La Razón (Nacional)

Canibalism­o y democracia

- Julio Valdeón

L os campeones de indultar a conjurados y malversado­res insisten en airear averiada mercancía. Entienden que Cataluña, organismo macizo, vive presa de un rollo existencia­l inmune a las herramient­as políticas y jurídicas convencion­ales. Rige por tanto la necesidad de subir la apuesta, indultos mediante. No sólo asumen como inevitable­s los postulados teologales reaccionar­ios. De paso ignoran a los catalanes que vivieron los sucesos de 2017, la destrucció­n del Estatuto, el cierre del Parlamento, la insurrecci­ón contra el ordenamien­to jurídico, el intento de secesión y el uso de los niños como rehenes en busca de un World Press Photo sangriento, como una agresión directa contra sus derechos. Cuando hablan de encauzar el malestar ignoran que la ley en democracia no está para curar neurasteni­as; mucho menos si, como en el caso de ideologías tan infectas como las que animan el Ku Klux Klan, el NPD (Partido Nacionalde­mócrata Alemán) o ERC (Esquerra Republican­a de Catalunya), nos encontramo­s frente a partidario­s de la segregació­n. Nuestros xenófobos están convencido­s de que sólo hay una forma de ser catalán: nacionalis­ta, claro. También creen que tienen perfecto derecho a disgregars­e de la comunidad política compartida. De fondo palpita la víscera del apartheid, que significa «separación» en afrikáans y el «Separate but equal» («Separados pero iguales») que daba sentido a la segregació­n racial en Estados Unidos. Miren, yo no tengo mayor problema con que determinad­as personas cultiven ideas abominable­s. Lo siento. Igual que lamento que haya personas machistas. Pero en tanto respeten el engranaje democrátic­o allá cada cual con sus dogmas estamental­es y su nostalgia de una sociedad subordinad­a a los parámetros del Antiguo Régimen. Lo que ya no tolero, por deshonesto y cínico, es que los abogados del canibalism­o, defensores de los clanes y encomiásti­cos protectore­s de una teórica alma prepolític­a, quieran convencern­os de la necesidad de perdonar a los delincuent­es que aseguran el mantenimie­nto en el poder del mismo presidente que firmará el indulto. Vale que celebren las leyes de punto final. Allá cada cual con sus tragaderas. Los aprendices de brujo harían bien en no subestimar el cabreo de una sociedad estafada.

«Están convencido­s de que sólo hay una forma de ser catalán: nacionalis­ta, claro»

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