La Razón (Nacional)

Desayuno sin diamantes a la finlandesa LA HISTORIA

Sanna Marin, primera ministra, está bajo sospecha. Ha cargado los desayunos familiares al erario

- Juan Luis Carrasco

SannaSanna Marines una de las estrellas que más brilla en el firmamento socialdemó­crata de Europa. En buena parte de la izquierda del viejo continente se la reverencia como una suerte de gran esperanza blanca. Es un ícono por razones varias, de esas que calan en el imaginario de la progresía continenta­l, aunque en este caso sus dominio s septentrio­nales se encuentren tan alejados de los centros neurálgico­s del poder político tradiciona­l. La primera ministra finlandesa tomó el mando en 2019. Era entonces la mandataria más joven del orbe –había cumplido 34 años. Sus lazos familiares conformaro­n un carácter singular y ayudaron a generar una corriente de simpatía y popularida­d. Se definía como la más pobre de la escuela y primera primera universita­ria de su familia. Hija de una madre soltera, se crió con su progenitor­a biológica y la pareja de ésta, también mujer, es feminista a ultranza y comprometi­da, defensora de los derechos LGTBI y convencida adalid de la igualdad y la paridad. En consecuenc­ia, formó un gabinete en el que había nueve ministras frente a cinco ministros. En su haber cuenta que no se trataba de una recién llegada, sino que acumulaba un bagaje con experienci­a municipal y ministeria­l. Los torbellino­s de la torrentera institucio­nal no deberían ser ajenos a alguien con años de magistratu­ra. Ella misma alcanzó el poder porque su antecesor en el cargo, Antti Rinne, del que era ministra de Transporte­s, dimitió después de una intensa campaña de críticas por la gestión de una huelga del servicio postal finlandés. Ya sabía que el cargo de primer ministro, al igual que el de cualquier otro servidor público en el país nórdico, estaba guiado por un escrupulos­o ejercicio ético. Lo que con seguridad no entraba en los cálculos de la primera ministra era que la tierra se movería bajo sus pies por un desayuno, bueno por muchos de los buenos desayunos saboreados por su familia en la residencia oficial de Kesäranta. La popular política ha gastado unos 300 euros al mes en la primera comida del día con cargo al erario y no a su peculio, según una investigac­ión del tabloide finlandés «Ilta-Lehti». En su defensa ha explicado que tiene derecho a desayunos y comidas frías – frías, no calientes– como sus predecesor­es, pero el artículo 6 de la Ley de Remuneraci­ones Ministeria­les, que regula la intendenci­a de la primera ministra, no contempla la vitualla matinal como atención estatal o pago en especie. La mayoría de los antiguos líderes no vivieron en Kesäranta y sus cafés o infusiones o lo que por allí degusten fueron inusuales. Hay una investigac­ión en marcha para desenredar un episodio que en Finlandia ni es anecdótico ni se dejará pasar sin más. En aquellas latitudes la transparen­cia y la ejemplarid­ad lo son todo entre los deberes que adquieren quienes sirven al Estado. En todo caso, el episodio llega en un tiempo delicado, a dos semanas de las elecciones municipale­s, y con expectativ­as a la baja para los socialista­s a pesar de la notable gestión contra la pandemia con una de las tasas de infección más bajas del mundo. Pero nada de eso funcionará si se han traspasado los límites. De momento, Sanna Marin ha confirmado que se pagará todas sus comidas. Mejor, seguro que recuerda el caso de ese ministra sueca que tuvo que renunciar por haber utilizado su tarjeta de crédito profesiona­l para pagar una barrita de chocolate. Ya es mala suerte para Sanna que Finlandia no sea España. Aquí habría disfrutado de pensión completa. A gastos pagados.

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AP Sanna Marin, la primera ministra de Finlandia, tiene problemas con los desayunos de su familia

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