La Razón (Nacional)

EL PRADO ADQUIERE A LA «DIOSA JUNO» POR 270.000 EUROS

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E l Museo del Prado enriquece su colección con un Alonso Cano de carácter insólito. Es un óleo de extraordin­aria calidad, factura impecable y conservaci­ón excelente, pero que cuenta con un punto a su favor que lo convierte en un cuadro peculiar y extraño. España tuvo reyes y nobleza de gusto refinado para la pintura de carácter mitológico. Estos cuadros eran adquiridos por lo general en el extranjero, sobre todo en tierras de Italia y Flandes. En nuestro país, sin embargo, se cultivaban otros géneros de diferente índole y profundida­d, como fueron los retratos, las naturaleza­s muertas y, sobre todo, los de tema religioso, que tan buena acogida poseían en aquella época. Como advierte Javier Portús, jefe de conservaci­ón de Pintura Española hasta 1800 de la pinacoteca madrileña, «la obra es importante, entre otros asuntos, precisamen­te por el tema, porque, aunque aquí se coleccionó mucha pintura mitológica, la mayor parte de esas obras provenían del extranjero. Precisamen­te, esta pieza de Alonso Cano es de los pocos cuadros de carácter mitológico que se pintaron en el siglo XVII en España».

La composició­n, vertical, no de gran tamaño, adquirida por un montante de 270.000 euros, representa a la diosa Juno de pie, con una diadema adornándol­e la cabeza y con un cetro en la mano. En esta estampa se puede reconocer a un pavo real, el atributo general con el que se suele identifica­r a esta figura. Esta obra, que ahora enriquece las coleccione­s del museo, se ejecutó en Madrid entre los años de 1638 y 1651 o 1652, que fue el periodo en el que estuvo residiendo en la Villa y Corte este pintor, natural de Granada, y uno de los grandes pinceles del barroco español. Un artista de enorme impronta, una gran ambición y estilo notable, «uno de los grandes», como ayer se recalcó en la presentaci­ón, que se atrevió a salir de los camino trillados y más frecuentad­os por la figuración más corriente para explorar otros horizontes.

Lo extraordin­ario de esta tela, aparte de su gran estado de conservaci­ón (no ha sido necesario que pasara por ninguna restauraci­ón), es que Alonso Cano da muestras de unas pericias que, aunque conocidas, no suele demostrar en otra parte del catálogo de su obra. En esta «Pallas», que ya se cita en el inventario de bienes de Margarita Cajés, hija del pintor Eugenio Cajés en 1637, el artista se aparta de la pintura y su mano da muestras de un alcance en el dibujo que no suele verse en otras de sus obras. «Aquí lo extraordin­ario es que ha unido un relevante sentido del dibujo y una sensibilid­ad especial para el color». Estos rasgos asoman en la delicadeza con que está ejecutada la silueta de la diosa, la manera en que ha modelado su cabeza y cómo ha logrado reflejar el pelo. Su mirada pictórica, dotada para la gama cromática, se revela en la túnica que reviste al personaje y en las sandalias.

Aunque de primeras, este cuadro deja entrever una aparente sencillez, resulta fácil apreciar que Alonso Cano, ya fuera por encargo o por cualquier otra razón, se entregó a esta obra, una «rareza» del barroco español, como se le ha tildado, con deleitació­n. En su época hubo pocos pintores que se atrevieran a navegar por las aguas del desnudo y la mitología. Uno de ellos fue Velázquez, como demuestran «La Venus del espejo» y «Las hilanderas». El otro fue Alonso Cano que, en otros trabajos, ya había dejado entrever su debilidad para abordar estos temas, que ofrecían una oportunida­d para entrenarse en la anatomía o desembaraz­arse con las premisas a las que obligaba la Iglesia en aquel momento cuando se abordaban escenas religiosas.

Es uno de los pocos cuadros mitológico­s que se pintaron en la España del siglo XVII

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EUROPA PRESS «La diosa Juno», de Alonso Cano, adquirido por el Museo del Prado

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