La represión marca las legislativas en Argelia
Los islamistas serán los grandes beneficiados de las elecciones de mañana tras el boicot de «Hirak». El régimen aumenta la persecución contra el movimiento que derrocó a Buteflika
El régimen argelino celebrará mañana las primeras elecciones legislativas después de que el «Hirak» o movimiento popular opositor obligara a Abdelaziz Buteflika a abandonar el poder a comienzos de abril de 2019 tras 20 años como presidente. A pesar de que la inmensa mayoría de la oposición llama al boicot, Argel confía en ganar legitimidad con unos comicios en los que las candidaturas son libres y se ha impuesto que la mitad de los integrantes de las listas sean menores de 40.
Hasta un total de 2.200 listas, la mayoría independientes, competirán por el voto de los 24 millones de ciudadanos que elegirán a los 407 diputados de la Asamblea Popular Nacional para una legislatura de cinco años.
Las legislativas, previstas inicialmente para 2022, son la tercera cita con las urnas de la etapa abierta tras la marcha de Buteflika, tras las presidenciales de diciembre de 2019 –de las que salió triunfante Abdelmajdid Tebboune, antiguo primer ministro del anterior presidente– y el referéndum de la reforma constitucional de noviembre de 2020. Como ocurrió en las anteriores experiencias electorales, mañana se espera una abstención alta. Y un Parlamento fragmentado con una importante presencia de los islamistas y conservadores, y un pobre resultado de formaciones como el Frente de Liberación Nacional (FLN) –partido único hasta 1989– o la Agrupación Nacional para la Democracia (RND.
Coinciden, pues, los analistas en que dos formaciones islamistas obtendrán buenos resultados en la nueva Asamblea, beneficiadas por la atomización del voto secular y la implosión de los partidos de la antigua alianza presidencial: el Movimiento por la Sociedad en
Paz (MSP), cercana a la Hermandad Musulmana, y el Movimiento El Bina, nacido de una escisión de la anterior organización.
La estabilidad alcanzada por el régimen militar tras la reciente guerra civil (1991-2002) y el miedo a una nueva confrontación bélica fueron las principales causas de que la Primavera Árabe tuvieran en Argelia un modesto eco en comparación a Libia o Túnez.
Sin embargo, ocho años después del estallido contestatario en el norte de África y Oriente Medio, en febrero de 2019 y tras anunciar un octogenario Bouteflika su intención de presentarse a un quinto mandato consecutivo, una parte importante de la sociedad argelina se organizó en el «Hirak» para reclamar la caída del régimen y la implantación de un sistema democrático con un poder exclusivamente civil. Cuando han transcurrido casi dos años y medio de sus primeras movilizaciones, y tras lagos meses de paréntesis obligado por la pandemia, el movimiento opositor sigue fiel a su cita –cada viernes– en las calles de las principales ciudades del país magrebí. Pero con dificultades cada vez mayores.
La proximidad de los comicios y la persistencia de las protestas empujaron al régimen a comienzos del mes pasado a prohibir la celebración de protestas que no hayan sido previamente autorizadas. Desde entonces reprime con dureza las concentraciones, como demuestran las imágenes registradas en Argel las últimas semanas. Las autoridades han detenido a centenares de personas.