«HAY UNA TARIFA MUY RAZONABLE HASTA LAS 10. (...) NO ES TAN COMPLICADO EVITAR LAS HORAS PUNTA»
TeresaTeresa Ribera es la conciencia verde del Gobierno. Es la mano que ha mecido el estacazo eléctrico que nos condena a la España del candil o de aquellas casas de nuestros abuelos en los que una sola bombilla debía servir para la planta baja y la superior pasándola por un agujero en el techo. La vicepresidenta ha vendido las bondades del tarifazo y que el despropósito no es tal y como lo vierten los malvados medios y la diabólica oposición, sino que, al contrario, el ahorro está garantizado. «Tenemos una tarifa muy razonable hasta las 10 de la mañana. También después de comer, que estamos en casa. No es tan complicado el evitar esas horas punta. También se pueden programar los electrodomésticos». El «catecismo Riberista» repasa esos mandamientos que se encierran en dos: ajo y agua. Las palabras de la ministra denotan nula honestidad institucional y lúgubre dignidad política. Eso y el distanciamiento cósmico con la vida en un hogar tipo. ¿En casa después de comer; programar lavadoras, lavavajillas, plancha? Hay en sus palabras y en su gesto una ausencia de empatía extraordinaria, rebosa suficiencia y desdén. Esas ínfulas que rezuman sus comentarios dan a entender que en realidad la gente se queja por incordiar cuando el Gobierno nos hace un inmenso favor. El mundo será mejor, más limpio, verde, reluciente. Eso para los privilegiados poderosos que queden en pie mientras los demás sobreviven entre los cubos de basura y la limosna del estado. Ribera y su defensa del «facturazo» es el retrato del gobierno de la gente sin la gente y contra la gente. Si fuera al contrario, no habría extendido una alfombra roja para que la luz nos costara un 40% más cara en los tramos de electricidad que utiliza cualquier mortal en este país que no cuenta con servicio o no es del gobierno. Podría haber actuado sobre los dos tercios del recibo que dependen del Ejecutivo, sobre el 40% de los costes regulados o sobre los tres impuestos lumínicos que castigan a las familias. Pero entonces el pelotazo público se habría quedado en calderilla. Ellos son verdes y sostenibles, para los españoles pinta negro e imposible.