De uno a tres kilos de más por la pandemia
Falta de ejercicio y ansiedad por la crisis sanitaria, que impulsa al consumo de alimentos hipercalóricos, principales culpables para la mitad de los españoles
Si la edad avanzada estaba considerada el primer factor de riesgo para desarrollar cuadros graves de covid, se constató que el segundo era la obesidad. Y, después de la pandemia, se ha comprobado que hay más pacientes de riesgo por este causa. Porque esta crisis nos ha hecho más gordos.
El confinamiento al que la población española fue sometida durante varias semanas en 2020 hizo pensar a la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo) que pudiera ser la causa de un aumento de peso. Esta sospecha fue confirmada en un estudio, publicado en la revista «BMI-Journal», que evidenció que el 50% de los ciudadanos ganó una media de uno a tres kilos, a partir de una encuesta en la que participaron 1.859 personas entre abril y mayo de 2020. Como justificación respondían que habían dejado de hacer ejercicio físico y que comían mal, en el sentido de que por la ansiedad que les invadía ingerían más alimentos o estos eran hipercalóricos.
Desde hace décadas la obesidad, que afecta al 23% de la población adulta en España, está considerada un importante factor de riesgo cardiovascular (infarto de miocardio, ictus cerebral), junto a la hipertensión, el sedentarismo, el colesterol elevado, el tabaquismo y la diabetes. Es, además, la primera causa de la diabetes tipo 2 o del adulto, por lo que se les suele denominar «la eterna pareja».
Una enfermedad en sí misma
Más recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS) empezó a tipificarla como entidad nosológica, esto es, una enfermedad en sí misma. Tanto el sobrepeso como la obesidad son definidos por esta institución como «una acumulación anormal o excesiva de grasa corporal, que puede resultar perjudicial para la salud».
Para llegar al diagnóstico se estableció la terminología de índice de masa corporal (IMC), que es un indicador de la relación entre el peso y la talla que se emplea habitualmente para distinguir en los adultos entre sobrepeso y obesidad. Se obtiene dividiendo el peso de la persona en kilos entre el cuadrado de su talla en metros cuadrados (kg/m2). En el sobrepeso el IMC es igual o superior a 25 y en la obesidad es igual o superior a 30. Si supera los 40 se llama obesidad mórbida y/o supermórbida, que son los tipos extremos y más graves. La obesidad ya está considerada una epidemia en el mundo occidental. La Seedo estima que la única forma de frenar la obesidad,tanto adulta como infantil, problema que va «in crescendo», es con un compromiso político y la implicación de numerosas partes interesadas, ya sean públicas y privadas. Los gobiernos, los organismos internacionales, las asociaciones científicas y de pacientes, la sociedad civil, las organizaciones no gubernamentales, la industria alimentaria y la publicidad, entre otros sectores y grupos, sin olvidar las familias y los centros educativos, tienen una misión fundamental para promover entornos saludables, condiciones de asequibilidad y accesibilidad a opciones dietéticas saludables, así como a fomentar la actividad física. Como destaca el doctor Francisco Tinahones, presidente de la Seedo, en el estudio realizado por esta sociedad científica quedó de manifiesto que la obesidad es más frecuente en los estatus socioeconómicos medio-bajos y bajos, «lo que significa que son determinantes el poder adquisitivo y el nivel de educación en torno a unos hábitos dietéticos saludables». Ni en el más leve matiz discrepa Jesús Javier Díaz Rico, presidente de la Asociación Española de Personas Obesas (Asepo). Díaz Rico empezó a tener kilos de más en la edad puberal, y cuenta que «mis padres habían vivido una posguerra y se educaron en la creencia de que un niño sano tenía que estar un poco gordito y comer mucho y, así, iban pasando los años y me convertí en un adulto de 1,70 metros y 120 kilos. Llegué a una obesidad mórbida o supermórbida, que me hacía autoaislarme de la sociedad y me generaba un gran sufrimiento».
Cuando se le pregunta por qué no pararse antes de llegar a esos extremos y pedir ayuda profesional, responde taxativamente: «Esto no es tan fácil como los no afectados piensan. Intervienen factores genéticos, socioeconómicos, educacionales, emocionales… En cierto modo, la comida se transforma en el refugio de nuestras frustraciones, de nuestra bajísima autoestima, de sentirnos estigmatizados y culpabilizados por la sociedad, que cree que somos unos vagos sin fuerza de voluntad y engullimos como animales».
No obstante, el caso del presidente de Asepo es paradigmático y, lejos de hundirse, empezó a estudiar, se formó sobre nutrición en la Escuela de Salud Pública de Andalucía y con ayuda de expertos en preparación física para obesos. Y así pasó, según él mismo puntualiza, por todo un proceso evolutivo de dos años, en el que perdió unos 50 kilos. Acaba de registrar la metodología Pullmetalbox, que se está implantando en numerosos gimnasios, para ayudar a hacer ejercicios dirigidos a grandes obesos, que se complementa con enseñanzas y estímulos para comer bien.
Ansiedad y depresión
Díaz Rico, en consonancia con lo que refleja el estudio de la SEEDO, afirma que durante el confinamiento los asociados a ASEPO han aumentado de peso por la gran carga de ansiedad y los síntomas depresivos que padecían y que trataban de paliar yendo al frigorífico y al armario de las galletas, la bollería y demás productos hipercalóricos. Muchos se han entretenido cocinando repostería para después premiarse degustándola, según matiza.
Otro estudio desarrollado por
«No es tan fácil pedir ayuda profesional, en esta enfermedad influyen mucho los factores genéticos, socioeconómicos, emocionales... la comida se convierte en refugio de nuestras frustraciones y baja autoestima»
Jesús Javier Díaz Rico
Presidente de ASEPO «Los médicos no te ayudan a adelgazar con las dietas, la gente se ríe de ti y tu frustración te hace comer más. Esto es un sufrimiento horrible. Tengo crisis epiléticas por la obesidad, según el neurólogo, y he intentado suicidarme»
Esperanza 51 años. Bajó de 200 a 120 kilos
la Seedo, entre mil jóvenes que residen en España en edades comprendidas entre 16 y 30 años, revela que el 58,7% ganaron peso durante la pandemia. Casi un 25% de este grupo analizado tiene sobrepeso u obesidad y sus hábitos de información sobre nutrición se canalizan por las redes sociales. En virtud del doctor Tinahones, un aspecto especialmente preocupante es que quienes más han engordado son los que ya presentaban sobrepeso u obesidad, por lo que se observa un posible agravamiento de las consecuencias de esta enfermedad en un grupo tan joven.
En palabras del doctor Albert Lecube, vicepresidente de la Seedo, un aspecto novedoso es que evalúa el grado de conocimiento de los jóvenes por la salud. Se comprueba que a la mayoría (93%) de los encuestados le interesa y el 65,7% ha recibido información sobre dieta sana en el colegio, el instituto, la universidad u otras vías. «Pero, curiosamente –añade– si desean buscar soluciones a su exceso de peso, el 70%de los jóvenes lo hace por su cuenta o mediante Internet (45%) y menos de un 25% han acudido a un experto».
Sorprende la importancia que conceden estos jóvenes a las redes sociales para buscar una solución al problema: un 95% lo hace por WhatsApp; un 89%, Instagram, y un 87%, YouTube, aunque se aprecia una ligera una preferencia por Facebook.