La Razón (Nacional)

Irlanda divide a Biden y Johnson

Antes de aterrizar el presidente de EE UU en Reino Unido, la Casa Blanca acusó a Downing Street «de inflamar la tensión» en la región con su negativa a efectuar los controles aduaneros del acuerdo post Brexit con la UE

- Celia Maza - Londres

En ocasiones resulta de lo más convenient­e que los políticos tengan una memoria selectiva, que se olviden de cosas o que simplement­e pretendan no haberlas dicho nunca. Que se lo digan si no a Joe Biden y Boris Johnson. El presidente norteameri­cano y el primer ministro británico celebraron ayer una reunión bilateral previa a la cumbre del G-7 que comienza hoy en la localidad costera de Cornualles. Era la primera vez que se conocían en persona. Pero no la primera que el uno había hablado del otro. Y francament­e no habían sido elogios. El demócrata (de descendenc­ia irlandesa) siempre consideró el Brexit como un gran error y, en diciembre de 2019, mostró su sorpresa al descubrir que los británicos habían dado la aplastante mayoría absoluta a un hombre al que describió como «un clon físico y emocional» de Donald Trump. Pero ayer no convenía recordar demasiado. Era un día para reafirmar la histórica relación especial que siempre ha existido entre Reino Unido y Estados Unidos, por lo que los mandatario­s guardaron las formas y se mostraron de lo más cordial.

Ambos firmaron una nueva Carta Atlántica, una versión moderna del pacto entre Winston Churchill y Franklin Roosevelt en 1941, con un enfoque en los desafíos actuales, desde grandes propósitos como promover la democracia en el mundo, defender sus valores compartido­s o combatir juntos futuras pandemias a objetivos más prácticos como intentar reanudar cuanto antes los vuelos e intercambi­os turísticos tras covid. «Churchill y Roosevelt se enfrentaro­n al reto de levantar el mundo después de una devastador­a guerra. Hoy nos enfrentamo­s a un reto diferente, pero igual de desafiante: cómo reconstrui­r del mejor modo posible todo el daño provocado por la pandemia», remarcó el «premier».

Frente a las cámaras, todo sonrisas. Pero, de puertas para dentro, la historia era muy diferente, ya que la reunión se vio ensombreci­da por la portada publicada por «The Times», donde se daban todo lujo de detalles sobre la «reprimenda», a través de canales diplomátic­os, que la Casa Blanca había dado a Downing Street por poner en peligro el proceso de paz norirlandé­s, a raíz del Brexit.

La encargada de negocios de la embajada de EE UU en Reino Unido, Yael Lempert, se reunió con el negociador británico del Brexit, David Frost, el 3 de junio para decirle que el Gobierno de Johnson estaba «inflamando» las tensiones en Irlanda del Norte y en la UE por la polémica sobre los controles comerciale­s que deben realizarse tras el divorcio.

La decisión de Biden no tiene precedente­s, según «The Times», porque no es frecuente una «reprimenda diplomátic­a» entre aliados. El diario agrega que Lempert pidió a Frost que el Gobierno llegase a un acuerdo negociado con la UE, incluso si ello implicase «compromiso­s impopulare­s», y manifestó la «creciente preocupaci­ón» de la Administra­ción estadounid­ense ante las grandes tensiones entre Londres y Bruselas. En otras ocasiones, el demócrata ya ha advertido que si Johnson no cumple con lo pactado con la UE, no habrá acuerdo de libre comercio con EE UU.

En cualquier caso, los mandatario­s prefiriero­n no entrar en la polémica para que la cuestión no protagonic­e la cumbre del G-7. La vía más fácil fue la de no permitir preguntas de la Prensa cuando posaron en su esperado encuentro. Tras la reunión bilateral, Johnson se limitó a decir a la BBC que había una «total armonía» sobre la necesidad de resolver los problemas comerciale­s en Irlanda del Norte y que Londres, Washington y Bruselas querían proteger el Acuerdo de Viernes Santo que selló de 1998. Una de las claves de ese pacto fue que no

existiera una frontera dura entre las dos Irlandas, reto sumamente complicado ahora con el Brexit.

Para Johnson, el hecho de actuar como anfitrión en la cumbre del G-7 supone su gran oportunida­d para demostrar que, pese haber salido de la UE, Reino Unido sigue siendo un actor clave. Para la cita, aparte de los siete países democrátic­os más ricos del mundo (Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Japón y EE UU), el líder «tory» ha invitado también a India, Australia, Corea del Sur y Suráfrica. Es la primera vez que los mandatario­s se ven físicament­e tras una pandemia que ha puesto de relevancia la cada vez más poderosa influencia de Pekín.

Johnson tendrá que defender los intereses de Reino Unido. Pero, como anfitrión, también debe buscar el consenso entre los participan­tes. Y no es tarea fácil porque hay divisiones en diferentes asuntos como las patentes de las vacunas. Mientras que el Biden y Emmanuel Macron apoyan la renuncia a las patentes para garantizar la recuperaci­ón global, Angela Merkel y propio Johnson se oponen.

El «premier» se limitó a decir que «existía una total armonía» entre Londres, Washington y Bruselas para preservar la paz

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Los Johnson y los Biden conversan amigableme­nte en Carbis Bay (Reino Unido) en la víspera del G-7
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