Villaronga se envuelve en autoría para echarse al mar

Hace tiempo que Agustí Villaronga no le debe «nada a nadie». Así al menos lo afirma, mechero del Málaga Club de Fútbol en mano y con la autoridad que brinda ser una de las voces más originales de nuestro panorama fílmico. El director de «Pa negre», en la distancia corta, es una máquina de titulares: «Las salas de cine van a quedar para Marvel y poco más», «Mi película nació pobre, por eso es tan libre» y «No se puede salvar el mundo con una película» podrían encabezar cualquier charla con el realizador, pero se las arregla, de nuevo, para que el relato se narre desde su último trabajo de orfebrería cinematográfica.

El director presentó ayer «El vientre del mar», con la que compite en la Sección Oficial del Festival de Málaga. La película, como el naufragio que narra, parte de un texto teatral de Alessandro Barico, que iban a interpretar Eduard Fernández y Darío Grandinetti a las órdenes del director, pero la pandemia frenó el proyecto. Con los restos de la nao y esas «reducidas posibilidades económicas» que explica Villaronga, el realizador se las apaña para construir un relato sobre la condición humana en condiciones extremas, el colonialismo y la soledad, sin renunciar por el camino a una bella factura estética y a un diseño de producción que, si bien no contó con los medios de «Master & Commander», sí nos ofrece una profunda reflexión sobre qué es el odio, dónde se enciende y cómo se apaga.

«Algunos se pusieron a cantar en el balcón, pues yo quise hacer una película. Quizá pueda ser algo pesimista, pero eso viene del texto original. Yo creo que habla de que siempre, detrás la verdad, hay hechos muy terribles. Eso nos sirve para hablar de prácticamente cualquier hecho histórico, y este naufragio no era una excepción», remata.