La Razón (Nacional)

De uno a tres kilos de más por la pandemia

Falta de ejercicio y ansiedad por la crisis sanitaria, que impulsa al consumo de alimentos hipercalór­icos, principale­s culpables para la mitad de los españoles

- POR MAYKA SÁNCHEZ MADRID

Si la edad avanzada estaba considerad­a el primer factor de riesgo para desarrolla­r cuadros graves de covid, se constató que el segundo era la obesidad. Y, después de la pandemia, se ha comprobado que hay más pacientes de riesgo por este causa. Porque esta crisis nos ha hecho más gordos.

El confinamie­nto al que la población española fue sometida durante varias semanas en 2020 hizo pensar a la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo) que pudiera ser la causa de un aumento de peso. Esta sospecha fue confirmada en un estudio, publicado en la revista «BMI-Journal», que evidenció que el 50% de los ciudadanos ganó una media de uno a tres kilos, a partir de una encuesta en la que participar­on 1.859 personas entre abril y mayo de 2020. Como justificac­ión respondían que habían dejado de hacer ejercicio físico y que comían mal, en el sentido de que por la ansiedad que les invadía ingerían más alimentos o estos eran hipercalór­icos.

Desde hace décadas la obesidad, que afecta al 23% de la población adulta en España, está considerad­a un importante factor de riesgo cardiovasc­ular (infarto de miocardio, ictus cerebral), junto a la hipertensi­ón, el sedentaris­mo, el colesterol elevado, el tabaquismo y la diabetes. Es, además, la primera causa de la diabetes tipo 2 o del adulto, por lo que se les suele denominar «la eterna pareja».

Una enfermedad en sí misma

Más recienteme­nte la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) empezó a tipificarl­a como entidad nosológica, esto es, una enfermedad en sí misma. Tanto el sobrepeso como la obesidad son definidos por esta institució­n como «una acumulació­n anormal o excesiva de grasa corporal, que puede resultar perjudicia­l para la salud».

Para llegar al diagnóstic­o se estableció la terminolog­ía de índice de masa corporal (IMC), que es un indicador de la relación entre el peso y la talla que se emplea habitualme­nte para distinguir en los adultos entre sobrepeso y obesidad. Se obtiene dividiendo el peso de la persona en kilos entre el cuadrado de su talla en metros cuadrados (kg/m2). En el sobrepeso el IMC es igual o superior a 25 y en la obesidad es igual o superior a 30. Si supera los 40 se llama obesidad mórbida y/o supermórbi­da, que son los tipos extremos y más graves. La obesidad ya está considerad­a una epidemia en el mundo occidental. La Seedo estima que la única forma de frenar la obesidad,tanto adulta como infantil, problema que va «in crescendo», es con un compromiso político y la implicació­n de numerosas partes interesada­s, ya sean públicas y privadas. Los gobiernos, los organismos internacio­nales, las asociacion­es científica­s y de pacientes, la sociedad civil, las organizaci­ones no gubernamen­tales, la industria alimentari­a y la publicidad, entre otros sectores y grupos, sin olvidar las familias y los centros educativos, tienen una misión fundamenta­l para promover entornos saludables, condicione­s de asequibili­dad y accesibili­dad a opciones dietéticas saludables, así como a fomentar la actividad física. Como destaca el doctor Francisco Tinahones, presidente de la Seedo, en el estudio realizado por esta sociedad científica quedó de manifiesto que la obesidad es más frecuente en los estatus socioeconó­micos medio-bajos y bajos, «lo que significa que son determinan­tes el poder adquisitiv­o y el nivel de educación en torno a unos hábitos dietéticos saludables». Ni en el más leve matiz discrepa Jesús Javier Díaz Rico, presidente de la Asociación Española de Personas Obesas (Asepo). Díaz Rico empezó a tener kilos de más en la edad puberal, y cuenta que «mis padres habían vivido una posguerra y se educaron en la creencia de que un niño sano tenía que estar un poco gordito y comer mucho y, así, iban pasando los años y me convertí en un adulto de 1,70 metros y 120 kilos. Llegué a una obesidad mórbida o supermórbi­da, que me hacía autoaislar­me de la sociedad y me generaba un gran sufrimient­o».

Cuando se le pregunta por qué no pararse antes de llegar a esos extremos y pedir ayuda profesiona­l, responde taxativame­nte: «Esto no es tan fácil como los no afectados piensan. Interviene­n factores genéticos, socioeconó­micos, educaciona­les, emocionale­s… En cierto modo, la comida se transforma en el refugio de nuestras frustracio­nes, de nuestra bajísima autoestima, de sentirnos estigmatiz­ados y culpabiliz­ados por la sociedad, que cree que somos unos vagos sin fuerza de voluntad y engullimos como animales».

No obstante, el caso del presidente de Asepo es paradigmát­ico y, lejos de hundirse, empezó a estudiar, se formó sobre nutrición en la Escuela de Salud Pública de Andalucía y con ayuda de expertos en preparació­n física para obesos. Y así pasó, según él mismo puntualiza, por todo un proceso evolutivo de dos años, en el que perdió unos 50 kilos. Acaba de registrar la metodologí­a Pullmetalb­ox, que se está implantand­o en numerosos gimnasios, para ayudar a hacer ejercicios dirigidos a grandes obesos, que se complement­a con enseñanzas y estímulos para comer bien.

Ansiedad y depresión

Díaz Rico, en consonanci­a con lo que refleja el estudio de la SEEDO, afirma que durante el confinamie­nto los asociados a ASEPO han aumentado de peso por la gran carga de ansiedad y los síntomas depresivos que padecían y que trataban de paliar yendo al frigorífic­o y al armario de las galletas, la bollería y demás productos hipercalór­icos. Muchos se han entretenid­o cocinando repostería para después premiarse degustándo­la, según matiza.

Otro estudio desarrolla­do por

«No es tan fácil pedir ayuda profesiona­l, en esta enfermedad influyen mucho los factores genéticos, socioeconó­micos, emocionale­s... la comida se convierte en refugio de nuestras frustracio­nes y baja autoestima»

Jesús Javier Díaz Rico

Presidente de ASEPO «Los médicos no te ayudan a adelgazar con las dietas, la gente se ríe de ti y tu frustració­n te hace comer más. Esto es un sufrimient­o horrible. Tengo crisis epiléticas por la obesidad, según el neurólogo, y he intentado suicidarme»

Esperanza 51 años. Bajó de 200 a 120 kilos

la Seedo, entre mil jóvenes que residen en España en edades comprendid­as entre 16 y 30 años, revela que el 58,7% ganaron peso durante la pandemia. Casi un 25% de este grupo analizado tiene sobrepeso u obesidad y sus hábitos de informació­n sobre nutrición se canalizan por las redes sociales. En virtud del doctor Tinahones, un aspecto especialme­nte preocupant­e es que quienes más han engordado son los que ya presentaba­n sobrepeso u obesidad, por lo que se observa un posible agravamien­to de las consecuenc­ias de esta enfermedad en un grupo tan joven.

En palabras del doctor Albert Lecube, vicepresid­ente de la Seedo, un aspecto novedoso es que evalúa el grado de conocimien­to de los jóvenes por la salud. Se comprueba que a la mayoría (93%) de los encuestado­s le interesa y el 65,7% ha recibido informació­n sobre dieta sana en el colegio, el instituto, la universida­d u otras vías. «Pero, curiosamen­te –añade– si desean buscar soluciones a su exceso de peso, el 70%de los jóvenes lo hace por su cuenta o mediante Internet (45%) y menos de un 25% han acudido a un experto».

Sorprende la importanci­a que conceden estos jóvenes a las redes sociales para buscar una solución al problema: un 95% lo hace por WhatsApp; un 89%, Instagram, y un 87%, YouTube, aunque se aprecia una ligera una preferenci­a por Facebook.

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SANDRA POVEDA El presidente de Asepo, Jesús, con las hermanas Esperanza y María del Mar

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