Tomás Llorens, el arquitecto del arte español contemporáneo
Murió a los 85 años el hombre que puso los cimientos del IVAM, y fue el primer director del Reina Sofía y el Thyssen
Tomás Llorens ha fallecido a los 85 años de edad. Quizás su nombre no tenga el glamur de otras figuras del arte español, ni su trayectoria sea conocida por el gran público o, incluso, por la hornada más joven de artistas y críticos. Pero, desde una perspectiva histórica, histórica, Tomás Llorens se puede considerar –junto con Valeriano Bozal– el principal teórico del arte español del tardofranquismo y de la Transición, y, sin ningún género de dudas, el gestor cultural más lúcido y determinante de la década de los 80 y de los 90. Llorens fue el máximo protagonista del periodo más decisivo de la reciente cultura española: aquel en el que, consolidada la democracia, se pusieron los cimientos de algunos de los proyectos más ambiciosos de nuestra red de centros artísticos. El Reina Sofía, el IVAM de Valencia o el Museo Thyssen constituyen un triángulo mágico de rutilantes incorporaciones al mapa de la cultura española, en el que LLoréns jugó el papel de vértice principal.
De hecho, el crítico y museólogo castellonense fue, sin solución de continuidad, impulsor y primer director del IVAM de Valencia (1986-1988), director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (1988-1990) y conservadorjefe de la colección Thyssen-Bornemisza (1991-2005). Se podría decir que Llorens fue el auténtico arquitecto del relato cultural que se gestó en los años 80 y principios de los 90. Y no solo porque estuviera al mando de tales centros museísticos en sus delicados momentos iniciales, sino porque, a través de ellos, se urdió la narrativa de lo que el arte español fue a lo largo del siglo XX, trayendo así a la luz una historia que la dictadura había ocultado a su antojo.
Significativa fue su labor como destacado promotor del Instituto Valenciano de Arte Moderno. Como primer director de la institución, Llorens puso anticipadamente en práctica un concepto que, años después, adquiriría especial resonancia con el triunfo de la globalización: el de lo «glocal». Llorens siempre tuvo en mente que el IVAM debía ser concebido desde una perspectiva valenciana, pero mirando siempre hacia el exterior. Además, en plena década de los 80, cuando el centralismo cultural solo había sido desafiado a través de la música, el IVAM emergió como la incontestable evidencia de que un proyecto museístico activado desde la «periferia» no solo podía ser plausible, sino también capaz de acaparar la atención del mundo artístico nacional e internacional.
El teórico de Equipo Crónica
Antes de su revelación como el gran gestor cultural que fue, Llorens estuvo allí donde una alternativa artística se establecía como punto de resistencia contra el régimen franquista. Durante los años 60 y 70, la actividad de Llorens como soporte teórico de experiencias estéticas emblemáticas como la del Equipo Crónica fue especialmente resaltable. Décadas después, cuando la España de las autonomías multiplicó la creación de instituciones de arte contemporáneo, Llorens alertó sobre las tentaciones de que la práctica artística y la política de partidos se solaparan. Ambas realidades debían permanecer al margen y sin interferencias. Pero, al final del franquismo, la única opción legítima del arte era la de lo político. Así, en 1976, Llorens participó en uno de los proyectos más icónicos del arte español del siglo XX: el que, bajo el título de «España. Vanguardia artística y realidad social. 19361976», configuró la presencia de España en la Bienal de Venecia de aquel año. Esta iniciativa surgió ante la negativa de la Bienal de que se dedicara una muestra oficial a un país con un régimen dictatorial. Ante tal circunstancia, un grupo de intelectuales y de artistas españoles –Bozal y Llorens, como comisarios, y Eduardo Arroyo, Alberto Corazón o Equipo Crónica entre los autores participantes– ideó una exposición alternativa al programa oficial, en la que se repasó –desde una perspectiva política– el arte español desde el estallido de la Guerra Civil hasta el año posterior a la muerte de Franco. Llorens estuvo allí porque siempre hizo acto de presencia en los acontecimientos determinantes para nuestra historia, con un rigor metodológico y discursivo que lo convierten en una de las figuras imprescindibles de la cultura y del arte español.
Fue el gestor cultural más lúcido de los 80 y los 90, y protagonista del periodo más decisivo de la reciente cultura
Anticipó un concepto que luego adquiriría una especial resonancia con el triunfo de la globalización: «Glocal»