CUANDO LA MUERTE ES EVITABLE
L a escena de la fotografía es una imagen que se repite de forma contumaz. Son los familiares, amigos y vecinos de la localidad de Alovera, durante la concentración organizada ayer como acto de repulsa por el último asesinato de una mujer, Nicoleta Clara, que vivía en el tranquilo pueblo manchego de la provincia de Guadalajara. Con 41 años perdió la vida la noche del sábado supuestamente asesinada a manos de su pareja. Fue él quien avisó a los servicios de emergencia tras apuñalar mortalmente a la mujer, sin que consten antecedentes por violencia de género y ni denuncias previas por malos tratos. Son ya 14 víctimas, siete en dos semanas, fallecidas por la llamada violencia de género.
El año pasado la fría cifra alcanzó las 45, sin sumar las mujeres que perdieron la vida asesinadas por otros familiares. Nos hemos acostumbrado a que estas muertes se produzcan de forma inexorable, siendo, al menos desde la aséptica razón, totalmente evitables. Con cada trágica muerte se repiten las escenas de dolor, y las condenas, las declaraciones de rechazo, los llamamietos a poner fin a esta lacra, a este «terrorismo»... y uno se pregunta si estamos enfocando bien el problema, porque el mensaje llega, se difunde, se gastan ingentes cantidades de dinero en combatir estos asesinatos y parece ser que no funciona, que el dolor innecesario sigue llegando. Quizá tanta declaración, tanto eslogan, tanta política de género deban ser repensadas para centrarse en la causa y no en el resultado final. Hubo hace muchos años, más de 2000, un tal Jesús, que, entre otras muchas frases, dijo una, breve y concisa: «No matarás».