«LOS REGALOS DEMAGÓGICOS NO SON BUENOS»
E l problema, señora ministra, es que los buenos políticos suelen ser unos linces a la hora de ventear los cambios de tendencia electoral, incluso, cuando las encuestas apenas detectan los primeros indicios. Y, luego, está la otra realidad de la política, la de una actividad que se desenvuelve con horizontes cortoplacistas y que huye de lo que comúnmente se llama «hacer el primo» y dejarle la inauguración a un gobierno de la oposición. A buenas horas iba a haber enterrado la M-30 Alberto Ruiz Gallardón si no hubiera podido acabar las obras en los cuatros años de la legislatura municipal. Dicho de otro modo, salvo en las grandes utopías y las ensoñaciones del futuro, tipo «agenda 2050», de lo que se trata es de lo que vamos a hacer antes de las próximas elecciones. Y claro, con lo del cambio climático, el calentamiento global y las anomalías atmosféricas pasa que si las olas del mar no lamen las estribaciones de la sierra del Maestrazgo, pues el asunto no es urgente y, por ejemplo, se puede tumbar la subida de las tasas de matriculación de vehículos, por muy verdes que nos parezcan, que coche tenemos casi todos y sabemos exactamente cuando nos meten la mano en el bolsillo. Dice usted, señora ministra, algo dolida porque sus socios parlamentarios no han apoyado la medida, tan ecológica y tal, que hacer regalos demagógicos no es bueno, pero el fervor verde de los ciudadanos, que pasan de «Filomena» a los cuarenta a la sombra de julio con acostumbrada resignación, baja en la misma proporción que le suben los impuestos, Y no le digo, señora ministra, si además, lo que se pretende es educarles y cambiar su modo de vida a base de estacazos fiscales. Lo intentó Macron con una población esquilmada y jodida, la que habita las medianas y pequeñas ciudades de Francia, y le montaron lo de los chalecos amarillos. Mire, si Bruselas nos paga los coches eléctricos no le digo que no. Pero mientras la opción sea comprarte un tesla de 50.000 euros o hacer dos horas de transporte público para ir al curro, pues, mejor, los regalos, aunque sean demagógicos.