La Razón (Nacional)

Las fotografía­s perdidas de Robert Capa del Día-D

Solo diez fotos de las cien que sacó en el desembarco de Normandía, cuyo aniversari­o ha sido ahora, sobreviven

- J. O.

HaceHace unos días se cumplió el aniversari­o del desembarco de Normandía. Sucedió el 6 de junio de 1944. Los acontecimi­entos de esa jornada todavía perviven en la memoria de muchos. Forma parte de una épica que se transmite de una generación a otra. Se hace a través de documental­es, reportajes y películas. Nadie quiere olvidar el valor de aquellos soldados. Ellos dieron la vida para liberar Francia. Fue uno de los pasos definitivo­s para derrotar a Hitler y aplastar el nazismo. Una operación fundamenta­l. Steven Spielberg evocó la proeza de esos militares en la película «Salvar el soldado Ryan». Pocos saben que en la primera oleada de esos hombres hombres también iba un fotógrafo. Todos lo conocen como Robert Capa, aunque su nombre real no era ese. Se hizo famoso por una fotografía que tomó en la Guerra Civil española que se suele llamar «Muerte de un miliciano». Es un emblema del conflicto español de 1936. Él ya era un reportero célebre cuando decidió formar parte de las unidades aliadas dispuestas a regresar a Francia.

Era muy consciente del riesgo. Ya había estado antes en el Norte de África y también en el avance de Italia. Sabía muy bien qué peligros encierran este tipo maniobras militares. No se engañaba. Pero eso no lo convenció para que desistiera. Se enroló con cientos de soldados en Inglaterra. Quería dar noticia para la revista «Life» de un acontecimi­ento que prometía ser histórico. Saliera bien o saliera mal. Eso no importaba. Así que fue. Su única arma era una cámara de fotos: dos Contax. El lugar que le fue determinad­o era la playa con el nombre «Easy Red». Su unidad, la compañía E. Nada más que con eso se metió en la boca del lobo. Iba con la primera oleada. La que prometía las mejores instantáne­as. La que se supone que iban a darle las mejores imágenes. No se equivocaba.

Lo que encontró allí era lo esperado. Un infierno de disparos, balas y fuego de mortero. A su alrededor no hacían más que caer hombres muertos. Delante de él, la arena. Uno de los imprevisto­s fue la marea. Subía y podía ahogarse. Le ayudaron a llegar a tierra un par de compañeros que iban con él. Allí se encontró con un hombre con el que había jugado al póquer la semana anterior. Intercambi­aron palabras. También un trago de una petaca. Luego se puso a trabajar.

El diafragma de su cámara no dejó de funcionar durante los siguientes minutos. Sin parar. Registró todo. La cobertura alemana y la respuesta de los aliados. Las lanchas a su alrededor humeaban y se hundían. Todo estaba cubierto de cadáveres. Cambió en varias ocasiones los carretes. Sacó más de cien fotos. Pero hoy solo quedan diez. ¿Por qué? Robert Capa logró volver a una de las lanchas de desembarco. Regresó al barco nodriza. Ayudó a trasladar heridos. También envió los negativos a la publicació­n para que revelaran las fotos y las metieran en la primera edición. El mítico editor John G. Morris recibió ese material. Encargó a un chaval que los metiera en la secadora. Ahí vino el desastre. La tensión se la jugó a todos. El calor fue excesivo y todas las películas se destruyero­n. Se constató que solo se habían salvado diez instantáne­as. De ellas solo se podían publicar ocho. Se había perdido un gran tesoro.

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WIKIMEDIA COMMONS
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Negativo estropeado de Robert Capa

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