Luis Enrique, Clemente y el terraceo
NoNo es que la selección y su entorno sean tan tranquilos como una sala de versión original un martes a las cuatro, pero casi. El clima no da ni para medio episodio de Reyes de la noche pese al positivo de Busquets. Unos se indignan porque Luis Enrique odia al Madrid, otros discuten sobre la presencia de Nacho, Aspas o Canales... debate de terraceo entre el primer gin tonic y el primer mojito. O peor, una pista sobre el verdadero nivel del equipo. España vuelve a una gran competición con un año de retraso por culpa de la pandemia y las expectativas impiden imaginar un país plagado de banderas en los balcones a primeros de julio. Los chicos de Luis Enrique llegan sin hacer ruido al margen del que genera el seleccionador. Lo hacen como la España de Luis al Mundial de 2006. Aquella regeneración derivó en tres chupinazos gloriosos y un arranque de verano inolvidable para muchas generaciones. De la selección que lo ganó todo quedan el recuerdo, tres carreras de Jordi Alba y Busquets con su positivo. Lo que venga ahora no lo vislumbra ni el seleccionador. España pasó de levantar títulos a convertirse fuera del césped en la atracción previa a los últimos grandes torneos. Del tiqui-taca se pasó al escándalo sexual que salpicó a De Gea antes de la Eurocopa de 2016. En el Mundial de Rusia, España se llevó los «twelve points» antes de empezar con lo de Lopetegui. La selección hoy es un ni fú ni fá. Sólo Luis Enrique puede generar una tormenta. Los debates los crea él con su diplomacia de la Guerra Fría. Es un Javi Clemente con gafas marcianas de ciclista que el de Baracaldo no se pondría ni a tiros.