ESTO PASA CUANDO DEPURAS POCO Y MAL
LoLo mismo es cosa del cambio climático, que no conviene poner en duda los dogmas de la nueva fe, pero lo que ven en la imagen y cubre las aguas costeras del mar de Mármara, al largo de Estambul, es lo que, comúmmente, se llamaba «moco de agua» o mucílago marino y casi siempre está relacionado con la proliferación de fitoplacton –microalgas–, favorecidas por el exceso de nutrientes, pequeños cambios en el régimen de corrientes y la salinidad. La temperatura del agua, por supuesto, también influye. Según el espesor de esas espumas, de feo aspecto, hay menos oxígeno, lo que afecta a los peces, y, además, se obstruyen las bombas de refrigeración de las embarcaciones. Sufre, pues, la pesca, pero también el turismo. Luego está Estambul, una ciudad que ha pasado de tener 8 millones y medio de habitantes en el año 2000 a los 15 millones que daba el censo de 2020, sin que los servicios de depuración y tratamiento tratamiento de aguas residuales haya experimentado, al parecer, el mismo nivel de expansión. Por no hablar de otras ciudades, como Corlu, Yalova y la vieja Nicomedia, centros fabriles en fuerte desarrollo, que también han visto doblar la población en 20 años. Es como lo del plástico en los océanos. Que el 79 por ciento de los residuos plásticos que van al mar proceden de China, la India, Indonesia y Filipinas –Europa Occidental y Oceanía, sumadas ambas, vierten el 1 por ciento–, pero a quienes torran a base de propaganda apocalíptica es a nosotros, los pobres europeos. Pero, en fin, de alguna manera tendrán que exprimirnos a impuestos. Y lo verde, está de moda fiscal, salvo en el mar de Mármara.