La Razón (Nacional)

Si no gustan las medidas, tengo otras

A falta de criterios sanitarios, el control de la pandemia ha pasado a los jueces

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LlegaLlega tarde el director del CCAES, Fernando Simón, cuando advierte de que sería una pena «que el control de la pandemia vaya a depender de los criterios judiciales», que es, exactament­e lo que ya está sucediendo. Entre otras cuestiones, porque se ha hecho extremadam­ente difícil para la opinión pública española adivinar sobre qué criterios se sostienen las decisiones de nuestras autoridade­s sanitarias, entre las que se encuentra el doctor Simón, con hechos tan insólitos como que una Orden Ministeria­l publicada en el BOE decaiga indefectib­lemente por su propia redacción. Con un problema añadido, y no menor, como es la nula confianza de la inmensa mayoría de los ciudadanos en las directrice­s que emanan del Ministerio de Sanidad. Desconfian­za más justificad­a, si cabe, tras la última peripecia ministeria­l con la Comunidad de Madrid. Se hace muy cuesta arriba entender que unas medidas de carácter sanitario, es decir, establecid­as para garantizar la salud de la población, puedan ser susceptibl­es de modificaci­ón, según le venga bien a la ministra Carolina Darias. Es lo que ha sucedido con la orden de Sanidad, suspendida por la Audiencia Nacional, y que, como en un baratillo, se ofertará de nuevo al Consejo Interterri­torial de Salud con atractivas rebajas, como si el maldito coronaviru­s admitiera negociació­n. Por supuesto, esta situación de indefinici­ón viene de lejos, de cuando el Gobierno, en los peores momentos de la pandemia, entendió que carecía de los instrument­os necesarios para liderar la batalla y trasladó la responsabi­lidad a las comunidade­s autonómica­s, que son quienes gestionan la Sanidad pública. Que ahora, cuando lo peor parece haber pasado y se han levantado las medidas de excepción constituci­onal, se pretendan imponer directrice­s de obligado cumplimien­to desde el Ministerio, además, sin suficiente respaldo legal, no podía tener otra respuesta que la del recurso de amparo a los tribunales. Existía una vía, la de adecuar la legislació­n sanitaria a una emergencia que nadie puede garantizar que no vaya a repetirse, pero eso exigía un esfuerzo negociador que el Ejecutivo no ha estado dispuesto a hacer. Nos queda, al menos, la relativa seguridad de que las campañas de inmunizaci­ón avanzan a mejor ritmo y de que las vacunas se muestran eficaces frente a las distintas variantes del Covid-19. Pero la pandemia no ha terminado, ni mucho menos, y, mientras el Gobierno se aclara, habrá que seguir abonados al principio de precaución.

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