia que hay «muchísimo silencio» en torno al caso. La amiga de Alejandro admite que se ha convertido en un «tema tabú» en el pueblo y lo explica porque, en parte, «esos chicos fueron señalados y no tienen nada que ver pero ya sospechará­n siempre de ellos».

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INSTAGRAM Alejandro era un joven de 31 años que vivió en Bilbao hasta los 18 años, cuando regresó al pueblo

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