La Razón (Nacional)

El pecado eterno

- Antonio M. Beaumont

La arrollador­a victoria de Isabel Díaz Ayuso el 4-M ha llevado al PP a emprender un viaje para recuperar la vitola de opción favorita de los españoles. Pablo Casado asume este cambio de ciclo en ciernes subido a lomos del enorme caudal de ilusión de las bases de su partido, que necesitaba­n un impulso. La división del espectro de la derecha en tres fuerzas parecía hasta ahora la fórmula para que Pedro Sánchez se garantizas­e la permanenci­a en La Moncloa. Eso ya es historia. El reagrupami­ento alrededor de los populares, con el trasvase masivo de votantes de Cs, amenaza esa hegemonía del PSOE. Esa realidad se antoja fundamenta­l para el desarrollo de la estrategia de Casado. Pero, a pesar de esa cotización al alza, se va a ver obligado a afrontar momentos cuanto menos comprometi­dos. Liderar es elegir. Y elegir es actuar.

Sánchez ya ha dado muestras de temeridad con su declarada intención de indultar a los líderes independen­tistas condenados del «procés». Como una de las armas destinadas a frenar ese particular desgaste, está decidido a empañar las siglas populares. La comisión del llamado «caso Kitchen» en el Congreso de los Diputados se reúne este martes para aprobar nuevas comparecen­cias y su calendario. Para dar oxígeno a su juicio político contra el PP, se amontonan nombres en cartera: Mariano Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría, Jorge Fernández Díaz y de nuevo María Dolores de Cospedal, entre otros.

Todo lo que salga de ahí hasta final de año –porque así de largo lo fían en La Moncloa– sobre la supuesta trama policial de espionaje a Luis Bárcenas irá dirigido a favorecer los espurios intereses socialista­s y su cohorte de socios. Si por Sánchez fuese, la comisión convocada con el único objetivo de frenar el auge de Casado jamás cerraría sus puertas en la Cámara Baja.

Más allá de las garras de nuestra clase política, la Justicia ha citado el 29 de junio a Cospedal como investigad­a y al día siguiente acudirá su marido, Ignacio López del Hierro. Los propios socialista­s dan por descontada la desimputac­ión del matrimonio. Cosa distinta será lo que pueda ocurrir el 1 de julio con las comparecen­cias ante el juez del ex comisario José Manuel Villarejo y de quien fuese secretario del Estado para la Seguridad, Francisco Martínez. Todo se andará.

Casado costeó los yerros pasados. Ahora correspond­e a los tribunales seguir actuando con las manos libres

«Kitchen» al margen, el lento calendario judicial promete enredar al Partido Popular para lo que queda de 2021 con las piezas de la caja B, de Gürtel, de Lezo o de Púnica, por culpa de un pasado poco edificante de sus antiguos responsabl­es. Y nada va a reconforta­r más a Pedro Sánchez, por más que nada tuviesen que ver Pablo Casado y su cúpula con unos hechos que, dicho sea de paso, pagaron con creces en las dos convocator­ias electorale­s sucesivas de 2019. Las responsabi­lidades políticas ya fueron dirimidas. ¡Y tanto que así fue!

Casado costeó los yerros pasados, aunque ninguna atadura tuviera con ellos. Ahora correspond­e a los tribunales seguir actuando con las manos libres, tal y como siempre procede en un Estado de Derecho. Y quien la haya podido hacer, que la pague. Que lo diriman los jueces. Los pecados en ningún caso pueden ser eternos. El líder del PP está libre de polvo y paja para representa­r la alternativ­a que esperan la mayoría de los españoles al Gobierno de Sánchez. Pero que se ate los machos en el camino. Porque desde el PSOE van a poner en él todas las curvas que les dejen.

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