Enredo francés en un nido no tan vacío
Michèle Laroque regresa a la dirección en «Dios mío, ¡los niños han vuelto!», una comedia sobre el problema de la vivienda
El de Michèle Laroque (Francia, 1960) es un rostro que se asocia a ese «la comedia francesa del año» que ya es meme. Hace años, a propuestas de un productor «osado», como ella explica, se atrevió a dirigir «Una mujer brillante» desde un texto que llevaba años haciendo en el teatro y se convirtió en una de las realizadoras más taquilleras de la historia de su país. Con esas credenciales, estrena «Dios mío, ¡los niños han vuelto!»: «Me parece increíble que estemos en Francia y España ahora, cuando todo me queda tan lejos y he escrito ya dos guiones entre medias. Y, encima, una cinta sobre lo que significa la convivencia en casa», bromea la actriz en referencia al título original del filme, que se podría traducir como «Cada uno en su casa» y que en sus agradecidos 80 minutos de metraje se las arregla para que el espectador salga de la sala con una sonrisa tontorrona, como en el «cine champagne» del que nos gustaba hablar hace unas décadas.
En la película, además de dirigir, interpreta a una Catherine que tendrá que lidiar con un marido recién jubilado –y tremendamente aburrido– y una hija, y su novio, que se quedan sin piso en el París de los precios imposibles y deben volver al nido: «La vida se ha complicado mucho, y a eso no ayuda que los estudios sean tan largos y que los jóvenes tarden tanto en encontrar su primer trabajo. No tienen los medios para irse de casa y es complicado», opina antes de relacionarlo con el argumento: «Los colegas me preguntaban entre risas si sabía algo de la pandemia con antelación, porque situaciones como la que contamos se han multiplicado desde el inicio de los confinamientos».
Con su hija, más exigente
Entre el reparto, que completan clásicos como Stéphane De Groodt («Astérix en los Juegos Olímpicos»), también tiene un pequeño papel Oriane Deschamps, hija de Laroque más allá de la ficción: «Es un gran placer trabajar con ella porque nos conocemos bien, pero soy muy exigente. Al ser mi hija le pido más que al resto y a veces diría que me vuelvo un poco difícil», confiesa. ¿Y qué más cambia cuando se sienta en la silla de directora? «La diferencia es que ahora soy responsable de todo. De la historia que se cuenta, pero también del vestuario, de la iluminación, de los peinados... Cuando trabajo de actriz, solo soy un instrumento», se despide.